La victoria por mayoría absoluta de las opciones que incorporan la reivindicación independentista en sus programas es una realidad incontestable en clave parlamentaria. Junts pel Sí –coalición nucleada alrededor de la derecha convergente, ERC, diversos colectivos escindidos del socialismo y personalidades de la llamada sociedad civil- se constituye como fuerza hegemónica tras las elecciones. En el otro extremo del independentismo se refuerza una formación de carácter marcadamente anticapitalista como es la CUP-Crida Constituent. Esta opción, al mismo tiempo, se estructura en base a una red municipalista muy enraizada en el país y recibe el apoyo de la mayoría de grupos de la izquierda anticapitalista, del conjunto de la izquierda independentista y de sectores destacados del activismo social, cultural y sindical más disidente y comprometido.
Asistimos además a una reconfiguración del mapa electoral que, al mismo tiempo, visibiliza una escisión del doble eje de país y social. En términos más precisos, la situación refleja las paradojas, las dificultades y las contradicciones que presupone la articulación de un modelo de construcción política que ahonde en las intersecciones entre la cuestión nacional y la lucha de clases, sus formas y expresiones concretas en un marco nacional y el efecto de este en el marco de la crisis del régimen.
La correlación de fuerzas resultante de estos comicios plantea otro elemento a considerar. Se percibe una escisión político-cultural en lo relativo a los referentes políticos y partidarios y en todo el espectro parlamentario. Este elemento está íntimamente relacionado a la incapacidad de la izquierda reformista catalana de incidir en la disputa de la hegemonía a la derecha convergente. Una izquierda inhabilitada para promover un modelo de país al margen de una mera alternancia bipolar como la que ha presidido la política catalana desde los años ochenta.
Estas elecciones describen una doble cosmovisión de la política catalana basada en un reduccionismo que, de una parte, vincula lo nacional a la derecha y lo social a la izquierda y, de otro lado, la problemàtica que conlleva la acentuación de los denominados ‘marcos mentales catalán y español” y sus antagonismos en clave identitaria.
La clave ‘española’ del 27S tiene pués su correlación interna y los resultados de Ciutadans (con la carga de anticatalanismo y de populismo que conlleva), el declive del PP y del PSC-PSOE o el pinchazo del experimento de la confluencia entre Podemos, ICV y EUIA, son datos a añadir a este complejo mapa de la política mutante en Catalunya.
Desde una perspectiva anticapitalista hay que redundar en “el factor CUP”. A la vista de las diversas experiencias de construcción y de representación del anticapitalismo de combate (intersante también en clave de estado español y europea), habrá que tener una consideración muy especial por lo que representa este espacio en ascenso, por su vinculación a las luchas de classe, democráticas y a favor de las diversas soberanías que configuran un todo emancipador (ecología, feminismo, derechos sociales, creación de espacios liberados, nuevas institucionalidades en el mundo local). La CUP y, significativamente, la CUP-Crida Constituent define un terreno de ruptura, un espacio dinámico de organización desde abajo, un marco de confluencias y de radicalidad, una apuesta para acabar de una vez por todas con el maniqueismo y la rémora de los tiempos de la escisión entre ‘lo nacional’ y lo ‘social’.
La perspectiva anticapitalista e internacionalista, en el caso de la CUP, aumenta día a día y configura la mejor notícia de estas elecciones pero, más importante todavía, nos indica que es posible construir escenarios y organitzaciones amplias de ruptura, lejos del populismo telepolítico de unos o de las versiones estéticamente renovadas del reformismo de siempre.
Sin duda la CUP-CC tiene ante si numerósos retos comenzando por la necesaria coherencia con un programa que apuesta por impulsar un proceso constituyente de masas y que al mismo tiempo deberá mantener a tono una propuesta necesariamente antagónica con el modelo y los actores que mantienen la hegemonía en Catalunya. Ese reto no es solo el de la CUP-CC. Es y debe ser el del conjunto del movimiento real de cambio y de ruptura. En Catalunya el combate es de clase y nacional o no será.
No hay comentarios:
Publicar un comentario