sábado, 21 de febrero de 2015

LA MEMORIA HISTÓRICA INSTITUCIONAL Y SUS AMNESIAS

La Dirección General de la Memoria Democrática, dependiente de la Vicepresidencia de la Junta de Andalucía, representa perfectamente la línea de acción y de pensamiento en lo que se viene llamando desde hace años la “memoria histórica”. Se trata, en palabras de Diego Valderas, de “(…) dar respuesta desde el Estado democrático a los derechos de verdad, justicia y reparación de las víctimas y sus familiares.” (Memoria democrática, noviembre de 2013). Esa línea de pensamiento y actuación se basa, a mi entender, en las siguientes premisas: 1) El golpe de Estado de julio de 1936 encabezado por Franco tuvo como principal objetivo acabar con un régimen democrático similar al que tenemos actualmente; 2) Las personas que fueron víctimas de la represión franquista durante y después de la Guerra Civil Española, lo fueron por defender ese régimen democrático; 3) Todas las personas son iguales en dignidad y merecedoras del mismo trato de respeto. Las dos primeras premisas tienen un carácter historicista, es decir, responden a una particular interpretación de la Historia. En pocas palabras, en España había una democracia que era buena, y vinieron los malos, que eran los fascistas o los franquistas, y acabaron con ella. En esa interpretación de la Historia no hay clases sociales, solo hay individuos, que, por defender aquella democracia, asimilada a la actual, fueron encarcelados, denigrados, fusilados, expulsados, etc. Por lo tanto, en esa interpretación de la Historia no hay lucha de clases sino un conflicto entre grupos de individuos cohesionados por una manera de pensar, por una opinión en torno a la manera de organización política del Estado, democracia (liberal, claro) sí o no. Esta es una simplificación bastante burda, lo sé. La historiografía que sigue esa línea de interpretación enriquece lo que acabo de escribir con matices múltiples: religión, moral, etc. La última premisa tiene un carácter filosófico, es uno de los pilares del Pensamiento Moderno emanado de la Ilustración y es también uno de los pilares de antropología y la ética de I. Kant. A su vez, fue en su tiempo la filosofía o sistema de pensamiento que sustentó la toma de consciencia política de la burguesía del siglo XVIII y XIX y, en consecuencia, sustentó también las revoluciones liberales desde la americana y la francesa de finales del siglo XVIII hasta las de nuestros días, podríamos decir, incluida nuestra “modélica transición”, si la entendemos como un proceso de transformación política.

Es decir, que las instituciones actuales interpretan la Historia eliminando de ella a las clases sociales y a la lucha de clases, defienden el modelo de democracia burguesa que ahora tenemos y que tuvo también España entre 1931 y 1939, y deciden restituir la dignidad a las personas que fueron víctimas del franquismo por defender la democracia legalmente constituida.

Pero la Historia se presta a interpretaciones menos burguesas, menos liberales y menos kantianas desde el momento en que quien la escribe o la investiga se da cuenta de que los individuos no solo se identifican por su manera de pensar o de opinar sino por sus intereses de clase. Y cuando se hace eso una ya no ve en la II República Española o en la Guerra Civil Española un choque de opiniones, sino la expresión de la lucha de clases, una ve una Revolución Social en marcha. Y cuando una ve eso, ya esto de la “memoria democrática o histórica”, institucionalizada por IU gracias a su pertenencia al gobierno de la Junta de Andalucía, no le parece ni tan convincente ni tan dignificador de las víctimas.

La burguesía y sus asalariados políticos e intelectuales no tienen ningún interés en que la memoria histórica recupere el recuerdo de cómo obrerxs y jornalerxs españolxs intentaron muy en serio llevar a cabo una revolución social, una profunda transformación social y económica en España en aquellos años, porque seguramente recuperando el recuerdo recuperarían también la consciencia de pertenencia de clase y de coincidencia de intereses materiales, más allá, mucho más allá de simples opiniones, y se darían cuenta de que quien acabó con la Revolución Española fue la misma burguesía que ahora pretende, a través de sus asalariados políticos e intelectuales, dignificar a sus antepasados, convertidos en víctimas, cuando en realidad su verdadera dignificación debe consistir en restituirles su condición de luchadorxs obrerxs.

Las voces y las palabras escritas de quienes sí ven en la República y la Guerra Civil una Revolución, ven la hermosa Revolución Española, y ven también a quienes cayeron como luchadorxs y no como víctimas del mal, no son pocas, pero les es difícil hacerse oír y entender. Por eso estoy muy contenta por una pequeña publicación que este año pasado ha salido. Es un libro muy breve y muy modesto en su edición. Lo ha escrito y lo ha editado Ignasi Toribio Chiva, y se llama República y Revolución en Guadix. 1931-1939. Vale la pena, por lo menos para salir del empalagamiento en que las instituciones y lxs escritorxs institucionales nos imponen con sus trabajos de investigación archivística, llevada a generar tablas estadísticas, o arqueológica, que tiene como resultado la sepultura cristiana de quienes seguramente nada querían saber de la religión. Y vale la pena también porque nos habla de lo que sucedió aquí, en los pueblos donde vivimos y porque al leerlo nos damos cuenta hasta qué punto el franquismo, el brazo armado y fascista de la burguesía, no lo olvidemos, no solo acabó con la vida de individuos, sino con la esperanza de revolución y emancipación de la clase obrera.

Obras como esta y como muchas otras son o debemos entenderlas como dignas continuadoras de lo que ya L. Trotsky supo ver en tiempo real y escribió en su obra La revolución española.

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