Nunca
una victoria electoral de l@s ubicados nominalmente en la izquierda
alternativa había pasado tan inadvertida para el trabajador medio
griego como la alcanzada por Tsipras el domingo 20 de Septiembre. Un
estudiante anticapitalista en el barrio de Exarchia había dicho que
en estas elecciones se
votaba entre anacondas, caimanes y cocodrilos, que al final sí o sí
ganaban los reptiles. Merkel,
Juncker y Draghi están de enhorabuena porque Syriza ya no es un
quebradero de cabeza para su proyecto.
El
desengaño llevaba el nombre impreso de “No hay alternativa” y se
transformó en un nuevo parlamento abrumadoramente pro-memorándum.
La
papiroflexia de Syriza para plegarse a los dictados de la troika sin
fisuras demarca unos límites y envía el demoledor mensaje a la
clase trabajadora de que no es posible romper el molde cuadrado
sistémico con un círculo decididamente anticapitalista. Por eso
esta vez el establishment no ha hecho campaña porque no había
sobresalto posible.
Una
mayoría social confusa vuelve a arrojar los mismos dados
El
vergonzoso mensaje del presidente saliente en campaña fue que con
Syriza serían minimizados los daños del acuerdo con la UE, al
tiempo que el líder conservador Meimerakis le tendía la mano y le
daba la bienvenida a la cordura. Era muy normal que a uno se le
quitaran las ganas de votar tras escucharlo decir no descartar un
pacto con el PASOK, al que ofreció el mismo domingo entrar en el
gobierno. Comprensible si el aval para enfrentarse a la austeridad ha
sido papel mojado hasta 2 veces en 7 meses.
La
desorientación y el profundo hastío llevaron a una abstención
histórica que empañó un renovado pero a la vez desganado apoyo de
los sectores populares a Syriza, muchos de éstos agarrados a una
oferta conocida aunque muy deslucida frente al retorno de la pareja
PASOK-Nueva Democracia, las viejas fuerzas del régimen. La
alternativa para el votante medio de izquierdas a Syriza era votar de
nuevo a Syriza, o bien el caos de arriesgarse a experimentar, algo
que esta vez tampoco tocaba.
La
consecuencia inmediata de esta alta abstención es el reforzamiento
de Amanecer Dorado, que apenas pierde votos y se presentaban como los
“verdaderos enemigos de la troika”. La consolidación
parlamentaria de un partido abiertamente nazi en uno de los países
de Europa que se enfrentó al fascismo en el siglo XX es aterradora.
El dato no fue puesto en consideración lo suficiente en los análisis
post-electorales nacionales, pues en los últimos meses el perfil de
Amanecer Dorado ha sido bajo.
El
dato verdaderamente alarmante es que en estas elecciones una amplia
mayoría del voto del desempleo, tanto juvenil como adulto, fue
recogido por los nazis. Y se revela por primera vez como el partido
más votado por los griegos que aún no han cumplido ni 25 años.
Saben que un caladero de votos es la juventud sin futuro a la que
Tsipras ha dado de lado en menos de un año. No en vano Kasidiaris
cree que con el apoyo de muchachos patriotas podrán gobernar una
Grecia soberana en 10 años. Temblemos.
Pero
hay que señalar cómo la apreciable pérdida de apoyo en votos de
Syriza-ANEL con la gestión de la negociación-capitulación, ha sido
frenada por el centro político, a su vez agradecido por hacerse
imprescindible: si bien El Río aún no puede tutear a Syriza y se
despeina, el denostado PASOK, que se veía aplastado y recurrió a
una fiel a la línea Papandreu para evitar una catástrofe, coge
vigor y recupera un pequeño nicho de votos. El viejo tanque
dinástico resucita gracias a la fuerza que nació para acabar con
él. Y el bonus es la entrada de Unión de centristas, que se cuela
por carambola.
Ingenuidad
o ausencia de perspectiva real puede achacarse a tant@s que confiaban
en que el decepcionante Tsipras podría verse corregido por la
colleja coherente de Unidad Popular, los fieles al programa de
Salónica, en el que Varoukakis firmó tajante que el futuro gobierno
de izquierdas no pondría en discusión los tratados ni la
estabilidad de la Eurozona. Ni Lafazanis ni Lapavitsas, que se
abstuvieron con el rescate y se divorciaron de Syriza hace sólo un
mes, podrán ser la oposición de repliegue nacional.
El
KKE mantiene su apoyo y vuelve a presentarse con las cartas marcadas:
su falta de compromiso en hacer oposición a las leyes del
capitalismo con iniciativas concretas. El no querer señalarse en el
referéndum no sorprendió a la izquierda. Aunque dispuesto a
demostrar su gran potencial militante, renuncia obstinadamente a
convertirse en un importante activo en el bloque de fuerzas
antimemorándum, rechazando cualquier emplazamiento, ya sea de Unidad
Popular o de Antarsya, a mancharse las manos.
La
coalición Antarsya-EEK ha sido la única fuerza en el muy plural
mapa electoral que ha aumentado su influencia numérica en términos
absolutos. Un 0,85% digno, el segundo mejor resultado histórico para
la izquierda extraparlamentaria, que refleja al menos que se han
hecho los deberes en la lucha de clases, contra los viejos y el nuevo
memorándum. La tarea por delante es ardua: verse conminada en el
nuevo ciclo a una enésima vez a la unidad electoral y no perder el
lugar natural de lucha.
Syriza
gana el gobierno y cierra el círculo de colaboración de clase
La
reciente entronización de Tsipras en el salón de palacio de la
troika es al mismo tiempo el suicidio asistido de la formación
Syriza como opción electoral en el combate contra las políticas de
austeridad. No sólo no se pone en cuestión el nudo gordiano a pesar
del impulso al Comité de la verdad sobre la deuda pública griega,
sino que se camina sin airbag en la dirección contraria. La victoria
de este Septiembre cierra por completo la hebilla: de la colaboración
de clases a ser de la clase contraria.
La
izquierda anticapitalista europea tiene una responsabilidad en su
condescendencia con Syriza. La gravedad del peso del resultado para
nuestra clase es de calado. No estamos ante un nuevo reformismo que
ha sufrido un grave traspiés en el ejercicio del poder, sino que
debemos hacer frente a un perfecto y asimilado gestor del capitalismo
más violento. Es evidente que el mejor alumno de Merkel ha sido
Tsipras, reeducado hasta lograr que Grecia votara sin dar miedo a la
prima de riesgo.
El
resultado de las urnas no puede enmascarar lo irresoluble de la
maraña política para el país, la propia Syriza como formación y
la clase dominante. El día después de estas elecciones no inicia
una estabilización mayor del sistema ni el inicio de otro período,
sino que la digestión de la crisis capitalista en Grecia está muy
lejos de acabarse. La novedad es que no habrá por primera vez desde
el rescate de Papandreu oposición antimemorándum real en el
parlamento.
Por
mucha satisfacción de las élites políticas y económicas
dominantes, el resultante cocido electoral ni consolida la
gobernabilidad ni asegura paz y tranquilidad a Syriza, que debe darse
ya amortizada como fuerza de cambio, en la urgente aplicación de las
medidas. Tampoco impone calma dentro del partido, pues el sector del
exministro Tsakalotos, el de “los 53”, hace guardia y prohíbe
alargar este trance promemorándum al conjunto de la legislatura,
aunque es totalmente descartable otra ruptura.
Una
proporción significativa - cuyos resortes y motivos sería
interesante analizar - del escaso desgaste de Syriza ha nutrido bien
a la izquierda anticapitalista, que estaría en buenas condiciones de
recoger las manzanas una vez desenmascarado el presidente si el
proceso de politización hubiese sido otro. Unidad Popular es la gran
derrotada de esta cita a pesar de hacer un buen roto moral a Tsipras
de 155 mil votos. La pulverización de la veintena de diputados de la
Plataforma de Izquierda debe abrir una reflexión a quienes se
aferran a la hipótesis del “poder popular” combinado.
En
su reciente análisis, Unidad Popular decepciona profundamente al
atribuir sus 0 parlamentarios a la dificultad de convencer a los
votantes de que el regreso al dracma era opción imprescindible para
enfrentarse a la troika. Han buscado un espacio a la izquierda de la
dirección del sector del antiguo Synaspismós donde no era posible
construirlo, sobre todo sin apostatar de su apoyo sin fisuras a
Syriza hasta una semana después de la firma del memorándum. La
“salida ordenada de la zona euro” señala precisamente sus
terribles contradicciones.
En
la práctica se ha resuelto que las dos caras del reformismo griego
se han negado y se niegan a asumir la única hoja de ruta encaminada
para romper con la troika y sus chantajes, la de la vía abrupta y
única posible, con las instituciones capitalistas, las
internacionales pero también las griegas: salida unilateral y
favorable a nuestra clase con nacionalización y control de l@s
trabajador@s de la banca, expropiación de los grandes capitales,
suspensión del pago de la deuda y prohibición de los despidos, todo
sobre la cresta de un proceso de movilización sostenida que la
imponga.
Ante
el escenario que abre el abrazo de Tsipras y Kamenos no hay tiempo
para lamerse las heridas. Con la movilización conscientemente
frenada y un reformismo entregado al neoliberalismo más feroz,
legitimada por primera vez la austeridad con la fuerza de quienes
decían que iban a combatirla, Tsipras redobla la aplicación de las
medidas de los que eran antes sus enemigos. Ni el gobierno de Enero
ni mucho menos éste será el de las y los trabajador@s. No debe
haber ni un centímetro de margen, ni un segundo de descanso, para
hacer ver que la fuerza obrera helena respira después del 20S.
Porque
el gobierno entrante llega con una soga bajo el brazo y con un plan
de nuevo saqueo a costa de las pensiones, las jubilaciones, nueva
reforma laboral, aumentos en el sistema impositivo, suspensión de
los subsidios, privatizaciones de los puertos, aeropuertos,
ferrocarriles y eléctricas y oleada de despidos masivos, en
definitiva una declaración total de guerra de clase en este tercer
memorándum que no admite paños calientes por parte de las y los
trabajador@s en Grecia.
No
podemos permitirnos que el movimiento obrero caiga ahora en la
desmoralización. Ante la oleada de privatizaciones y despidos que se
avecinan no se puede dejar que el gobierno Syriza-ANEL arramble con
la clase trabajadora y que el campo abonado se convierta en carnaza
para el fascismo. Desde antes de constituirse el nuevo gobierno hay
que llamar a reconstruir el “NO hasta el final” a toda la
izquierda sindical, política y social antimemorándum. Hay que ganar
la calle desde la primera hora de mañana.
L@s
revolucionari@s debemos estar desde el minuto cero con el caldo
hirviendo de las luchas obreras de aquellos trabajadores que no se
resignan a ver privatizado el puerto de El Pireo, con los comités
que se autoorganizaron para volver a emitir desde la Radio televisión
pública y no aceptan el gestor nombrado por Tsipras, con las
organizaciones estudiantiles que acaban de anunciar “guerra
abierta” a la subida de tasas y al lado de todos los golpeados por
este gobierno capitalista. El sistema sigue siendo inestable en
Grecia y la correlación de fuerzas puede cambiar. Segur que tomba…