Notas para la preparación para la discusión del Comité Internacional (CI) 2012, por François Sabado
La cohesión programática que hemos tenido en el siglo pasado, o que tal vez pensamos que teníamos, que era la fuerza de los trotskistas, cada corriente funcionando a su manera, no puede ahora enfrentar los desafíos del siglo 21. Nos enfrentamos a una cierta pérdida de sustancia, programática, política y estratégica. Todo tipo de elementos básicos para la construcción de un partido político que la aceleración de la historia, pone dificultades a los revolucionarios de hoy. "El resultado de una larga crisis y en general, a menudo es para aclarar el mapa del mundo". Fernand Braudel
1. La crisis ya lleva más de cuatro años y va a durar. Ella es general, global. Es económica,, financiera, ecológica, social, pero su especificidad es su combinación con un cambio en el mundo.
2. Lo primero es pues tomar la medida de este cambio. Esto no es un cambio o un movimiento cíclico con un retorno a la normalidad después de la crisis... Para medir la magnitud del cambio puede ser tomado como una referencia cuando cambian los centros de gravedad en un cambio económico global, como en 1760-1780 entre los Países Bajos e Inglaterra o entre las dos guerras mungiales entre Inglaterra y los Estados Unidos. Salvo que aquí se produzce un cambio no sólo continental, sino un cambio en el mundo cultural, económico, social, político, ...Este es un cambio donde Occidente - Europa y Estados Unidos - que ha dominado el mundo desde el descubrimiento de América, pierde su hegemonía en favor de las nuevas potencias emergentes o viejas potencias que recuperan su antigua fuerza, después de cuatro o cinco siglos.
3. En la nueva situación global, Europa está declinando, los Estados Unidos pierden su hegemonía económica, pero no político-militar. Mucho depende de la evolución de la crisis en los Estados Unidos. Sin embargo, la participación de los países del G-7 en el PIB mundial, que fue del 56% en la década de 1980, cayó hasta alrededor del 40% en 2010. Las previsiones indican que las curvas entre el G7 y el ex BRIC (1), incluso se van a cruzar en las próximas décadas y esto también en términos de ingreso promedio per cápita. Esto puede ocurrir en 2030-2040. Las indicaciones de crecimiento en estos últimos 10 o 15 años - alrededor de 8 a 12% para China y la India contra el 1 o 2% para Europa y 2 al 3% para los Estados Unidos - o en términos de reservas mundiales indican también cambios profundos.
4. Estos informes pueden ser confirmadas por la profundización de la crisis en los EE.UU. y Europa. En los EE.UU., la deuda ya no puede compensar la disminución de los salarios. Bajo consumo y sobreproducción, se alimentan mutuamente. Las tendencias a la sobreproducción en una amplia gama de sectores se confirman, no sólo en el sector inmobiliario, sino también en el conjunto del sector de fabricación. El desempleo se mantiene o se incrementa. Los planes de inversión de Obama no han relanzado la economía. Contrariamente a las declaraciones por aquí y por allá, no ha habido vuelta keynesiana. No hubo un giro keynesiano por que no hay un cambio de relación de fuerzas con un movimiento obrero que sea lo suficientemente fuerte como para imponer compromisos sociales a los capitalistas. Pero, sobre todo, porque hay que recordar que lo que permitió a los Estados Unidos y Europa relanzar la economía después de la crisis de 1929 - 1935 fue la guerra y no las recetas keynesianas. Así, a pesar de que se hable de la moralización del capitalismo, es la financiarización, lo que sigue dominando, como respuesta capitalista a la tasa decreciente de ganancia industrial. Resultado, el proceso de desindustrialización continúa. La economía de Estados Unidos se mantiene hoy gracias a la fortaleza del dólar, al papel del banco federal que continúa inyectando liquidez y al hecho de que el dólar sigue siendo la referencia para la compra de bonos del Tesoro y bonos por los fondos soberanos de China, Japón y los países del Golfo. Por último, los Estados Unidos mantienen la hegemonía político-militar, aunque con una disminución de la década de 2000 - el fracaso en Irak, Afganistán, menos capacidad para responder a las revoluciones árabes. Su objetivo es ahora para prepararse para aumentar su presencia como una ¡potencia pacífica!
5. Pero es en Europa donde la crisis puede tomar formas de crisis de hundimiento. El fondo es su postura de debilidad en la competencia mundial. Alemania sigue como uno de los principales países exportadores – en 2010, 47% del PIB; Japón 15% del PIB; China 30% del PIB (fuente Banco Mundial), pero está también tocada por la contracción del mercado mundial. También, para responder a la competencia mundial, las clases dominantes europeas quieren liquidar lo que queda de “modelo social europeo”. Todavía queda mucha cosa social, hay que desmantelarla. Es la explicación de la ofensiva especulativa sobre los mercados europeos. Los “mercados”, que en realidad son sujetos materiales, los banqueros, los dirigentes de los fondos de pensión, los dirigentes de las multinacionales, exigen el aumento de la tasa de plusvalía por la bajada de los salarios, la liquidación de la seguridad social y el aumento del tiempo de trabajo. De ahí la brutalidad de las políticas de austeridad –adaptarse al mercado mundial de la fuerza de trabajo marcada por las relaciones sociales de las potencias emergentes- lo que implica el descenso del poder adquisitivo de 10 a 15 puntos para los próximos años.
Pero además, y es lo que da un carácter agudo, explosivo, a la crisis y que puede desembocar en un hundimiento, es el tipo de construcción política que ha conocido Europa: con trayectorias o divergencias de diferencias económicas entre diversos polos de la UE: Alemania y el círculo Alemania-Holanda-Austria.Norte de Europa; los PIGS con Irlanda; y con Francia en medio. Las relaciones franco-alemanas expresan la realidad económica, política e institucional de Europa pero sin Estado, sin dirección, sin plan de desarrollo ni de resistencia a la crisis. La situación actual muestra una vez más la incapacidad histórica de las burguesías europeas de unificar Europa. La dislocación es posible; pero volvemos a la vieja idea de Balladour, la de una Europa de círculos concéntricos: Alemanis y los países más ricos, el sur; y ciertos países de Europa del Este o del Sudeste. El problemas son Francia e Italia, pues si Italia cae, cae Europa. Quieren que se arrimen a Alemania, lo que exige planes de austeridad de una gran brutalidad…Pero esta situación anuncia un hundimiento mayor en la crisis, con un crecimiento alrededor de 1 punto. Esto va a durar, pero con riesgos de explosiones sociales, de situaciones prerevolucionarias como en Grecia. Por otro lado, sobre el plano político, el carácter antidemocrático de la UE se hace paralelamente a un desarrollo de tendencias autoritarias orgánicamente ligadas a la intervención de los mercados financieros. Los jefes de gobierno impuestos por la UE en Italia y Grecia son una señal de ello. El reforzamiento de la derecha y extrema derecha expresan esta deriva hacia soluciones autoritarias. No podemos excluir alianzas de partidos de la derecha parlamentaria o de sectores de ésta, con la extrema derecha. Más que nunca el mercado es lo contrario de la democracia.
Aquí planteo ya pues un problema de orientación político en relación a la UE. En ese contexto es necesario combinar una política de ruptura con la UE, de desobediencia de los tratados, y no de reforma de la UE. Es problema está en saber qué proponemos ante esta crisis de Europa: la desmundialización, el proteccionismo nacional o europeo, la salida del euro o bien la ruptura y un proceso constituyente con una nueva política internacionalista social, democrática al servicio de los trabajadores. Retomar la perspectiva de los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Pero este posicionamiento general no resuelve el problema. Ejemplo, Grecia: la explosión de Grecia y lo salvaje de los ataques de la UE conducen a analizar a este país de la periférica como una nueva colonia y, de golpe, la ausencia de solidaridad europea con los griegos junto a las tradiciones nacionalistas históricas de la izquierda griega desembocan hoy en el hecho que la izquierda griega – Syrisa y Antarsya- piden la salida del euro integrada dentro de un programa anticapitalista.
6. En esta economía mundial integrada ¿puede China salvar la economía mundial? ¿Hay una disociación entre desarrollo chino y economía mundial?
Las previsiones de desarrollo del PIB dicen que traspasaran a Estados Unidos entre 2020 y 2030. Es considerable. Siendo ya la segunda economía del mundo por delante de Japón, se ha convertido en 2010 enn la primera potencia industrial del mundo por delante USA (producción del 19,8% mundial, por el 19,4% para Estados Unidos, según fuentes).
Sobre el PIB por habitante hay que diferenciar las diferentes zonas de China. Las regiones costeras son las que tienen un nivel más alto del PIB (para comparar, el PIB de Brasil es de 10.000 dólares por habitante), entre 5.000 y 10.000 dólares por habitante. Pekin y Shangai están a 10.000 dólares, el centro a menos de 5.000 dólares por habitante. El PIB total de China es de 6.000 millardos de dólares. Pero China es una potencia imperialista en formación, tanto en el plano militar, como la exportación de capitales, sobre los desiguales intercambios con los países de África o América Latina, en particular la compra de millones de hectáreas de tierras agrícolas. Pero esta fuerza de China no es suficiente para relanzar la economía mundial o americana por una producción masiva y consumo de masas alrededor de tal o cual sector de producción. La economía china está muy desequilibrada entre una tasa de consumo/PIB muy baja (35% del PIB) mientras que en Estados Unidos es del 70%, en India del 60%, la media mundial el 60%; y una tasa de inversión de 45% (USA está al 15% y la media mundial al 22%).
De pronto China ha quedado muy dependiente del mercado mundial y de la exportación. Su prioridad es constituir su mercado interior, con la necesidad de aumento de los salarios y un mínimo de seguridad social. De ahí el proceso de lucha por los salarios, por defensa de mejores condiciones de vivienda que empieza en China.
A la pregunta sobre la disociación tenemos que ser también prudentes, vista la interdependencia de las economías nacionales en la globalización, pero ahí también la crisis en occidente hasta entonces, puede retrasar o bajar de 1 a 3 puntos la tasa de crecimiento, aunque sin poner en cuestión la fuerte tendencia al crecimiento.
Dos comentarios finales:
- La economía china no puede reemplazar Europa y los USA. Está demasiado desequilibrada.
- Pero la tendencia más importante es el crecimiento que está alrededor de tasas de 10 puntos lo que acrecienta la brecha de desarrollo respecto a otros continentes.
En esta crisis de redibuja un nuevo mapa del mundo; la competencia hace furor. No se puede explicar la crisis europeas sin ese cambio en el mundo. Quieren alinear el mercado de trabajo europeo con el mercado mundial. Surgen nuevas relaciones mundiales. Hemos hablado de relaciones entre China y USA, pero América Latina está hoy marcada por la potencia brasileña y, secundariamente, argentina. La vuelta a la noción de subimperialismo se traduce en la subida de Brasil. Este país es hoy el pivote de la economía latinoamericana con sus grandes multinacionales. Petrobras, Gerdau, con sus grandes proyectos hidroeléctricos, con sus potencias financieras. En las relaciones complejas pero conflictivas entre Estados Unidos y Brasil, éste ha marcado una serie de puntos. En la relación entre las tres grandes líneas o tipos de régimen: derecha reaccionaria con Colombia y México; la vía nacionalista anti-imperialista (Venezuela, Ecuador, Bolivia) y la otra América de Lula y Kirchner, es esta última la que predomina ampliamente. No se podía decir lo mismo hace 7-8 años atrás.
En este contexto ¿cuál es la situación del movimiento obrero, de la izquierda? En esta etapa, tras más de 4 años de crisis, no hay respuesta a la altura de los ataques capitalistas. Aunque la crisis provoca reacciones, resistencias, luchas, huelgas, casi situaciones pre-revolucionarias como en Grecia. Hay nuevos movimientos como los Indignados pero hay un desfase entre la explosividad de la situación y la traducción política, orgánica, de esos movimientos: no hay reforzamiento de los sindicatos, de los partidos reformistas, de la izquierda radical, de la izquierda revolucionaria o de corrientes de izquierda en las organizaciones o incluso no emergen nuevas organizaciones. Hay nuevas formas de organización, pero por ahora son muy inestables. Más aún, se puede decir que desde el inicio de estas crisis capitalistas jamás había ocurrido que hubiera al mismo tiempo una crisis tan profunda del sistema capitalista y un movimiento tan débil frente a este tipo de crisis, con la excepción de las coyunturas en las que el movimiento obrero es liquidado por el fascismo o las dictaduras militares.
Varios factores pesan en la situación del movimiento obrero: Las contra reformas liberales, desde el final de los años 70, a escala mundial han provocado un proceso de reestructuración de la fuerza de trabajo, su individualización, su precarización, el retroceso de los derechos colectivos, el debilitamiento de las organizaciones sindicales. La desindustrialización ha liquidado decenas de concentraciones obreras. Sin contar el sector llamado “informal”. Los obreros y empleados forman más del 60% de la población activa pero no existe la misma estructura social. En China u otros países de Asia, la industrialización conduce a una expansión sin precedentes del proletariado pero no estamos más que al comienzo de organización de movimientos independientes de los asalariados y, ahí también, en esta etapa, no hay sincronización de los sindicatos o asociaciones o partidos en Europa, USA y en Asia. Hay retrocesos en el Oeste y solamente inicios frágiles en el Este.
El balance del siglo pasado es, sobre todo del estalinismo donde ha habido una identificación para millones de personas que han identificado estalinismo con comunismo. El siglo 20 ha terminado con la globalización capitalista neoliberal. Eso pesa como un problema de formación de una conciencia socialista revolucionaria. La evolución de partidos y organizaciones socialdemócratas que tienen una mutación social-liberal. Conservan lazos históricos con la socialdemocracia. Son fuerzas de alternacia pues saben distinguirse de los partidos de la derecha, en función ahí también de especifidades nacionales, pero están totalmente integradas en la gestión de la crisis. No hay diferencias entre un Hollande, un Papandreu, Zapatero, Sócrates, y los dirigentes de la derecha europea. Los procesos de primarias y los parecidos con el partido demócrata americano van en el mismo sentido. Partidos cada vez menos obreros, cada vez más burgueses. En cuanto a los post-estalinistas, están obligados a seguir a los socialdemócratas o a resistir ensayando otra política, dicha “antiliberal” pero de gestión de la economía y de las instituciones capitalistas. Pero como el PS va tan a la derecha deja un espacio para esas formaciones que pueden jugar un papel en la medida que no están obligadas a formar directamente parte del gobierno: ver los resultados de Izquierda Unida en España, mañana los de KKE o de Syriza en Gracia, o del PCP en Portugal, o el Frente de Izquierdas en Francia.
Esta combinación de debilitamiento del movimiento obrero frente a más de tres decenios de ataques neoliberales más la política de las direcciones de la izquierda da unos márgenes de maniobra a la burguesía mundial para “gestionar la crisis” aumentando las posiciones de los mercados financieros y profundizando los ataques contra las clases populares, incluso dentro de los BRIC, mejorando la situación material de millones de personas. No se puede entender, por ejemplo, el desarrollo de la potencia brasileña sin la mutación cualitativa del PT en partido social-liberal con Lula. Y, recíprocamente, el hecho que el PT tenga las riendas del poder brasileño no se explica sin la emergencia de la potencia brasileña. Para el capital siempre hay una salida para salir de la crisis, si no hay soluciones obreras. El problema es que el coste social, ecológico, humano, es cada vez más terrible.
También en ese cuadro me gustaría volver sobre los procesos revolucionarios en el mundo árabe. De entrada son revoluciones, en el sentido que “las masas hacen irrupción en la escena social y política”, son revoluciones democráticas y sociales. Pero ahí también hay un desequilibrio entre el proceso revolucionario y su traducción política “democrática y social”. El empuje de masas está ahí, y va a continuar, pero la combinación de la destrucción durante decenios de dictadura, las derrotas del nacionalismo árabe y de las izquierdas nacionalistas o socializantes, los efectos de las reformas neoliberales, la acumulación de fuerzas por los movimientos islamistas…todo esto desemboca, en esta etapa, en victorias electorales de los islamistas, con la benevolencia o apoyo de las potencias imperialistas y la intervención activa de los países del Golfo, como Quatar. Movimientos islamistas que conocen también procesos de diferenciación entre los partidarios del modelo turco del AKP y los salafistas, hay toda una gama de corrientes reaccionarias. Pero el empuje democrático está ahí. Y va a continuar trabajando en el mundo árabe. Da nacimiento a nuevas organizaciones sindicales independientes como en Egipto, o a un surgimiento de fuerza a la izquierda. Pero esto pesa mucho menos en el balance de la relación de fuerzas que los movimientos islamistas.
Pero esas “brechas” o “desincronizaciones” entre la resistencia social y la debilidad de las fuerzas de la izquierda radical no es nada nuevo en el nuevo periodo que estamos viviendo. Si ponemos los problemas en términos del cambio mundial que existe en un nuevo periodo histórico después de muchos siglos de dominación de Europa y Estados Unidos, si hay cambios estructurales del capital escala mundial, un nuevo lugar de los estados-nación en la globalización, una crisis de la democracia parlamentaria estructural, una tendencia a la integración de los sindicatos –Trotsky evocaba esta tendencia ya en los años 40- una marcha hacia regímenes autoritarios…todo esto ¿podría dejar de tener consecuencias sobre la realidad del movimiento obrero, el lugar de sus partidos? ¿No ha terminado un ciclo histórico para el movimiento obrero europeo tal como ha estado configurado desde fines del siglo XIX y a lo largo del XX? ¿La globalización y la crisis del Estado-nación no zapan la base de los partidos y sindicatos tal como han sido constituidos en el curso de decenios? Estamos todavía, y más que nunca, en tiempos del capitalismo, capitalismo que nutre la lucha de clases, sus resistencias, sus organizaciones, pero lo más probable es que van a surgir nuevas organizaciones que habrán tejido lazos con el pasado, pero serán fundamentalmente nuevas y, sobre todo, formadas por nuevas generaciones.
Y aquí hay una responsabilidad histórica de los revolucionarios, y más particularmente de los trotsquistas: hemos mantenido una línea de resistencia, de frente único contra la crisis o la austeridad, las referencias a un programa revolucionario. Pero nos debatimos entre la vuelta a la izquierda revolucionaria clásica –la extrema izquierda de los años 60 o el mantenimiento de los movimientos surgidos en los 30- y la presión de organizaciones o corrientes reformistas de izquierda. Nosotros ya habíamos discutido la necesidad histórica de salir de una situación de la que nos considerábamos “la oposición de izquierda al estalinismo”. El estalinismo se ha hundido. Pero, atención, hay todavía partidos post-estalinistas incluso si están considerablemente débiles. Pero no llegamos a salir de estas concepciones marcadas por la situación de oposición de izquierda. Nos es difícil tomar toda la dimensión que comporta una reorganización del conjunto del movimiento obrero y social. Tenemos dificultades en definir un proyecto independiente que a la vez nos permita hacer política. Nos es difícil formular un proyecto independiente a largo plazo. Esto lleva también a repensar un programa para el siglo 21: la Cuarta Internacional ha empezado a reflexionar sobre la necesidad de un nuevo programa ecosocialista. Estamos al principio y ya vemos las consecuencias de la salida de la energía nuclear, por ejemplo.
¿Qué implicaciones tiene reformular un programa de transición? ¿Retomar la discusión sobre la democracia, las relaciones entre democracia directa y democracia representativa, entre democracia en las fábricas y la de las comunidades? ¿Y sobre los ejes estratégicos de una conquista del poder por los trabajadores, o sea, las grandes líneas de un proyecto de emancipación, con el centro en la auto-actividad de los trabajadores? La cohesión programática que teníamos en el siglo pasado, o la que quizás creíamos que teníamos, que era la fuerza de los trotsquistas, aunque cada corriente a su manera, no puede responder ya a los desafíos del siglo 21. Estamos ante una cierta pérdida de substancia programática, política, estratégica. Una serie de elementos fundamentales para construir una formación política que la aceleración de la historia nos pone hoy en dificultades a los revolucionarios.
Más preguntas que respuestas.