Tomás
Martínez, militante de Izquierda Anticapitalista-Granada
El éxito
electoral de la “coalición de la izquierda radical” Syriza,
cuyos resultados en las últimas elecciones griegas consiguieron
poner nerviosos al capitalismo europeo en la ola del déficit cero,
se plantea como el Santo Grial de la izquierda alternativa europea.
Esta convergencia de grupos en torno al eurocomunista Synapismós
respondió a la demanda de un “gobierno de izquierdas”. Su
espectacular crecimiento nos ha ilusionado y despistado a partes
iguales a las organizaciones a la izquierda del social-liberalismo y
obligado a repensar qué respuesta dar desde los diferentes estados.
Frente al
inevitable hundimiento del bipartidismo heleno (colocando al PASOK
con el agua al cuello) que ha puesto la soga a las clases populares
desde el inicio de la crisis, al calor de la desesperante asfixia
económica y social que no deja más limón que exprimir y la
ortodoxia soviética de un momificado KKE reacio a conectar con el
“movimiento de las plazas” (los indignados griegos) y el mundo
estudiantil, Syriza se presentaba como la oferta electoral más
atractiva, recién puesta en el escaparate y sobre todo con una
posibilidad real de ser opción de gobierno.
En efecto lo
es en el panorama institucional heleno: de seguir la situación así,
a pesar de la inestabilidad parlamentaria, un partido de estas
características podría gobernar en meses antes que en años. Con la
imagen fresca de un líder joven como es Alexis Tsipras, está
curtido en el movimiento antiglobalización y anti-guerra y con un
lenguaje alejado del de los profesionales de la política. Pero
pensar que sólo el desengaño de las fuerzas tradicionales y el
tirón del líder han elevado a esta coalición antineoliberal a
categoría peligrosa para el sistema europeo sería tremendamente
ingenuo y simplista.
Ha sido un
importante trabajo en la calle y en los barrios, el descenso a las
plazas con los jóvenes, el mano a mano con los combativos
movimientos sociales helenos, el acercamiento e interpelación a las
bases sindicales de la concertación, la insistencia en un
contrapoder desde abajo, huelga tras huelga en sus 25 convocatorias,
lo que ha parido no ya el resultado electoral, sino la misma Syriza.
La coalición es un producto de la crisis capitalista griega con
hábil estrategia de márketing. Apenas tenía voz en las
instituciones helenas más allá de ser la lejana sombra de un
poderoso KKE.
La
emergencia y coyuntura social obligaron a poner de acuerdo, con eje
siempre en Synaspismós, integrado desde hace años en el
parlamentarismo estatal, básicamente a corrientes eurocomunistas
como AKOA, eco-socialistas y altermundistas, pero también a otras,
menores, maoístas (KOE), trotskistas (DEA, Kokkino) y activistas
sociales en un frente común sin dirección colectiva, pero con una
presencia militante en la calle y con un recorrido y experiencia de
movilizaciones amplios. Su oposición al memorándum de la troika y
el mensaje de que era posible un “gobierno de izquierdas”
hicieron el resto.
Syriza se ha
convertido así en un paradigma totémico del “otro mundo posible”,
en un acrónimo mágico que la izquierda radical debe saber
pronunciar para constituirse en resistencia seria al sistema desde
las instituciones y cimentada en una base social en la lucha. Así
sería posible encontrar la clave tan ansiada de resucitar a una
izquierda alternativa europea atrapada desde hace décadas en la
muerte institucional del mal menor y actualizar una propuesta de
ruptura más o menos creíble que acabe con el letargo y lento
despertar frente a la crisis económica, la misma crisis que le
condensa los tiempos de reacción y le obliga a estar despierta
frente a los ataques.
De un año a
esta parte encontramos que la hasta ahora apagada izquierda
parlamentaria europea se siente solidaria del hechizo heleno, quiere
reproducir el mecanismo en sus territorios. Parece haber sido
hipnotizada por la perspectiva de una victoria electoral de Syriza.
La mayoría de los partidos se apresuraron a dar apoyo incondicional
sin entender mucho de la correlación de fuerzas de clase dentro de
la sociedad griega, su reflejo en la escena política y la naturaleza
e historia de esta muy plural coalición de partidos.
El caso
griego repentinamente es posible en Francia y en el estado español.
El Front de Gauche, comandado por quien fue ministro de educación
del gobierno social-liberal de Jospin pretendiendo hacerlo olvidar,
se erige como la izquierda radical, la única posible, capaz de
canalizar con votos la ira contra los mercados a través de una mano
de barniz sobre el Partido Comunista. Aquí el testigo del fenómeno
Syriza lo ha reivindicado como propio nuestra IU. Nada más lejos de
la realidad como veremos.
Estado
español: no hay Syriza posible en torno a IU
Definitivamente
este proyecto no pasa por la izquierda antineoliberal del estado
español. Tenemos una IU disecada y dedicada a medrar en las
instituciones, obligada a volver a salir a la calle por propia
supervivencia, por la crisis económica y las dinámicas en las que
se ha visto envuelta desde el estallido del 15M, asustada por que se
la incluyese en la “casta política” que los indignados
estigmatizan. No es ya la fuerza aglutinadora de finales de los 80,
aunque haga el esfuerzo de quitarse las corbatas sin dejar de mirar a
las instituciones con el rabillo del ojo. Ni tiene nada nuevo que
ofrecer ni se sale del guión establecido.
Probablemente
es la alternativa electoral a un bipartidismo en crisis que se
deshilacha junto a las instituciones nacidas de la Transición, a la
que también ha contribuido con sus granitos de renuncias y males
menores, pero no es la alternativa antisistema. Es esperable un
crecimiento a corto plazo más por desmérito y descrédito del
social-liberalismo que por ofrecer un proyecto ilusionante a la clase
trabajadora. En un escenario como en el que nos encontramos lo lógico
habría sido un giro programático radical similar al de la izquierda
antineoliberal griega que le hubiera llevado a resultados mucho más
dignos.
Su actuación
inmediata pasa por aprovecharse y ser el hábil parásito demoscópico
de un PSOE en caída libre y coger fuerza para poder negociar con un
pulso más vivo pactos en ayuntamientos y parlamentos autonómicos
desde una mejor posición. La burocracia del PCE detuvo “sine die”
una refundación que no se creen ni sus propios militantes de base, y
de Llamazares a Lara, más allá de un discurso más rupturista y
agresivo hacia su socio mayor, el continuismo ha sido evidente y las
contradicciones han permanecido, como ha podido comprobarse en la
cuestión extremeña.
Muy al
contrario que sus socios helenos, que rompieron toda identificación
sindical y se echaron a la calle con las bases más honestas y
radicalizadas cuando tanto tardaron sus burocracias en desligarse de
la política de concertación con el PASOK, tampoco se han plantado
ante las centrales sindicales cuando éstas se han plegado al gran
capital. Ni una firme crítica al pensionazo de Zapatero cuando IU
podría haber capitalizado el rechazo de la izquierda social.
Inexplicablemente anunciaban que no contradirían decisiones
disgustosas para no contribuir a la campaña mediática de la
derecha.
Demostrar
que puede mantenerse fuera del abrazo del PSOE no es a estas alturas
creíble. Después de corear que los dos partidos turnistas eran lo
mismo y llamar a votos rebeldes e inconformistas que ilusionaron a
andaluces de izquierda, la atracción institucional volvió por
enésima vez a ser la opción sensata y responsable de sus
dirigentes, la que definitivamente toca en este momento. Griñán y
Valderas son ahora fieles alumnos aventajados de Rajoy despidiendo a
profesores, recortando en sanidad y privatizando servicios públicos,
y en esa comparsa IU es el palmero.
Precisamente
el pacto con el social-liberalismo como “muro de defensa”
distancia cualquier paralelismo, al proceder de la misma tradición,
con el proyecto de Syriza. Nunca en su breve historia la coalición
de Tsipras ha gobernado con Papandreu y Benizelos, rechazando hasta
ahora entrar en un posible gobierno. Podemos decir que la
identificación de IU con la izquierda radical griega es el deseo de
convertirse en lo que hace tiempo resulta imposible. Para “syricizar”
a IU habría que resetearla y todos los intentos, con sus
limitaciones, de copiar la fórmula se han planteado desde arriba.
Hemos tenido
el ejemplo de cómo en Galicia IU tomaba la iniciativa animada por
las encuestas y aprovechando las escisiones del BNG planteaba un
bloque de izquierdas, mímesis de la coalición griega, con el sector
socialdemócrata de Beiras. La realidad es que no se descartó nunca
un pacto con el social-liberalismo, si las cuentas hubieran dado para
ello, a pesar del giro radical y desobediente en el lenguaje, con
alusiones al no pago de la deuda y a la impugnación del sistema.
Habrá que ver qué recorrido tiene un experimento forjado entre
cúpulas que no tiene nada que ver con Syriza.
No puede
negarse que es una buena marca para IU con la que presentarse y un
buen referente con el que reactualizarse. Syriza también pertenece
al Partido de la izquierda Europea. Pero las dinámicas de genésis
de la formación griega le vienen bastante grandes a IU. La visita de
Tsipras llamado a dar un toque irreverente a la campaña de ICV en
Catalunya y rascar votos a la izquierda es comparable a ponerle un
plato de ensalada de pollo a un vegetariano. El juego los delata y
retrata. Tampoco deja de sorprender que un partido cuyos máximos
responsables lanzaban a los antidisturbios contra los estudiantes
anti-Bolonia pida apoyo a la coalición griega que llevaba en su
programa disolverlos.
Giro institucional
responsable: hacia dónde va Syriza
La lucha de
clases sigue agudizándose en Grecia al tiempo que las instituciones
se descomponen. Aunque el gobierno tripartito ha logrado salvar los
muebles y gana tiempo negociando sumiso y humillado con la troika, la
calle sigue siendo el escenario de las masas que no se resignan a
agachar la cabeza ante las embestidas cada vez más virulentas del
capital. Lo último: 4 huelgas generales en este curso acompañadas
de paros sectoriales y ocupaciones. Paralelamente a la profundización
de las medidas se realizan movimientos post-electorales de las
formaciones de izquierda.
Ante este
panorama Syriza ha combinado cierta hegemonía en la calle con la
oposición parlamentaria al gobierno de Samaras. Tsipras gana adeptos
con cada rechazo a las medidas ejecutoras del memorándum. Mientras
golpe a golpe se desinflan los partidos de gobierno, la formación
supera ligeramente desde verano a Nueva Democracia mientras se erigen
como amenazante tercera opción los abiertamente filonazis de
Amanecer Dorado, sembrando el terror a inmigrantes en brutales
incursiones. Sin embargo detrás del telón se prepara otro escenario
en el que Synaspismos, mayoría socialdemócrata clásica de la
dirección, controla el rumbo.
Tras la
tercera huelga convocada a principios de Noviembre que se adelantó a
la europea del 14N en dos jornadas de rechazo a Merkel, que venía a
pasar revista a sus muchachos, la ajustada aprobación de los
restrictivos presupuestos ha causado nuevas deserciones en el campo
de los “partidos del memorándum”, debilitando la imagen del
gobierno. A esto se suma el mayúsculo escándalo de evasión fiscal,
la lista Lagarde, puesto al descubierto el mes pasado, que ha
obligado a los partidos que conforman el gobierno tripartito a
sacrificar a los diputados que pedían depurar responsabilidades.
Ante las
posibilidades que abre a la oposición el descrédito del gobierno
heleno que lentamente se desangra, Synaspismós apuesta abiertamente
desde el pasado otoño por exigir elecciones anticipadas ante la
dificultad manifiesta de aprobarse nuevos recortes y a la vez
presionar para un gobierno de “salvación nacional” con Syriza.
Esto último habría sido compartido con Griegos independientes,
partido antitroika de derecha nacionalista, con el que hubo
conversaciones, y animado por los numerosos exmilitantes del PASOK
que integran cada vez más el ala derecha de la coalición.
Después de
las elecciones se propuso por Synaspismós la transformación urgente
de Syriza en un partido de masas unitario del tipo Bloco de Esquerda,
constituyendo el primer intento de integrar o limar a las fuerzas más
radicales. Esta mutación debía hacer a la coalición más “seria”
a los ojos de la clase dominante. Organizaciones como DEA fueron
reticentes valorando que esta operación supondría la creación de
un buque controlado de arriba a abajo por Synaspismós. El proceso se
frenó por la dinámica social y la oposición de los sectores a la
izquierda, aparcado hasta primavera.
Según
apuntan los analistas, el plan para la “coalición de la izquierda
radical” pasa por conseguir su entrada en un gobierno con respaldo
social suficiente para imponer una renegociación del memorándum.
Esto conllevaría un cambio de su programa de máximos, ya rebajado
sustancialmente en las elecciones de Junio. Así se explican las
declaraciones antes de Navidad de Tsipras de un “gobierno de
responsabilidad” y la omisión de su propuesta de “gobierno de
izquierdas” por primera vez. El joven líder de Syriza olvidó
diciendo estas palabras que no hablaba en nombre de Synaspismós y el
grupo mayoritario.
Éste pide
la convocatoria urgente de elecciones como la única salida política
a una espiral que envuelve a la sociedad griega con el nuevo
memorándum. Ante un clima de impaciente acoso y total descrédito
voces apuntan a la caída controlada del gobierno en torno a la
primavera, después de haber cumplido con el grueso de las exigencias
de la troika. Ahí llegará la oportunidad de Syriza: aceptar un
gobierno seguramente técnico de “salvación nacional” de los
partidos representados, excluyendo a Amanecer Dorado, o aceptar echar
de nuevos los dados en un proceso electoral más favorable.
¿Qué ha
pasado con esta izquierda a la izquierda, convertida hace unos meses
en el ejemplo que todos contemplábamos capaz de plantar cara sin
sometimiento alguno a la vorágine de la crisis capitalista?
Desgraciadamente, la dirección de la formación no parece comprender
la magnitud de los retos y no quiere ni sabe prepararse para la
violencia de los enfrentamientos venideros. Las corrientes con una
perspectiva anticapitalista han expresado la incomodidad de verse
arrastrados por este giro hacia la responsabilidad en Grecia. Señalar
recientemente a Argentina y Brasil como referentes en Latinoamérica
ha sido la gota que colma el vaso.
El programa
actual de Syriza se modera gradualmente y está cómodo manteniéndose
estrictamente en la gestión del estado en crisis. Incluso las
declaraciones acerca de una renegociación de la deuda con las
instituciones de la UE son de dudosa credibilidad y se limitan al
rescate de los restos del estado del bienestar, a un segundo New
Deal, como detalló en, sus referentes latinoamericanos. La
perspectiva del socialismo posible en territorio heleno ya no se
menciona en proclamas postelectorales. Synaspismós necesita realizar
en este momento el giro responsable que las cancillerías esperan de
Tsipras como jefe de gobierno en potencia.
Nos
encontramos ante una de las salidas posibles y decepcionantes de la
izquierda antineoliberal que más había ilusionado en la agónica
Europa del capital y la deuda. Syriza se habría servido hábilmente
de la movilización del último año y la agudización de la lucha de
clases en el país heleno para ponerle progresivamente freno y que
ésta le pusiese la alfombra roja. Al mismo tiempo ganaría así el
respeto de la UE al facilitar estabilidad para la troika en un
momento en que media Europa se pone más o menos medio de acuerdo
para responder conjuntamente, como vimos el pasado 14N.
Esta
estudiada maniobra de Synaspismós busca la entrada de Syriza en un
gobierno como mucho pentapartito, de renegociación de los
memorándums, que significaría un auténtico suicidio para la
coalición y echaría por tierra todas las esperanzas de la clase
trabajadora helena. Muy grave es que la mayoría de organizaciones lo
apoyen para favorecer la unidad. Después de haber lanzado señuelos
de ruptura basados en condicionantes electorales, el “gobierno de
izquierdas” se convertiría en gobierno técnico de una mayoría
parlamentaria desde luego ya no exigua, bendecido a regañadientes
por Bruselas, dispuesto a aplicar sin ambages un suave memorándum.
Se podrá
decir, como aquí en Andalucía también hemos oído, que las
circunstancias han cambiado, que la realidad es diferente, que hay
que ser responsables. El keynesianismo del que Tsipras ha hecho gala
se sometería a la “austeridad de izquierdas”. La salida a la
frustración por la incapacidad de llevar a cabo un programa y con
presiones geopolítico-económicas fortísimas no sería otra que el
fascismo crecido y con sus armas afiladas llamando a la puerta como
catalizador del desencanto.
La
respuesta anticapitalista: Antarsya sigue en la calle
Ante esta
perspectiva, no hay duda de que es clave y urgente la reacción y la
movilización sostenida. Únicamente la presión en la calle puede
derrocar al gobierno, pero no para que una izquierda que dice no ser
reformista negocie las rebajas de las clases populares al gran
capital, crecido indudablemente en un escenario en el que no va a
encontrar tanto freno a sus intereses. Ante un volantazo inesperado
de Syriza no puede permanecer expectante la izquierda revolucionaria.
En su
primera conferencia nacional las organizaciones a la izquierda de la
coalición, esencialmente DEA y Kokkino, se agruparon en la
Plataforma de izquierdas para defender una orientación radical de
diálogo y acercamiento a Antarsya y en menor medida al KKE,
sabedores del cambio de timón y la línea de moderación que ansía
Synaspismós junto a los ecologistas y el cada vez mayor grupo de
exsocialistas. Inesperadamente la dirección sumó al final a los
eurocomunistas de AKOA y antiguos maoístas de KOE en nombre una vez
más de la unidad para el nuevo ciclo político.
Synaspismós
trató de impedir la discusión política para evitar un debate
abierto, y las divergencias políticas se expresaron al elegir la
nueva dirección. Una lista unitaria obtuvo el triple que la
Plataforma de izquierdas y ésta asumió su papel subalterno y
extrajo como conclusión que el resultado
electoral de Syriza ha conllevado cambio de posiciones. Kokkino ha
denunciado este giro imprevisto, los lemas vacíos de Tsipras y la
eliminación de toda referencia al “gobierno de izquierdas”, DEA
se mueve entre la incredulidad y el apoyo crítico algo más
incómodos en el corsé de la coalición.
Es necesaria
en Grecia la convergencia de los militantes revolucionarios de Syriza
con Antarsya, coalición anticapitalista plural de reconocida
importancia en las luchas, con una masa militante superior a lo que
se esperaría y un peso mayor en el movimiento estudiantil. A pesar
de sus pobres resultados electorales, ambas fuerzas han sido las
protagonistas del enfrentamiento con los gobiernos griegos de la
troika y compartido huelgas, ocupaciones y marchas. Antarsya apuesta
por una firme ruptura con el sistema capitalista. Este impulso es un
capital político demasiado valioso para dejar que se fosilice por la
coalición “estrella” dentro los parlamentos.
La situación
en Grecia ha alcanzado el punto de ruptura. El muro del memorándum
es posible y absolutamente necesario derribarlo con la unidad en la
lucha. La izquierda que quiera derrocar no sólo el peso de la troika
sino el de las instituciones burguesas y el sistema que las ampara
exige una respuesta con líneas claras y bien definidas. Syriza
únicamente ha interpelado a Antarsya antes de un proceso electoral,
en cambio esta última pide a la “coalición de la izquierda
radical” sumarse en un frente anticapitalista (y también ahora
antifascista) sin atajos.
Antarsya
interpela directamente a DEA, Kokkino y a todas las organizaciones
que conforman o están más cercanas a los planteamientos de la
Plataforma de izquierdas de integrarse en una intensa agenda de
movilización sostenida. Hasta el momento se ha preferido la unidad
de acción de todo el conjunto de Syriza y una agenda marcada por el
calendario de iniciativas parlamentarias y contactos internacionales
de Tsipras y la dirección. No ha habido aún la deseable respuesta
para un marco más amplio.
Si bien la
caracterización de Antarsya de las organizaciones anticapitalistas
integradas en Syriza no es la más conciliadora, se demuestra la gran
dificultad de oposición interna de DEA y Kokkino, que no pueden
disputarle a la dirección la orientación revolucionaria necesaria
para arrastrar a la calle y mantener la dinámica de revuelta
permanente a tantos militantes honestos forjados al calor de los
últimos dos años. Éstos quieren seguir haciéndose oír en
Syntagma, pero en la plaza y no en el interior del parlamento en el
que tantas veces los diputados se han quedado enjaulados.
Desafortunadamente
en este momento Syriza no desea recibir ninguna presión sustancial
por la izquierda, sólo por la derecha. Se inician las conversaciones
y contactos discretos del círculo de Tsipras con los antiguos
compañeros de Izquierda Democrática (escisión de Synaspismós), el
menos influyente socio del gobierno pero más cercano
ideológicamente, para una colaboración de gobierno. Antarsya, que a
diferencia del KKE no se dirige a Syriza como adversario ideológico
ni enemigo de clase, sosteniendo la bandera por la salida del euro y
la UE, tiene la oportunidad de tensar la cuerda hacia la movilización
y nosotros de apoyarla.
La sociedad
griega se halla en una encrucijada crítica, compleja por el juego de
presiones que actúan en su interior y exterior. Las condiciones de
la crisis económica y sistémica han creado un polvorín social que
podría explotar en cualquier momento, independientemente de los
deseos, planes y estimaciones de una dirección reformista que creía
tener todo calculado. Dentro de la crisis capitalista mundial las
fuerzas del capital conducen a una regresión histórica sin
precedentes y los que queremos acabar con el sistema debemos estar a
la altura.
Tampoco el
embrutecido desfile del fascismo de Amanecer Dorado simplifica la
estrategia de la izquierda griega, más bien recoloca a las fuerzas
políticas. Syriza opta por condenar los ataques a extranjeros y
propios militantes dentro del parlamento, exigiendo respuestas a un
gobierno que aplica mano dura en materia de inmigración con
expulsiones masivas. Prefiere no unirse al KKE y Antarsya en un
bloque de respuesta antifascista en las calles y barrios de las
ciudades griegas, alineamiento muy criticado por las bases.
Evidentemente la arena de la calle no ayuda a la respetabilidad.
La izquierda
anticapitalista europea se equivocaría ahora en señalar las
capacidades de movilizar a la sociedad griega en estos dos últimos
años de Syriza sin analizar la maniobra de su dirección y mayoría
para frenar, primero con la moderación de su programa en Junio,
renegociando al mismo tiempo éste con Antarsya para un fallido
tándem electoral, hoy con la búsqueda de “espacio responsable”
que le abra las puertas a gobernar, el único escenario europeo hacia
el que los revolucionarios podemos mirar para adelantarnos al futuro.
Que esta Syriza no es ya lo que nos han vendido desde el inicio
parece evidente.
La respuesta
defensiva al ataque inmisericorde del capital ha permitido hasta
ahora caminar juntos pero no revueltos a Syriza, Antarsya y KKE en
huelgas, marchas y ocupaciones, entretejer redes de acción con mayor
o menor dificultad. Antarsya no ha tardado en digerir su autorretrato
electoral. El retraso de la catarsis de los comunistas prosoviéticos
los deja parcialmente fuera de juego. En el actual estadio de la
crisis Syriza no quiere romper los vínculos con el capital, se
revela como una fuerza reformista radical de antifaz anticapitalista
¿Qué hacer ahora y cómo responder al poder, que no necesita
reorganizarse?
Se hace
necesario apoyar en Grecia un programa nítido de confrontación con
el capitalismo, no sólo con la burguesía griega sino con las
instituciones europeas que llevan utilizando al país heleno como
mesa de cirugía de la clase trabajadora. Esta confrontación, que
implica una movilización constante y obliga a situar el centro en la
lucha de clases, con un programa de transición bien definido,
únicamente es capaz de ofrecerla el eje de Antarsya, pero no ella
sola. Necesita aglutinar el urgente polo anticapitalista con quienes
busquen ir más allá de un horizonte antineoliberal.
Ya no cabe
hacerse falsas ilusiones, carece de sentido negarnos a aceptar que la
fórmula ha hecho aguas pronto y que Syriza no vale como tótem. Hay
que estar a la altura del momento histórico y no plegarnos al
ilusionismo. Es hora ya de evaluar seriamente las caracterizaciones
hechas para delimitar cómo es la izquierda revolucionaria y que se
precie coherente con sus deberes frente a estas circunstancias
difíciles. Sustituir los propios deseos por la realidad en las
condiciones actuales es extremadamente peligroso.