sábado, 29 de septiembre de 2012

1977: La Diada obrera y nacionalista

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Con ocasión de la última Diada, sin duda la más masiva y la más contundente de toda la historia, se ha vuelto a hablar del precedente del 11 de Septiembre de 1977. Entonces, se cifró de un millón (de segadors, se añadía citando otro evento del imaginario social y nacional catalán), aunque luego, estudios más fiables cifran en alrededor de 750.000 asistentes, más o menos…Celebrar. Conmemorar una derrota nacional, es algo inusual, sin duda extraordinario. No sé de nada parecido por más que en otros lugares no faltan motivos. Podrían haberse dado 11-S en Castilla en honor a los comuneros; en Galicia con los “Hermandiños”, o en Valencia con las “Germanias”, o en Andalucía con la despreciable expulsión de los “moriscos”, pero no ha sido así.

Es evidente que ante semejante torrente humano, hay que hablar de cifras aproximadas. Lo cierto es que en aquel lejano día era imposible caminar incluso por las calles adyacentes, y cuando la cabeza llegó a su destino, todavía quedaba mucha manifestación que no había dado el primer paso. El ambiente era exaltado, los más viejos podían rememorar el 14 de abril de 1931 (cuando la alegría del pueblo ocupó las calles de la ciudad), o el legendario entierro de Durruti. Era el primer Once de Septiembre legal que se celebraba en Barcelona desde que la barbarie franquista ocupó Cataluña como antes había ido ocupando el resto del Estado.

El primer 11-S legal que se quiso celebrar en Barcelona fue el anterior. Efectivamente, en 1976, la Assemblea de Catalunya tenía previsto hacer la manifestación en Barcelona, y lo siguió pensando en hacerlo cuando el Gobierno Civil que seguía las órdenes que desde Madrid impartía el inevitable y siniestro Martín Villa, pero finalmente optaron por la negociación. Algunas de las propuestas gubernativas fueron “de coña”, por ejemplo, sugirieron un teatro, pero finalmente se optó por Sant Boi, un pueblo del Llobregat famoso sobre todo porque ubicar el “manicomio” (“Tenías que estar en Sant Boi”, se decía de alguien que se consideraba “majareta”, así iban las cosas), que aquel día se llenó de una riada humana que, en buena medida, prefiguraba lo que sería el año siguiente. Situado en discrepancia, uno no pudo por menos que sentirse identificado con la honesta advertencia de Jordi Carbonell: “Que la prudencia no nos haga traidores”. Nadie imaginaba hasta qué extremo llegaría la prudencia. Un año más tarde habían cambiado bastante las cosas, ya no estamos en vísperas de casi todo sino después de las elecciones de 15 de junio, las primeras elecciones democráticas desde febrero de 1977 aunque ahora la prudencia tenía un mandato: ganaba la derecha o la derecha. En Cataluña, aunque la mayoría votó por el PSC-PSUC. También gano la derecha, pero aquí hizo falta una maniobra: traer a Tarradellas, el President de la Generalitat en el exilio, lo que demostraba por sí hacía falta, que cuando a la derecha le servía un republicano, venía a decir lo mismo que Groucho Marx, “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”… Pero todavía había “marcha”, y el pueblo ocupó las calles. Nunca se habían visto tantas senyeres. Las había por todas partes, eran el elemento unificador, se combinaban con todas las demás. Pero no estaba sola, ni mucho menos. También estaban las rojas del movimiento obrero, más ikurriñas, cubanas, y las verdiblancas de los emigrantes andaluces. Hay que recordar que el Partido andalucista obtuvo dos diputados en el primer Parlament…

A las nuevas generaciones quizás les cuesta imaginar toda la masa que arrastraba el PSUC en aquel tiempo. Me acuerdo que el “tovarich” José Borrás decía que “el PSUC le pegaba una patada a una lata y salía una asamblea”. Estaban en todas partes, sobre todo entre la gente trabajadora de las empresas y los barrios, Los socialistas tuvieron que sacar pecho pero no había comparación posible. Al menos a mí su grito “!Visca, visca, visca, Catalunya socialista¡”, me suscitaba descreimiento. Parece obvio que no podían referirse a un régimen socialista, aunque por aquel entonces hasta Jordi Pujol y otros, se reclamaban de una socialdemocracia como la sueca, o sea la de Olf Palme, ya me dirán. Todavía el PTE arrastraba un torrente inusitado de personal. No en vano se decía que habían reunido medio millón de personas en un acto electoral –con ERC que se acababa de despertar pero que colocó a Heribert Barrera como diputado-, aunque quizás fuese la mitad. Otros grupos menores de la izquierda radical y del independentismo catalán (PSAN) hacían lo posible por hacerse oír, y creo que la LCR lo conseguía gracias a un potente megáfono y a la voz potente de pletórico Pau Pons que metía el dedo en la llaga de lo que se estaba fraguando.

También se hicieron notar los colectivos más diversos, sindicatos, asociaciones de vecinos, entidades varias como la Coordinadora de Disminuidos que se encontraban en pleno apogeo, y que según me contaban, habían tratado de ponerse unos metros por delante de la cabecera ocupada por las patums, o sea los que la Asamblea de Cataluña había decidido, pero no le dejaron. Luego vino el declive, y la Coordinadora se desmoronó desde dentro. Allí estaba toda la gente que se movía, y otra gente que se empezaba a mover.
Se gritaban sobre todo las consignas de la Assemblea de Catalunya que aquel día se despedía: llibertat que algunos ya creían en la mano, la amnistía que se entendía en una única dirección, la gente que seguía presa o perseguida por luchar contra el régimen, y Estatut d´Autonomia, sin muchas más precisiones aunque en aquel tuvo lugar una campaña en los medios explicando que la experiencia del 6 de Octubre de 1934 no se podía repetir. Fue una de las cosas que más claramente declaró Tarradellas contra el que un pequeño sector de la manifestación gritábamos: “!Fora Tarradellas, no volem titellas¡”. Detrás de todo esto venía prefijado por un acuerdo entre la Assemblea de Catalunya y Coordinación Democrática se comprometieron el 26 de mayo de 1976 “a apoyar para las restantes nacionalidades y regiones del Estado español el derecho al reconocimiento de su personalidad y de los correspondientes derechos políticos”. Dicho de otra manera: la generalización de las autonomías fue un acuerdo firmado por toda la oposición dos años y medio antes de promulgarse la Constitución. Un Estado de las Autonomías diseñado contra el derecho de autodeterminación.

Detrás de todo aquel movimiento desde abajo existía otro pacto muy diferente. Gracias a la influencia del PSUC, de aportaciones como las efectuadas por Manuel Sacristán que, en líneas generales, eran acopetadas por la izquierda radical, se había establecido un compromiso en el que la lucha por la libertad nacional de Cataluña se establecía como parte de una lucha general por los derechos democráticos y sociales, todo vistos como una misma cosa. No era de otra forma como se explicaba cuando alguien en tal o cual asamblea o reunión ponía en cuestión que “Cataluña tuviera que ser distinta al resto de España”. Era cuando se le respondía al trabajador en cuestión –y recuerdo un vecino que trabajaba en la SEAT y que era un poco duro de molleras, un estalinista bastante especial que militaba en la CNT con el que las relaciones podía producir chispas-, se le argumentaba que Cataluña tenía su propia historia, que el franquismo había tratado de aniquilar la cultura y las instituciones catalanas, que el catalanismo democrático era antifranquista. Y solía añadir: “…lo mismo que defendemos los derechos de los trabajadores, también defendemos los derechos democráticos, etc, etc”. O sea que se podía hablar de dos caras de una misma moneda.

Como consecuencia del protagonismo del movimiento obrero en la lucha antifranquista los derechos nacionales eran vistos como una prolongación, y como consecuencia de la orientación política dominante en dicho movimiento –comunista oficial por razones históricas muy precisas-, lo mismo que el discurso de las conquista se fue “jivarizando” para quedar en el sistema de la “negociación” sin movilización, se adoptó el Estatut de Sau de 1979, que quedaba a mil años de las pre4tensiones del 6 de Octubre del 34 porque nadie quería ver a los militares en el balcón de la Plaça Sant Jaume. El tiempo que sigue vendrá marcado por el abandono de los dioses de la izquierda, y por el contrapunto del ascenso de los dioses del nacionalismo lingüístico y conservador. Un plato en el que también comerá a una izquierda hasta cuando presume de “transformadora”, se limita a las reglas del juego de la gestión de un sistema en el que todo está atado y bien atado.

En los últimos tiempos, el viento ha comenzado a soplar en otra dirección. Hemos asistido al impulso del vibrante 15M catalán donde, sobre todo en Barcelona, las exigencias nacionalistas fueron rechazadas porque podrían causar división en un movimiento que apunta contra el despotismo neoliberal…Ahora acabo de asistir a la confirmación clamorosa de una apuesta independentista contra el despotismo españolista –me pregunto: ¿cómo se puede hablar del hecho nacional sin mencionar la prepotencia españolista?- surgida desde la Cataluña profunda, y a la cual CIU no podía dar la espalda si no quería hacerse el “harakiri”. Sobre el papel, el encaje entre una parte y otra no resulta fácil, sin embargo, me parece evidente que por debajo de este independentismo subyace el mismo malestar ciudadano y social. Nuevamente se plantea la necesidad de caminar con las dos piernas.

P.D. Como supongo que alguien preguntará sobre mi “nacionalismo”, quiero responder que siempre he creído en aquello que decía Paul Lafargue: “Sois todos hermanos y todos tenéis un enemigo común: el capital privado, sea prusiano, británico o chino”. Sin internacionalismo, sin una dimensión social antiburguesa, el nacionalismo apesta. Pero hay muchos nacionalismos, y creo que en mayor o menor grado todos los somos. La vocación internacionalista no tiene porque estar reñida con la nacional lo mismo que el afecto por tu madre no te impide estimar a los demás, especialmente a los de abajo, a los que sufren miseria y opresión. En cuanto al asunto tan controvertido de las identidades, el internacionalista también se siente español en el extranjero (aunque como decía Sacristán sea la España que quede una vez los demás escojan su relación con ella), andaluz o mestizos como nos sentimos los de procedencia emigrante. Sí hay un referéndum, yo lo tengo claro: votaré independencia. Primero por afinidad con una mayoría que se moviliza por sus derechos, y después porque esta España grande de los Borbones y sus espadas, me avergüenza.

“Gallardón ha lanzado una declaración de guerra a las mujeres”

Elena Cabrera/eldiario.es

“Gallardón, no quiero ser madre” es uno de los lemas que se corearán en las manifestaciones convocadas para celebrar el 28 de septiembre como Día de Acción Global por el aborto legal, seguro y gratuito. Es un aviso al ministro de Justicia que declaró que “la maternidad es lo que hace a las mujeres auténticamente mujeres”.

Justa Montero estará en la manifestación de Madrid. Lleva 40 años defendiendo los derechos de las mujeres, en especial los reproductivos, sexuales y afectivos y este año y el que viene tiene mucho trabajo extra. Justa cofundó la Asamblea Feminista de Madrid y forma parte de la plataforma Mujeres ante el Congreso.

¿Cómo debería ser una ley del aborto?
Debería ser una ley muy mínima porque lo importante es regularlo como una prestación sanitaria más. El principio que la fundamente debería ser el respeto a la decisión de la mujer. Cada mujer puede decidir interrumpir el embarazo por circunstancias muy diversas y nadie está legitimado para hacer un proceso moral sobre ello. Desde el punto de vista legal, debería desaparecer del Código Penal, donde solo estuviera tipificado como delito el aborto que se produce contra la voluntad de la mujer. También debería regular la objeción de conciencia para que se garantice que en todos los hospitales públicos existe personal sanitario para atender las demandas de las mujeres. Desde el feminismo siempre hemos reivindicado que se respete y se reconozca la capacidad ética de las mujeres para decidir sobre todos los aspectos de nuestra vida, particularmente sobre aquellos tan íntimos como la sexualidad y la maternidad como una posibilidad.

¿Es posible que una ley condicione y coaccione el papel de las mujeres ante la maternidad y la crianza?
Lo que es sorprendente es que tanta gente esté interesada en regular las cosas relativas al cuerpo y la sexualidad de las mujeres. Es algo que dice muy poco de la democracia real. Las leyes han de ser garantistas de los derechos, y no limitar y acotar los derechos de autonomía personal, sexual y corporal. Lo que suscita tantísima contestación e indignación a las mujeres y al movimiento feminista es que la jerarquía eclesiástica, los políticos y parte de la clase médica se pongan a opinar y a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra autonomía. Que cada uno decida y opine sobre su vida en particular y sus opciones concretas pero que no intente moralizar y dictaminar cómo las mujeres tenemos que sentir, vivir, disfrutar, tener placer o no, ser madres, cuándo, con cuántos hijos. Las que quieran ser madres que lo puedan ser y que no se vean luego sometidas a estas leyes laborales y estos recortes que hacen imposible que realmente puedan vivir la maternidad disfrutándola y ofreciendo una vida digna a las criaturas. La maternidad es una opción.

La plataforma Derecho a Vivir se reunió esta semana con el secretario de estado de Justicia. ¿Qué oportunidad están teniendo las mujeres de intervenir en el desarrollo de la futura reforma de la ley del aborto?
Al ministro de Justicia se le ha pedido una entrevista por parte de las asociaciones feministas que integran la plataforma de Mujeres ante el Congreso desde el mes de julio y ha dado la callada por respuesta. Nadie sabe quién forma el comité de expertos que le está asesorando. No ha llamado a ninguna de las asociaciones feministas que venimos desde 1975 defendiendo el derecho a decidir de las mujeres. No ha llamado a profesionales sanitarios que trabajan en el campo de los derechos reproductivos. El ministro de Justicia está siendo el portavoz de las opiniones del fundamentalismo de la jerarquía eclesiástica de la Iglesia católica y está ejerciendo de portavoz de todo lo que se discutió en el congreso que hubo en Madrid sobre la familia, donde se reunió lo peor de lo peor de lo peor del conservadurismo y la derecha ultramontana y patriarcal a nivel internacional. Él está diciendo lo que dice esta gente, que quiere proteger el derecho por excelencia de las mujeres que es el derecho a ser madres, esto es un ataque en toda regla, eso es una declaración de guerra a las mujeres. No es que nosotras no queramos que se proteja la maternidad, somos las primeras que defendemos que se amplíen los permisos también a los padres, que haya más escuelas infantiles y recursos, pero esto que dice Gallardón responde a ese modelo que defienden los sectores más patriarcales y conservadores, que quieren imponer en este contexto de crisis un cambio radical del modelo social en el que vivimos, donde la familia nuclear tradicional vuelva a ser el centro de la vida social. Y que además se aproveche ese momento para legitimar todos los recortes que se están haciendo en servicios sociales, en sanidad y ahí donde el Estado se está lavando las manos en lugar de atender las necesidades de la gente, como los recortes en materia de dependencia y que por lo tanto en la familia la mujer vuelva a ocupar el papel tradicional de cuidadora y ese sea su objetivo en la vida.

¿Qué se sabe de la nueva ley?
Estamos muy preocupadas sobre lo que sabemos de las intenciones de la reforma de Gallardón porque su propuesta supone cambiar lo de las 14 semanas, obligar al permiso materno y paterno de las jóvenes y limitar la despenalización al riesgo de salud para la mujer, con el miedo de que la interpretación que haga Gallardón no sea como se ha hecho hasta ahora y como plantea la OMS, es decir una interpretación global de lo que es la salud como bio-fisíco-psicológica, sino una interpretación restrictiva que lo entienda como casos graves de la salud de la mujer y eso supondría volver a una situación de aborto clandestino y de enormes desigualdades donde muy pocas podrían hacerlo aquí, algunas podrían hacerlo fuera y otras pondrían en riesgo su vida recurriendo a métodos clandestinos. Lo que nos jugamos con la reforma de Gallardón es muchísimo. Es una ofensiva ideológica y política contra los derechos de las mujeres. Supone deslegitimar todo lo que hemos conseguido hasta ahora. Es una cosa totalmente cínica porque todo el mundo sabe, porque es lo que sucedió antes del 85 y sucede en otros países, que una mujer que quiere interrumpir el embarazo lo va a hacer, porque son causas muy profundas y muy claras para ella.

Y para terminar, ¿qué opinas de la Ley 2/2010, la ley aún vigente mientras Gallardón no la reforme?
Nació ya muy contestada por las asociaciones feministas porque, tantos años después la primera despenalización en 1985 y tras pasar por un periodo en el que hemos defendido a las mujeres frente a juicios, denunciado los límites de la ley y planteado cuáles eran los aspectos que debía recoger para resolver los problemas de las interrupciones de embarazos no deseados, que se aprobara una ley con limitaciones nos parecía un nuevo fiasco.
Evidentemente la ley de 2010 impuso algunos cambios positivos. Por primera vez se reconoce que las mujeres pueden abortar, en las primeras 14 semanas, sin tener que decir cuál es la causa. Pero, ¿por qué se respeta el derecho a decidir hasta la semana catorce y en la quince ya no? Es una arbitrariedad desde el punto de vista ético. Además, se somete el derecho a la decisión de las mujeres a posteriores tutelajes ya que, antes de hacerlo, se le entrega a la mujer un sobre cerrado con informaciones sobre la adopción y sobre asociaciones que le pueden informar que son, en el caso de la Comunidad de Madrid, en un 80 por ciento, asociaciones anti-elección. Además de esto, que ya es una afrenta, se obliga a las mujeres a tres días de reflexión. Tres días para que piensen si mantienen la decisión que han adoptado inicialmente. Esta es una cosa que no sucede con ningún otro aspecto médico. Si una mujer ha decidido abortar, pues lo ha decidido, no tiene que someterse a procesos de verificación especiales.

¿La actual ley está garantizando el aborto como prestación sanitaria?
No se ha resuelto satisfactoriamente la normalización del aborto como prestación sanitaria, es decir, que se pueda realizar en la red sanitaria pública. Tampoco la regulación de la objeción de conciencia, porque se menciona que existe pero no entra a lo concreto. No llega al 2 por ciento los abortos que se realizan en la red sanitaria pública, el resto van a las privadas y concertadas.

Y el punto más conflictivo es el de las mujeres jóvenes.
Esta ley no obliga a que las mujeres entre 16 y 18 años vayan con autorización de la madre y el padre pero sí obliga a que la madre o el padre estén informados. Es decir, se vuelve otra vez a una medida timorata. No se afronta de forma clara ni se defiende su derecho a decidir como se hace en la Ley de Autonomía del Paciente en relación a cualquier otra intervención médica.

¿Debe estar el aborto en el Código Penal?
 La del 2010 fue una extraordinaria oportunidad para de una vez por todas sacar el aborto del Código Penal. Y no se hizo. Solo se despenaliza hasta las 14 semanas y en otros dos supuestos. Esto genera una enorme vulnerabilidad jurídica para las mujeres puesto que, como sucedió en épocas anteriores, puede haber personas que denuncien a mujeres que han abortado porque consideran que no se ajustan a los supuestos que contempla la ley. Esta es una ley que introduce algunos cambios positivos pero que está muy lejos de las aspiraciones que en ese momento planteaba el feminismo y no hay tantas oportunidades para cambiar una ley, era ese el momento. ¿Qué pasó? Que se cedió a las presiones de los sectores más reaccionarios del conservadurismo moral y acabó con algunas medias tintas.

“Estaban penalizados los anticonceptivos y nosotras los repartíamos”

Justa Montero comenzó su militancia cuando estudiaba Ciencias Económicas en la Universidad Complutense y participaba en el Movimiento Estudiantil contra la dictadura y por las libertades. En los coleteos del Franquismo, en 1973, se formó una asociación de mujeres universitarias llamada AUP, destacada en las facultades de Periodismo y Medicina. Al poco tiempo y desde su facultad, en Somosaguas, decidieron montar también un grupo de esa asociación y ahí es cuando concentró su activismo en el movimiento feminista. Unos años después, en torno a 1977, se incorporó a un centro que montaron en el distrito madrileño de San Blas, donde había mujeres de grupos de barrios de Canillejas, Quintana o La Elipa. Se juntaron y decidieron abrir un centro de mujeres siguiendo el ejemplo de otras compañeras que lo habían hecho en Cuatro Caminos y Vallecas. “Era la época en la que todavía estaban penalizados los métodos anticonceptivos y nosotras hacíamos charlas para las mujeres del barrio sobre sexualidad y dábamos asistencia ginecológica con ginecólogas que se prestaban voluntariamente y facilitábamos anticonceptivos e información para que las mujeres que lo necesitaran fueran a abortar a Francia, a Londres o a Holanda”.
Ya en el 79 Justa fue cofundadora de la Comisión Pro-Derecho al Aborto cuando comenzaron las grandes luchas por el derecho al aborto en España, entre ese año y el 85, con la defensa de las once mujeres de Bilbao y que en 1983 impulsó una marcha de mujeres hacia La Moncla. Después participó en la fundación de la Asamblea Feminista de Madrid, de la que sigue participando. Esta asociación participa en la coordinadora estatal de asociaciones feministas, que organiza multitudinarios encuentros estatales como el que hubo en Granada en el año 2009. Justa ha contribuido a la redacción de la Guía informativa sobre interrupción voluntaria del embarazo, editada por Mujeres ante el Congreso en septiembre de 2012.

95 Aniversario de la revolución de octubre de 1917. Una luz que no se apaga

Pepe Gutiérrez-Álvarez
Una de las formas de mesurar la importancia excepcional que –todavía- sigue teniendo el legado constructivo de la revolución rusa de Octubre de 1917, es observar como el neoliberalismo no desaprovecha la ocasión para tirar el niño con el agua sucia, que la hubo también. No desaprovechan la menor ocasión, y sin embargo, ahí sigue, como la última gran referencia revolucionaria con sus luces, y a pesar de sus sombras.

Desde 1989 hasta finales del siglo XX, la ofensiva neoliberal llegó a ser realmente agobiante. Llegó a arrastrar a la socialdemocracia invertida, y de paso a muchos comunistas que, arrepentidos de sus pecados de juventud, consiguieron finalmente cumplir su sueño de llegar al poder. Aunque fuese por la puerta falsa. Maltratada, vilipendiada, deformada, amputada, lo cierto es que la revolución rusa de 1917 fue un punto axial en la historia, tan determinante que hasta sus más feroces detractores se ven todavía obligados a denigrarla. Es el acontecimiento que ha permitido hablar del “siglo soviético” (Moshe Lewin), y no creo que nadie pueda dudar de que se trate del más influyente del siglo pasado ya que su influjo resultó determinante en todos los demás (ascenso del nazismo, guerra española, segunda guerra mundial, etc). Su cadencia empero, está todavía lejos de remitir ya que ahora el discurso dominante trata por todos los medios de imponernos su negación completa, asegurando que fue un desastre “desde el primer día” (Antonio Muñoz Molina dixit). Y es que, al igual que la revolución francesa, la revolución de Octubre continuará polarizando la opinión mundial todavía durante mucho tiempo, y quizás un tanto especialmente con ocasión de las sucesivas décadas, unas efemérides que cuenta por sí misma con su “pequeña” historia.

Anotemos sucintamente que su décimo aniversario (1927) coincidió con la última manifestación libre (en el curso de la manifestación oficial un sector de los asistentes se dirigió a vitorear a Trotsky con consignas de la Oposición) en una Rusia en la que Stalin comenzaba a ser el “heredero” de Lenin y hablaba de construir el “socialismo en un solo país”, fue el año en que tuvo lugar la tragedia de la revolución china, así como la huelga general británica (grandes episodios marcados por la sombra de Octubre, y en los que los partidos comunistas actuaron más en función de la política exterior soviética que como secciones con finalidades propias), también fue el año de Octubre, la película de Sergei M. Eisenstein, y máxima expresión hasta el momento de la censura estalinista (ya que fue el propio Stalin quien decidió que se podía ver y que no...El siguiente (1937) coincidió con el “gran terror” que se llevó por delante toda la vieja guardia bolchevique, con su correlato de adecuación a la política de “apaciguamiento” del nazismo, determinante en la llamada política de no-intervención en la guerra española...

Recién acabada la II Guerra Mundial con la victoria contra las tropas del Eje, en 1947 tiene lugar el momento de mayor apogeo del “socialismo real” extendido en los países del Este y ampliado a China (1949). Sin embargo 1957 es coincidente con el inicio del declive del estalinismo tras las “revelaciones” del XX Congreso, y la revolución húngara...La siguiente efeméride señala empero un momento de optimismo: se vive el “reformismo” de Kruschev, el sueño de la “coexistencia pacífica”, la revolución aparece como una vía que permite el desarrollo acelerado de los países atrasados...Un año más tarde esta perspectiva se torna sombría: cae Kruschev, la “primavera de Praga” acaba con la ocupación rusa, mayo del 68 cuestiona el papel del emblemático partido comunista francés. En 1977 tiene connotaciones diferentes. Todavía se vive la ola renovadora del 68, caen las dictaduras en Portugal, Grecia y España, pero la contrarrevolución neoliberal inicia siguiendo el camino de sangre abierto por las dictaduras “franquistas” en Chile, Argentina, Uruguay...Esta contrarrevolución parece incontenible una década más tarde. Dos años después cae el muro de Berlín, concluye lo que Hobsbawn llamará acertadamente el “siglo corto”. El socialismo no aparece ya como la solución sino como el problema. La denigración del historial revolucionario se convierte en una moda dominante. Toda utopía lleva en su seno el Gulag...

Esta era la música dominante todavía una década más tarde. La llamada globalización desarmaba a las izquierdas y sindicatos tradicionales, desestructuraba la clase obrera, diezmaba el “romanticismo revolucionario”, desactivaba las tradiciones colectivistas. La historiografía certifica que el gran dios del capitalismo ha vencido al pequeño dios del comunismo, y este se trasluce en detalles que “iluminan” los mensajes mediáticos: los problemas son los “dictadores” y las “dictaduras”, y se amalgaman los derecha e izquierda, Castro y Pinochet, Hitler y Stalin, Stalin y Lenin, y así, al tiempo, se escamotean a los grandes genocidas como Kissinger o Nixon, ocultan los desastres humanitarios causados por la crecienteconcentración de riquezas en unas pocas manos.

Sin embargo, parece que estamos asistiendo al inicio de un nuevo ciclo. El capitalismo sin oposición lleva al desastre ecológico, a las guerras, a lucha de clases desde arriba, y están apareciendo nuevos movimientos, nuevas alternativas, decepciones como la brasileña de Lula, tan esperanzadoras como los es ya la Venezuela de Chávez, y como todo lo que ha ido sucediendo desde el estallido de la “primavera árabe”, también con sus luces y sus sombras. Se habla del socialismo del siglo XXI, y el consenso en la izquierda radical sobre la crítica radical del llamado “socialismo real” es casi absoluta...El socialismo del siglo XXI será desde abajo y profundamente antiburocrático o no será; el estalinismo era un anticomunismo.

Al mismo tiempo que un cambio radical en la situación nacional, la revolución rusa tuvo un papel de “ejemplo” para la historia mundial. Desde 1917, el sistema capitalista ha temido a la revolución, al ejemplo del “comunismo”. Ya no se trataba pues de un lejano ideal destinado a la derrota como lo fueron tantos otras revueltas igualitarias desde las cátaras, la de los husitas, la de los “niveladores” británicos, de los “sans-culottes” en Francia, y durante el siglo XIX, la de socialistas franceses en 1848, de los comuneros de 1871...No se trataba de un sueño sino de una realidad que se concretaba en unos de los mayores países del mundo. Antes había tenido lugar la revolución mexicana de Villa y Zapata, y luego todas las demás, hasta la gran potencia británica inclusive conoció una impresionante huelga general en 1927, además, había desatado la revolución anticolonial que ahora tenía ante sí un modelo de desarrollo al margen y en contra de las potencias dominantes.

El socialismo militante era un movimiento que había comenzado a tener cada vez más auge desde finales del siglo XIX. En 1914 estalló una primera guerra mundial que convirtió las guerras pasadas casi en juegos florales. El hecho de que la revolución se desarrollara en el momento álgido de dicha guerra mundial y en no poca medida, también como consecuencia de ésta, fue mucho más que una coincidencia. La guerra también había destruido las ilusiones que, entre otros, había expresado el “revisionismo” socialdemócrata de Bernstein o el fabianismo británico, de una evolución gradual hacia el progreso y el avance social. Asestó un golpe mortal al sistema capitalista mundial tal y como había existido hasta 1914, dejando en evidencia sus dramáticas contradicciones, y su inestabilidad inherente. Ya nada fue como antes, y quienes ocultan dicha guerra al hablar de la revolución rusa, desfiguran deliberadamente los hechos. Así pues, la revolución rusa iniciada el 8 de marzo por las mujeres trabajadoras, puede ser considerada como una consecuencia y mismo al tiempo como una causa de la decadencia del capitalismo que necesitaba “espacio vital” para sus mercancías, y que ya no permitía la expansión de las revoluciones democráticas como en su fase ascendente. Esta revolución había comenzado destronando al Zar, y abriendo las puertas de las cárceles, amén del regreso de una muchedumbre de revolucionarios incompatibles con el zarismo, el gigante con los pies de barro, una caída que hizo temblar otras muchas coronas. La mayoría de los revolucionarios rusos se reclamaban del marxismo parte de éstos pertenecían a una de las dos alas (bolchevique y menchevique) de lo que había sido la socialdemocracia rusa, quienes junto con los “populistas” (Partido Social Revolucionario, también conocidos como eseristas) y fracciones anarquistas, se encontraron con una alternativa en movimiento en los efervescentes soviets, el primero en Petrogrado, la antigua San Petersburgo que había cambiado de nombre al comienzo de la guerra, y que se extendió hasta el último rincón de la geografía rusa. El soviet era en cierto sentido rival del gobierno provisional formado por los partidos constitucionales en la vieja Duma La expresión "poder dual” fue creada para describir esta situación ambivalente. Aunque en su actitud inicial, los soviets surgieron como expresión de la revolución de febrero, no tardaron en desbordar este marco. Tradicionalmente, las izquierdas habían aceptado la existencia de dos revoluciones específicas y sucesivas. La primera era la burguesa-democrática que era la que se pensaba, correspondía a Rusia un país que estaba saliendo de un régimen feudal o semifeudal, la segunda era la socialista, que correspondía a una fase superior y ulterior de la democracia, era la democracia socialista. En este esquema dominante se incluía el apoyo más o menos incondicional hacia el gobierno provisional, perfectamente compartido por los dos primeros bolcheviques importantes que se instalaron a Petrogrado: Kamenev y Stalin.

Sin embargo, pronto se vio que este gobierno provisional no se cuestionaba la guerra, ni se daba ninguna prisa por imponer las grandes reformas pendientes. Olvidar esto es negarse a entender lo que sucedió.
Como ya he explicado en otro trabajo en Kaos, la dramática llegada de Lenin a Petrogrado a comienzos de abril acabó con esta frágil componenda. Lenin al principio prácticamente solo, incluso entre los bolcheviques, atacó la idea de que la crisis vigente entonces en Rusia era simplemente una revolución burguesa. Era una revolución en transición de una primera fase, que había dado el poder a la burguesía, a una segunda, que transferiría el poder a los obreros ya los campesinos. El gobierno provisional y los soviets no eran aliados, sino antagonistas, representantes de diferentes clases. El objetivo que se proponía no era una República parlamentaria, sino "una república de soviets (consejos) de obreros y campesinos pobres Representantes de los campesinos en el país entero, creciendo desde la base» El socialísimo no podía, ciertamente, ser introducido de manera inmediata, pero, como un primer paso, los soviets se apoderarían del control "de la producción y la distribución social».

No era otro el tema de las famosas Tesis de Abril, clave de bóveda en el pensamiento de Lenin. A todo lo largo del verano de 1917, Lenin fue consiguiendo gradualmente el apoyo del partido y de los soviets para este plan, que se convirtió en el programa de la revolución de octubre. Tenia, sin embargo, su talón de Aquiles. En líneas generales, Marx había previsto una revolución socialista desarrollándose sobre una base de capitalismo y democracia burguesa establecida por una revolución burguesa previa. Pero en Rusia esta base era rudimentaria o inexistente. El dilema pues no era, tan evidente a primera vista, y para los bolcheviques (como antaño para Marx), la revolución no estaba confinada por fronteras nacionales. Tanto él como Trotsky encontraban que la revolución rusa seria el “prólogo” de la revolución en los principales países europeos, y sobre todo en Alemania. Por lo mismo, el numéricamente débil proletariado ruso marcharía codo a codo y en camaradería con el proletariado europeo hacia el objetivo socialista, y que una revolución nacional seria únicamente el primer episodio de una revolución europea o mundial. El pueblo soñaba con la revolución, pero -como dirá Marc Ferro-, los bolcheviques le ayudaran a pensar en ella.

La dura realidad, agravada por la guerra y el cerco internacional, no tardó en complicar esta visión. Cuando Lenin, a desgana, y una mayoría del partido aún más a desgana, votaron por el tratado de Brest-Litovsk con el Reich alemán, en 1918, aceptaron tácitamente la idea de que, por el momento y como solución de emergencia, la vida de la república soviética era más importante que cualesquiera objetivos revolucionarios de más alcance. Al exponerse la aislada república a la guerra civil y a la invasión extranjera, y en vista de la creciente demora de la revolución en Occidente, esta prioridad penetró, insensible, pero hondamente, en la forma de pensar de los dirigentes políticos soviéticos. En 1921, a raíz de los trágicos acontecimientos de Kronstadt, Lenin puso fin al régimen del mal llamado "comunismo de guerra”, que, aunque vitoreado por sus defensores como un avance sorprendente en el camino hacia el socialismo, era en ese momento una reacción artificial a las exigencias de la guerra civil, y en su lugar inauguró la "retirada” parcial y temporal del NEP (Nueva Política Económica) a las condiciones burguesas de comercio.

Ese mismo año, el acuerdo comercial anglosoviético y, al año siguiente, la conferencia de Génova crearon una componenda práctica entre los principios del internacionalismo revolucionario y la necesidad urgente de romper el boicot occidental y establecer relaciones comerciales con el mundo capitalista En tanto Lenin permaneció con vida, estas líneas políticas serian consideradas todavía como componendas temporales sobre la base de una emergencia, para romper un punto muerto, para salir de un intervalo incómodo Lenin nunca perdió su convicción revolucionaria ni mostró inclinación alguna a elevar esas componendas a la categoría de principios básicos. Pero cuando murió, en enero de 1924, la perspectiva de la revolución en Occidente parecían todavía muy vagas y remotas y las líneas políticas basadas en ella tenían en su contra las exigencias predominantes por un sector creciente que enroscaba en lo único que se mantenía en pie: el Estado. El aislamiento que, desde el principio, provocaba acciones aparentemente carentes de relación con los objetivos y principios de la revolución, mostraban ahora la necesidad de una revisión ideológica. El planteamiento bujariniano de "Socialismo en un solo país” fue la teorización a este estado de cosas, las actitudes que cristalizaron en la nueva doctrina fueron apropiadas por Stalin que se había convertido en el representante del “partido del Estado”. Era parte objetiva de la desesperada situación en que se hallaba el país, de la desintegración de la economía, de la debilidad del proletariado y de su agotamiento después de la dura prueba de la guerra civil. Cuando fue formulada, esta doctrina sistematizada e impuesta al partido, encajó como un guante. La revolución no estaba en ningún prólogo sino que ya había llegado a una finalidad, la impuesta por el único viejo bolchevique que nunca había ocultado su escepticismo ante la perspectiva de una revolución en Occidente, no en vano era el único que desconocía la cultura europea, el único ajeno a los debates y tradiciones internacionalistas.

No obstante, esto no se hizo sin oposición, una resistencia que, aunque no contaba con un apoyo social que no podía tener, desarrolló una poderosa lucha política. Trotsky y otros menos conocidos insistieron una y otra vez que el socialismo fundado por la revolución en un país económicamente atrasado, donde el proletariado mismo estaba económicamente atrasado y era numéricamente débil. El socialismo-socialismo, el que habían soñado Marx y Lenin solo podía crearse como resultados de una revolución del proletariado unido al menos en parte de los países económicamente avanzados. Los éxitos de la revolución, por tanto, notables desde cualquier punto de vista, tenían un carácter híbrido y ambiguo, no podían sustituir un desarrollo social que Rusia estaba muy lejos de conseguir. El propio Marx observó que el embrión de la sociedad burguesa había sido formado dentro de la matriz del orden feudal y estaba ya maduro cuando la revolución burguesa lo instaló en los centros del poder.

La Oposición de Izquierdas daba por supuesto que algo análogo ocurría en la sociedad socialista antes de que tuviera lugar la victoria de la revolución socialista. En un supuesto y solamente en uno, se hizo realidad esta idea. La industrialización y la modernización tecnológica, que era uno de los principales éxitos de la sociedad capitalista, fueron también requisito previo del socialismo. Un par de décadas antes de 1914, la economía capitalista había comenzado a superar los limites de la producción en pequeña escala de las empresas particulares y las sustituya por la producción en gran escala que dominaba la escena económica y se había infiltrado inevitablemente en el ejercicio del poder político El capitalismo mismo estaba ya desdibujando la frontera que separaba la economía de la política y preparaba el camino para alguna forma de control social planificado. Un medio con el que podía avanzar en la creación de unas nuevas condiciones.
El estudio de la economía de guerra alemana inspiró la observación de Lenin en el verano de 1917 de que "el capitalismo de monopolio estatal es la preparación material más completa para el socialismo”. Unas pocas semanas más tarde añadió, un poco perplejo, que "la mitad fundamental, económica” del socialismo había sido realizada en Alemania "en forma de capitalismo de monopolio estatal”, o sea en un país incomparablemente más desarrollado que la atrasada Rusia. Las contradicciones del capitalismo habían ya producido, dentro del orden capitalista, el embrión de la economía planificada de la Unión Soviética gracias a una revolución que se había iniciado en el “eslabón más débil de la cadena imperialista”.

Este hecho ha inducido a algunos críticos (Bordiga, consejistas, Djilas, Castoriadis, Tony Clift, etc) a definir lo conseguido por la planificación soviética como "capitalismo de Estado”. Como se ha demostrado, este punto de vista carece de base. El capitalismo sin empresarios, sin paro y sin mercado libre, en el que ninguna clase se apropia del valor excedente producido por el obrero y en el que los beneficios hacen un papel puramente secundario, en el que los precios y los jornales no están sujetos a las leyes de la oferta y la demanda, no es ya capitalismo en ningún sentido razonable. La economía planificada soviética fue reconocida en todas partes como un desafío al capitalismo. Era "la mitad básica, económica” del socialismo y un resultado importante de la revolución, y cuando ha caído, el capitalismo se ha sentido liberado y ha podido reanudar “la lucha de clases desde arriba”.

Aunque, en cualquier caso, seria pueril negar el título de "socialista” a la proeza de un pueblo, también sería igualmente absurdo insistir en que constituye una realización de la "asociación libre de productores” de Marx, o de la dictadura del proletariado, o de la "dictadura transitoria de obreros y campesinos” a la que se refería Lenin en El Estado y la revolución. Las condiciones exigidas por Marx de que "la emancipación de los obreros tiene que ser tarea de los obreros mismos” fue una verdad hasta que la guerra civil desestructuró totalmente, tanto económica como socialmente a una clase social que Trotsky definió como “una maravilla de la historia”.

Las revoluciones agraria e industrial soviéticas evidentemente cayeron de la categoría de una "revolución desde arriba”, impuesta por la autoridad conjunta del partido y el estado, confundidos hasta extremos que causaron el natural estupor que se manifiesta en obras como la novela antiutópica Nosotros, de Eugene Zamiatin. La visión de una clase trabajadora crecientemente preparado y educado dentro de la sociedad burguesa, de la misma manera que había crecido la burguesía dentro de la sociedad feudal, no había pasado a ser realidad salvo en núcleos de “intelectuales orgánicos” muy reducidos. Las clases dominantes actuaban cuando percibían que los trabajadores “sabían demasiado”, como expresó uno de los jueces que condenaron a los “mártires de Chicago”. Esto fue todavía menos factible en una Rusia atrasada, donde la clase trabajadora era pequeña, estaba oprimida, carecía de organización y no había asimilado ninguna de las libertades condicionales de la democracia burguesa, incluso muchos trabajadores revolucionarios permanecían imbuidos en tradiciones religiosas y patriarcales muy profundas, como percibió el último Lenin y el Trotsky de Notas de la vida cotidiana.

El diminuto núcleo de obreros con conciencia de clase que quedó de los que protagonizaron la revolución y la guerra, era completamente insuficiente para la tarea de organizar y administrar los territorios incorporados a la "república soviética”. Su debilidad era la fuerza del partido bolchevique, una organización compacta y disciplinada dirigida por un grupo de intelectuales y revolucionarios devotos, que acabó ocupando el vacío, y dirigió la política del régimen por medio de métodos que, después de la muerte de Lenin, se volvieron más y más cínicos y dictatoriales. Recursos que al principio se usaban raras veces en el contexto de las pasiones y las atrocidades de la guerra civil se fueron convirtiendo gradualmente en un vasto sistema de purgas y campos de concentración Aunque los objetivos pueden ser calificados de socialistas, los medios utilizados para conseguirlos eran, con frecuencia, la negación misma del socialismo Obviamente, esto no significa que no se realizara avance alguno hacia el exaltado ideal del socialismo, hacia la liberación de los obreros de las opresiones del pasado y el reconocimiento de su papel igual en una nueva especie de sociedad. Pero el progreso era indeciso y fue interrumpido por una serie de reveses y calamidades, tanto evitables como inevitables. Después de las destrucciones y escaséeles de la guerra civil hubo un breve respiro en el que el nivel de vida tanto de obreros como de campesinos subió lentamente muy por encima del nivel miserable de la Rusia zarista. Durante la década que comenzó en 1928 todos avances se redujeron de nuevo bajo las intensas presiones de la industrialización y el campesino hubo de pasar por los horrores de la colectivización forzada comandada con mano de hierro por una burocracia sin oposición. Apenas se empezó a restablecer el país cuando se vio expuesto al cataclismo del auge nazi, a los horrores de la segunda guerra mundial, capítulo de la historia en el que la que la Unión Soviética fue blanco de la ofensiva más constante y devastadora de Alemania en el continente europeo. Estas aterradoras experiencias han dejado su huella, tanto material como moral, de la vida soviética y en las mentes de los dirigentes y el pueblo soviético No todos los sufrimientos de los primeros sesenta años pueden ser atribuidos a causas internas o a la mano de hierro de la dictadura de Stalin.

Con todo, a partir de los años cincuenta y sesenta los frutos de la industrialización, la mecanización y la planificación a largo plazo comenzaron a madurar, y un reflejo de esto lo encontramos en un producto tan poco revolucionario como Doctor Zivago, especialmente en la versión fílmica. Quedaba mucho que era aún primitivo y atrasado para cualquier baremo occidental, pero los niveles de vida subieron perceptiblemente. Los servicios sociales, contando entre ellos la educación primaria, secundaria y superior, se volvieron más efectivos y se ampliaron de las ciudades a la mayor parte del campo. En esta fase histórica, os instrumentos más notorios de la opresión estaliniana fueron desarticulados. El patrón de vida de la gente del pueblo cambió para mejorar. Cuando se celebró el quincuagésimo aniversario de la revolución, en 1967, el optimismo parecía justificado, y pudo observarse la magnitud del avance. Durante medio siglo la población de la Unión Soviética había aumentado de 145 a más de 250 millones; la proporción de habitantes urbanos había aumentado de menos de un 20 a más de un 50 por ciento. Se trataba de un incremento enorme en la población urbana y la mayor parte de los recién llegados eran hijos de campesinos y nietos o bisnietos de siervos.

El obrero soviético, e incluso el campesino soviético, de 1967 era una persona muy diferente de su padre o abuelo de 1917. Apenas podía no darse cuenta de lo que la revolución había hecho por él y esto equilibraba con creces la ausencia de libertades que nunca había disfrutado ni siquiera soñado poseer. La dureza y la crueldad del régimen eran reales, pero también lo eran sus éxitos, por otro lado, el campesinado había sufrido tragedias sin cuentos, pero no tenía la más mínima nostalgia por el antiguo régimen.

Mundialmente, el efecto inmediato e inequívoco de la revolución rusa había sido una fuerte polarización de actitudes occidentales entre los de arriba y los de abajo. La revolución era un mal despótico y criminal para los conservadores y una Iuminosa vía de esperanza para los movimientos que soñaban con cambios radicales. La creencia en este antagonismo fundamental inspiró la creación de la Internacional Comunista, que conoció cuatro congresos iniciales de intensos debates sobre la táctica y la estrategia a desarrollar y en los que intervinieron los mayores revolucionarios del siglo. En un principio, el referente ruso fue uno más, la autoridad de sus líderes como Lenin, Trotsky, Zinóviev o Bujarin, fue debatida y contrastada, y las secciones nacionales contaban con una amplia autonomía, así el partido comunista alemán llegó a cambiar de dirección hasta tres veces en un solo año. El propio Lenin insistía que el centro de la Internacional se tenía que desplazar de Moscú a Berlín.

Pero, cuando la revolución europea no consiguió imponerse, y fue derrotada en Alemania en tres ocasiones (1918-19, 1921, 1923), la exigencia cada vez más firme de tratar a la Unión Soviética como “bastión” del movimiento obrero internacional, y al Komintern como depositario de la “línea correcta”, condujo gradualmente a una nueva polarización entre el Oriente y el Occidente. Surgió la consideración de que el fracaso de la revolución en su extensión en los países occidentales, era una prueba de la quiebra sufrida por el marxismo occidental, que en el momento crítico no consiguió producir ninguna teoría o práctica revolucionaria aplicable a una sociedad capitalista avanzada. De alguna manera, tal fracaso fue lo que resultó oblicuamente explicado por el equipo dirigente del PCUS como la “traición” de los dirigentes socialdemócratas occidentales, sobre todo de los alemanes, produciendo un encono por el que el ascenso del nazismo se hizo “irresistible”. Pero ya era un hecho sintomático de esta división el que no pudiera encontrarse ningún lenguaje común, el “socialismo en un solo país” acabó siendo “el socialismo en ningún otro país”.

La revolución mundial, tal y como había sido concebida en Moscú desde la muerte de Lenin -que asistirá al IV Congreso internacional, el último en el que Trotsky también tiene un protagonismo, y el último en el que se puede hablar de un debate entre iguales-, pasó a ser un movimiento dirigido "desde arriba”. Por una dirección única que decía actuar en nombre de la “patria del proletariado”, de único país que había sido capaz de llevar a cabo una revolución y avanzar victoriosamente. Los propios fracasos, más los desastres económicos del capitalismo (crack de 1929), alimentaron esta creencia tanto entre los trabajadores como en numerosos intelectuales desencantados del liberalismo. Sobre esta dinámica se impuso la autoridad incuestionable de Stalin, y de una cohorte de líderes nacionales que pretendían condensar el monopolio del conocimiento y la experiencia sobre la manera de hacer una revolución (“los rusos saben lo que hacen”, tenían una autoridad vaticana sobre los disidentes marginados). La idea de la revolución internacional sufrió un vuelco, y ahora el principal y prioritario interés del movimiento comunista pasaba a ser la defensa incondicional del único país en que la revolución ya era una realidad, un modelo. Estos partidos pasaron a pensar en dos planos, localmente reformador, antifascista, e internacionalmente, prometiendo un porvenir glorioso como el que se atribuía a la URSS, cuyas críticas quedaban desautorizadas desde el momento en que se confundían con la que nunca había dejado de hacer la reacción. Estos dos axiomas y las líneas y procedimientos políticos derivados de ellas resultaron a la larga, completamente inaceptables para las clases trabajadoras de Europa Occidental, que se creían mucho más adelantadas, económica, cultural y políticamente, que sus atrasados compañeros rusos y no podían cerrar los ojos ante los aspectos negativos de la sociedad soviética La persistencia de estas actitudes políticas no consiguieron más que desacreditar, a ojos de los obreros occidentales, a las autoridades moscovitas, a los partidos comunistas nacionales sometidos a ellas y, finalmente, a la revolución misma En último término ayudaba a justificar, en cualquier caso por el momento, la máxima de Stalin de 1918 de que "no había movimiento revolucionario en Occidente". Las relaciones con los países atrasados no capitalistas se desarrollaron de manera completamente diferente a la tradicional. Lenin fue el primero en descubrir un vinculo entre el movimiento revolucionario para la liberación de los obreros de la dominación capitalista en los países adelantados y la liberación de naciones atrasadas y colonizadas del dominio de los capitalistas, y con la revolución rusa, el anticolonialismo dio un paso muy importante, trascendental. Desde el primer momento se sintió atraído por la experiencia rusa tanto en lo referente al derrocamiento del viejo zarismo como en el apartado del desarrollo económico. La revolución rusa fue, por decirlo así, el primer capítulo de revoluciones como la china o la vietnamita.

Así pues, en la medida que la Unión Soviética consolidaba su posición, su prestigio como protector y dirigente de pueblos "coloniales” aumentó rápidamente. Había conseguido por medio de un proceso de revolución e industrialización, un aumento espectacular de potencia económica, de poder político internacional...Por lo mismo, la defensa de la Unión Soviética, lejos de parecer una embarazosa prolongación del programa revolucionario, equivalía a la defensa del aliado más potente de los países atrasados en su lucha contra los países imperialistas adelantados. Los métodos rechazados en países donde la revolución burguesa era una cuestión histórica y donde los movimientos obreros eran fuertes y habían crecido dentro del marco elástico de la democracia liberal, no parecían repulsivos en países donde la revolución burguesa estaba aún por hacer y donde todavía no había grandes sectores proletarios. En lugares donde las masas hambrientas y analfabetas no habían llegado aún a la fase de conciencia revolucionaria, la revolución desde arriba era ciertamente mejor que lo que ellos tenían. Sin ir más lejos, en los años sesenta un potentado muy español realizó un periplo por la URSS, y al volver proclamó: “Viven peor que nosotros”. El maestro que me lo comentaba subrayaba lo del “nosotros”, o sea “ellos”, los que vivían de los demás.

Mientras en los países capitalistas avanzados el fermento generado por la revolución rusa seguía siendo un modelo cuestionado y no daba lugar a una alternativa constructiva para la acción revolucionaria, en los países no capitalistas atrasados, sometidos a dictaduras conservadoras, resultaba mucho más convincente, Cuba fue un ejemplo. El prestigio de un régimen que, a pesar del cerco y la hostilidad internacional, se había elevado a la categoría de segunda potencia industrial, le convirtió en el referente natural de muchas revueltas de países atrasados contra la dominación imperialista, incluso en países de tradiciones religiosas tan exacerbadas como Afganistán o Irán. El capitalismo occidental que antes de 1914 había estado virtualmente oposición, y podían cantar sus propias glorias (vean sino el cine de aventuras coloniales en la India, películas como la célebre Gunga Din), se encontraron con un país que era la negación de estas glorias. El “tercermundismo” encontró en la URSS una potencia egoísta que, sin embargo, se veía obligada a jugar su papel de oposición, hasta que se daba el caso de un régimen -como el Sukarno en Indonesia o el del Sha de Persia-, favorable a una entente con la URSS, también quería acabar con los partidos comunistas...Entonces, los partidos comunistas nacionales se veían obligados a justificar los apoyos más desastrosos. En el caso del Sha de Persia, hubo una entente incluso con la China de Mao, lo que explica en buena medida la súbita decadencia del partido comunista, y el consiguiente ascenso de los beatos islamistas.
En resumen, si bien la revolución rusa de 1917 no llegó a conseguir ni de lejos los objetivos que se había propuesto en Octubre, ni a satisfacer las esperanzas que había generado fuera y dentro, y que su historial fue manchado hasta extremos dantescos por el estalinismo y la burocracia, no por ello dejó de tener repercusiones positivas y profundas que se han hecho tanto más perceptible con su desaparición.

Hoy por hoy, la Rusia soviética sigue siendo el principal referente revolucionario de la historia contemporánea, una historia necesaria aunque solamente sea para saber todos los errores y horrores que no se deben de repetir…

Domingo 30 de septiembre a las 13h30: Concentración frente Mcdonald's Estación Granada. Por la readmisión de Jorge y contra la discriminación sindical



McDonald´s y los derechos de los/as trabajadores/as
La actitud de la dirección de la empresa de McDonald´s-Estación en Granada continúa siendo la misma de siempre, es decir, mantiene una política contra la sección sindical de CC.OO. muy dura: numerosos despidos, promoción de elecciones sindicales con las listas independientes de sus trabajadores amigos, discriminación constante a los afiliados de CC.OO. son algunos de los instrumentos que utiliza la franquiciada.

Sin ir más lejos el próximo día 30 de septiembre hace un año que despidieron a nuestro compañero Jorge. Durante todo el año hemos mantenido un conflicto laboral que esta siendo bastante duro. A pesar de ello seguimos firmes en nuestra decisión de defender el puesto de trabajo de nuestro compañero y por eso el próximo domingo 30 de septiembre vamos a realizar una concentración en las puertas de nuestro centro de trabajo para iniciar nuestro particular otoño caliente.

Asimismo, estamos luchando contra la discriminación sindical, reconocida nuevamente por la Inspección de Trabajo, la dimisión de la lista independiente junto a la celebración de nuevas elecciones sin intromisiones de la franquiciada y el cumplimiento integro del acuerdo laboral que firmamos hace también casi un año.

¡CONCENTRACIÓN POR LA READMISIÓN DE JORGE Y EL CESE DE LA DISCRIMICAIÓN SINDICAL!
DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE A LAS 13:30 EN LAS PUERTAS DE McDONALD´S ESTACIÓN (JUNTO A LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES)
 
 
Por último, queremos solidarizarnos con las luchas que se están llevando a cabo en la actualidad contra los duros ataques del gobierno y la patronal tanto en el sector público como en el privado. 

Estamos convencidos desde esta sección sindical de la necesaria movilización del conjunto de los trabajadores confluyendo en la perspectiva de una movilización sostenida en el tiempo y la convocatoria de las huelgas generales necesarias para revertir las políticas actuales.



Sección sindical CC.OO. McDonald´s Estación Granada.