lunes, 2 de julio de 2012

Crónica de una traición anunciada

Por Jesús Romero, miembro del Movimiento de Acción Estudiantil (MAE) y militante de Izquierda Anticapitalista

Había una tierra donde las penas eran mejor conocidas que las alegrías. Una tierra que había crecido a golpe de sangre, sudor y lágrimas. Crisol de culturas por donde han pasado tartesos, romanos, musulmanes o cristianos. Lugar donde el clientelismo es algo habitual y las relaciones feudales la práctica política que sigue vigente. Estamos en la tierra donde el terrateniente sigue siendo el dueño de las tierras y el jornalero el siervo que cumple los dictados de su amo. Ante ustedes: Andalucía.

No es objeto de este artículo hablar de la explotación sistemática y endémica que sufre el pueblo andaluz. Tampoco hablaremos aquí de la capacidad que tiene este pueblo para hacer frente a las situaciones más adversas.

El pueblo andaluz es un pueblo maltratado por la historia; históricamente engañado y comúnmente traicionado. No hace mucho tiempo, apenas dos meses, este pueblo cansado decidió rebelarse siguiendo el llamado que Izquierda Unida le hacía a la población. El pueblo puso su confianza en este grupo que se erigió como el parapeto ante los recortes neoliberales que venían desde Madrid. En su discurso electoral palabras como justicia social, educación pública o nacionalización de la banca llenaban la boca de sus dirigentes. Por si esto fuera poco, firmaron su programa ante notario. Este discurso les valió para pasar de 6 a 12 diputados en el Parlamento de Andalucía y ser la llave del Gobierno.

Dos meses después, sólo dos meses después, se les olvidó en que cajón guardaron su programa y las palabras grandilocuentes comenzaron a dejar paso a otras que ya nos sonaban de haberlas escuchado en los círculos de la derecha. Así Valderas y su secuaces se han familiarizado con palabras como ajuste, reordenación o revisión. En tan solo dos meses Izquierda Unida se ha apuntado a la larga lista de traiciones al pueblo andaluz.

Los defensores de lo público han tardado dos meses en atacarlo de manera directa: lo primero fue la bajada de sueldo a todos los funcionarios públicos de la Junta de Andalucía y ahora la aplicación de la brutal subida de tasas en la Universidad, la cual llevaban desde el primer minuto y hasta el último momento diciendo que no iban a aplicar.

De nada les ha servido que miles de estudiantes se echaran a la calles pidiendo que no se subieran las tasas. Tampoco les ha servido que la Universidad de Sevilla y la Universidad Pablo de Olavide hayan realizado un paro académico masivo de dos semanas donde las dos universidades han parado el 100% de su actividad docente. Parece importarles más bien poco que el año que viene muchos estudiantes se quedaran sin poder matricularse por falta de recursos económicos. No les tiembla el pulso al escuchar en boca de sus propios militantes de base que sus políticas tienen un cruel parecido a las que antes han hecho PSOE o PP. También parece que han instalado la amnesia obligatoria entre sus dirigentes y nadie se acuerda del programa que firmaron ante notario.

Hoy, día 26 de Junio, el gobierno andaluz ha aprobado la subida de tasas en la Universidad que el que más o el que menos tenía la esperanza de que no llegara a aplicarse nunca: a partir del próximo curso el crédito de una asignatura en 2º matrícula pasará a costar de 14,10 a 24.97€ y en 3ª de 18,94 a 52,04€. Cuatro asignaturas en segunda matrícula costará 600 euros.

En una tierra donde el paro y la precariedad son nuestros principales compañeros de fatiga Izquierda Unida nos vende a las políticas neoliberales justificando su aplicación de la primera forma que les venga a la cabeza.

Para justificar estas medidas, entre otras cosas, se escudan en que si no las aplican la Comunidad puede ser intervenida o que incluso puede que haya elecciones anticipadas.

Se han retratado y han dejado claro no ser parte de la solución. No podemos confiar en quien en dos meses te traiciona de la manera más vil que hay, de esa que te clava el puñal en la espalda mientras te llama ‘compañero’.

Le tenemos que dejar claro que seguiremos contestando en la calle y la lucha se radicalizará. No vamos a dejar que estén cómodos en sus sillones.

No les vamos a dar ni un solo día de tregua. No vamos a dejarles que duerman tranquilos. Les haremos que sientan nuestro aliento en su oreja. Los que se decían estar de nuestra parte nos han vendido a los brazos del gran capital y nos han dejado en pelotas ante todos los ataque que sufrimos los trabajadores. Nosotros tenemos claro de qué lado estamos.

Al capitalismo hay que derrotarlo y a quien lo gestiona también.

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