La movilización en Francia se encuentra en una fase crucial. Desde
la huelga del 29 de marzo, la respuesta de la clase trabajadora y la
juventud no ha hecho más que intensificarse, dejando la pelota en el
tejado de Hollande-Valls, por si todavía no les había quedado
claro. El gobierno minimizó esta primera respuesta de los
sindicatos, con una CGT reacia a convocar un paro estatal que fue
frenando y retrasando hasta que fue imposible, y le estalló la Nuit
Debout en el corazón de París. Si en marzo fue el movimiento
estudiantil quien llevaba la iniciativa, ahora la presión se ha
trasladado a las refinerías y centrales nucleares.
Siete sindicatos franceses, con CGT a la cabeza, llamaron la semana
pasada a redoblar las protestas en un momento en que el ejecutivo se
muestra dividido entre ceder en algún punto, como el artículo 2, el
de los acuerdos de empresa, o mostrarse inflexible, opinión del
sector de Valls que amenaza con presentar su dimisión. A día de
hoy importantes sectores estratégicos de la economía francesa están
en pie de guerra. Los sindicatos ya no consideran interlocutor válido
al primer ministro y solicitan ser recibidos por el presidente
Hollande.
El estado de emergencia se lo está poniendo en bandeja la
movilización que clama en las calles galas que la Loi travail no es
reformable y la hay que tumbar. Hace ya 3 meses se iniciaron las
movilizaciones contra esta reforma laboral que cambia las condiciones
de trabajo existentes hasta la fecha y el ejecutivo se ha mostrado
impertérrito. Sin embargo los sondeos son claros: más del 60% de
las y los franceses apoyan las protestas y hasta un 70% están en
contra de la ley. Día a día, semana y semana, estudiantes y
trabajador@s no dicen otra cosa.
El gobierno, al darse cuenta de que no contaba con el apoyo necesario
para aprobar la medida por la negativa de un grupo de 40 diputados
socialistas rebeldes, decidió adoptar la ley sin votación en la
Asamblea Nacional, por decreto, a primeros de mayo. Es entonces
cuando una nueva ola de protestas y paros recrudecen la presión
contra Valls, que fue instado a negociar por el ala izquierda del PS
y por ecologistas y Front de Gauche. Con la última jornada del 26 de
mayo ya han sido 8 los días de lucha estatal.
Desde el 9 de marzo las manifestaciones, las huelgas y las
ocupaciones de plazas y edificios públicos se multiplicaron en toda
Francia. El gobierno respondió con represión desde el primer minuto
al estallido social contra jóvenes estudiantes que bloqueaban
institutos y facultades, y echó mano del estado de emergencia para
prohibir arbitrariamente manifestaciones. Para la juventud esta Loi
travail es una losa sobre su futuro que viene a precarizar aún más
sus condiciones de trabajo con contratos más flexibles y facilitando
el despido.
Cuando la jornada de huelga del 29 de marzo tocaba a su fin con una
Francia paralizada, la mecha de toda la indignación se concentró en
la Place de la Republique parisina y la juventud que no quiso volver
a su casa se puso de pie. Las similitudes con el 15M del estado
español son casualidades teniendo en cuenta que el caso del
movimiento en Sol inició un ciclo de luchas desde la derrota de un
pacto sindical con el gobierno (el “pensionazo” de Zapatero) y en
cambio en París se inserta en plena respuesta de clase.
Si bien la Nuit debout ha presentado una estética y folklores
quincemayistas de acampada y uso del espacio público para las
asambleas, ni los sindicatos ni las organizaciones políticas han
sido estigmatizados y la convergencia de luchas fue protagonista
desde el primer momento. Las y los trabajador@s de Correos y del
ferrocarril han encontrado apoyo a sus luchas de los jóvenes, cuyas
movilizaciones se estaban apagando. Los carteros del 92 marcharon
arropados por la Nuit Debout. La consigna de la huelga general ha
estado presente.
Estas dos semanas de mayo anteriores a la jornada del 26 casi medio
millón de frances@s salió a la calle para hacer frente a la
soberbia de su gobierno. Los violentos casos de represión de la
policía antidisturbios volvieron a repetirse contra trabajador@s y
jóvenes, lo que no hizo más que radicalizar la resistencia. La
combatividad de la movilización se ha incrementado con el bloqueo y
la huelga de 7 de las 8 refinerías del país, además de bloqueos en
puertos y líneas férreas en puntos tan importantes como Marsella,
Toulouse, Rennes y Nantes.
Las y los trabajador@s de los puertos de Marsella y Le Havre se
unieron a las movilizaciones de cara al día 26 y los paros se han
extendido posteriormente al sector eléctrico, el aéreo y las
nucleares. Es en este momento cuando la contestación toca su punto
álgido, pues la pugna se centró la semana pasada en los centros
neurálgicos de producción y distribución de energía, básicos
para el funcionamiento de un país. Más del 20% de las gasolineras
de Francia registraron ya escasez de combustible.
La primera central nuclear que paralizó su funcionamiento el
miércoles fue Nogent-Sur-Seine, al noreste, cuyos trabajadores
votaron parar por completo el reactor. El resto de centrales, de las
que sale el 75% de la energía eléctrica, repitieron lo mismo horas
después, acciones coordinadas y supervisadas siempre por la CGT. Una
muestra de que la situación pone en alerta a Hollande-Valls fue el
reconocimiento por el secretario de transportes de que se ha
recurrido a reservas, algo que ocurrió con la fuerte movilización
contra la reforma de las pensiones de Sarkozy.
Impresiona ante este plano de luchas y huelgas reconvertibles la
capacidad de movilización del sindicalismo francés en muchos
sectores económicos, sobre todo el público, seguramente no sin la
presión de FO, Solidaries y otros sobre la CGT, cuyo posición
inicial era la de contemporizar la negociación con Valls. Los hechos
han tumbado esa opción, descartada por el momento. Las bases
indudablemente juegan un papel importante para no caer en la mesa de
negociación con la eliminación previa de algunas partes, que es el
objetivo de Philippe Martínez, el secretario general de CGT.
Este fin de semana ha habido contactos telefónicos entre la
dirección de la CGT y el gobierno pero sin producirse ningún
acercamiento de posturas, lo cual sería completamente deshonesto con
toda la clase trabajadora gala en pie, sino más bien al contrario:
han advertido que continuarán la movilización con una campaña de
paros para presionar al gobierno. Éste no tiene en la cabeza
sucumbir, aunque encontrarnos el escenario de marcha atrás del
primer ministro Alain Juppé en los 90 no es descabellado.
De esta forma se han formalizado para esta misma una cascada de
convocatorias de paros en el transporte público. La inauguraron ayer
martes por la tarde en los ferrocarriles de la SNCF, para presionar
en la negociación de sus condiciones internas añadidas al rechazo a
la Loi travail, lo cual supone un paro medio generalizado de los
transportes y pone el foco en la caótica situación causada por la
inflexibilidad del gobierno, que más bien se atrinchera no ignorando
que el apoyo a la retirada de la Ley El-Khomri crece.
Los descalificativos y ataques abiertos por Valls también han venido
por parte de la patronal: el presidente de la MEDEF ha llamado a la
CGT “terroristas” y hasta 7 patronales han difundido un
comunicado en el que alertan al gobierno de que la situación ya es
insostenible. Sin embargo el pulso sindical quiere ir aún más lejos
y ha fechado la próxima cita de lucha estatal para el 14 de junio,
una vez comenzada la Eurocopa, que tienen, según parece, la
intención de boicotear. Con este panorama abierto, cualquier
movimiento de recule del gobierno puede ser interpretado como
victoria, pero no cabría caer en esa trampa.
Para evitar esta tentación, la juventud y el sindicalismo más
combativos desde el principio han sostenido la consigna “Ni
enmendable ni negociable. Retirada de la Loi travail”. Para ello la
única gasolina es la huelga general, no basta ya solo un día sino
enganchar uno con otro, y sirve remitirse a las pruebas de estos 3
meses: cuanto más avanza la contestación social, más se arrincona
y ladra el poder político y económico y más se empodera nuestra
clase.
Ganar es posible porque el contraataque coge nuevo impulso y el
enfado se materializa en huelgas que se popularizan fácilmente. Es
cierto lo que se pudo leer en una pancarta de que “Todo el mundo
odia ya al PS”. La confrontación de clase ha crecido en todo el
país y nadie se puede poner de perfil. La ley todavía no está
aprobada y junio y julio pueden ser unos meses decisivos que
arrinconen este ataque de destrucción masiva de derechos laborales
junto al Contrato de Primer Empleo.
No obstante están los límites de las direcciones sindicales. La CGT
quiere acabar con la Loi travail, ¿pero también con las condiciones
de trabajo estructurales de la masa asalariada? Por eso es tan
importante el empuje desde abajo, la autoorganización y la
convergencia obrero-estudiantil. Con la aprobación o derrota de la
Ley El-Khomri están en juego también muchas reivindicaciones
básicas como el aumento salarial, el tiempo de trabajo, las
pensiones, etc. Una vez que ha caído un bolo pueden ir otros detrás
según la fuerza contenida en el embite.
En tiempos de asaltos a los cielos institucionales conviene recordar
cómo la herramienta con la que la burguesía se echa a temblar sigue
siendo hoy, por mucho que a esos nuevos teóricos de la ciencia
política les pese, en Francia y en todas partes, la autoorganización
de la clase trabajadora y la puesta en marcha de la huelga general
para convencernos de que somos quienes mantenemos a la sociedad en
funcionamiento y l@s capaces de desenchufarla. ¿Es que acaso el
movimiento obrero se había ido? Quizás es que nunca se fue. Y
tampoco en el estado español.
Tomás Martínez Peña, Izquierda Anticapitalista Revolucionaria Almería (IZAR- Almería)
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