Jaime Pastor/Viento Sur
La extraordinaria movilización vivida ayer en Barcelona ha
confirmado, sin duda alguna, el enorme ascenso del sentimiento
independentista que se ha ido extendiendo entre la población catalana,
con mayor motivo tras el rechazo del “Nou Estatut” por el Tribunal
Constitucional el pasado año y la constatación definitiva de que se han
agotado todas las vías de reforma posibles dentro del actual sistema
político y del marco establecido en la Constitución de 1978. Ni siquiera
la opción federalista aparece ya como una alternativa creíble, mientras
que, estimulada por experiencias pasadas y recientes en el corazón de
Occidente -como las de Quebec y Escocia-, se refuerza la convicción de
que es legítima y posible la apertura de un proceso de libre ejercicio
del derecho de autodeterminación por parte de Catalunya y de que, más
pronto o más tarde, Madrid y Bruselas tendrán que reconocerlo, como ha
hecho Ottawa y ahora lo está haciendo Londres.

En esta ocasión no debemos olvidar que ha sido un potente movimiento
de desobediencia civil, con una base municipal muy diversa, el verdadero
promotor de esta Diada y que organismos como la “Plataforma Prou
Retallades” se han unido a ella mostrando así la voluntad de unir a la
reivindicación nacional la defensa de derechos sociales fundamentales
frente a los gobiernos de CiU y del PP. En esa manifestación han podido
confluir, por tanto, muy distintos sectores sociales, generaciones y,
sobre todo, corrientes políticas con muy diferentes proyectos de nación,
de Estado y de sociedad ante la crisis sistémica en la que nos
encontramos: desde el que representa Artur Mas, defensor de un
soberanismo compatible con una política neoliberal de recortes sociales,
hasta el que apuesta por una República catalana y una salida
anticapitalista a la crisis. El primero probablemente se conformaría con
un “pacto fiscal” similar al concierto económico vasco, mientras que el
segundo apunta lejos, pero parece contar ya con una amplia audiencia
entre una nueva generación que aspira a un mayor protagonismo en el
diseño del futuro nacional y social de su pueblo. Es ahora cuando se
abre una disputa por la hegemonía dentro de ese amplio y plural
movimiento -que a su vez debería ser respetuoso con quienes dentro de
Catalunya defienden otras opciones- y sería un error dejarse contagiar
por la propaganda mediática calificándolo de “insolidario” con los demás
pueblos del Estado español.
Ante este nuevo escenario no corresponde a la izquierda de ámbito
estatal poner condiciones a la demanda del reconocimiento del derecho
del pueblo catalán a decidir su futuro, sino todo lo contrario. Nuestra
labor tiene que ser combatir a un nacionalismo español cada vez más
intransigente que ha cerrado sistemáticamente la puerta incluso a
“lecturas abiertas” de la Constitución de 1978 y que hoy, aprovechando
la crisis de la deuda y con Esperanza Aguirre tomando la delantera,
aspira a una “segunda transición” hacia atrás mediante la
recentralización del Estado, convirtiéndolo a su vez en un protectorado
de la Troika.
Las próximas elecciones vascas y gallegas del 21 de octubre van a
poner, con mayor razón, este debate en el centro de la agenda política y
la izquierda de ámbito estatal no puede mirar ya otro lado. Porque o se
avanza hacia el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de
los pueblos catalán, vasco y gallego y, con ellos, hacia la
reivindicación común de la soberanía de todos los pueblos de la Eurozona
frente a la “dictadura de los mercados”, o corremos el riesgo de la
confrontación entre pueblos y, sobre todo, del ascenso de los
nacionalismos de Estado y, en particular, de un nacionalismo español
cada vez más agresivo y neoliberal.
Madrid, 12/09/2012
Jaime Pastor es miembro de la Redacción de VIENTO SUR y autor de
Los nacionalismos, el Estado español y la izquierda. Los libros de
VIENTO SUR y La Oveja Roja, 2012.
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