lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Qué habría pasado en Escocia si hubiera ganado el si?

Alberto Loja, militante de Izquierda Anticapitalista Granada

El pasado 18 de Septiembre de 2014, a unas horas de que se cerraran las urnas y conociéramos los resultados del referéndum por la independencia escocesa, todos los medios de comunicación unionistas y del régimen del Estado español se frotaban las manos ante los sondeos que apuntaban una victoria clara del no.

Recomiendo, antes de continuar mi reflexión, para quien desconozca la situación escocesa a fondo, el completo y breve artículo publicado en esta misma web titulado "Escocia y el referéndum por la independencia" por el camarada griego Alexis Liosatos, militante de Kokkino, traducido por el compañero Tomás Martínez: http://www.anticapitalistas.org/spi...

En el Estado español hemos podido comprobar cómo la prensa del régimen, destacando los servicios informativos de Radio Televisión Española, ha metido miedo durante la semana de la Diada con una clara táctica de doctrina del shock alertando de la fuga de capitales y la devaluación de la libra esterlina frente al euro que se producía inmediatamente tras conocerse las primeras encuestas que daban la victoria al sí.

Sin embargo durante la jornada del referéndum la bolsa de Londres y la libra esterlina registraron subidas, lo que se interpreta como el voto de confianza de los inversores al no y a que al día siguiente el Reino seguiría siendo Unido y de la Gran Bretaña.

Otra lectura podría haber sido que Londres y la Unión Europea ya tenían preparado un paracaídas para estabilizar un resultado rupturista. Escocia, aunque pequeña, es una joya importante de la Corona. De hecho, Alex Salmond, líder del Partido Nacionalista Escocés y experto en economía petrolera y ex ejecutivo de uno de los principales bancos de Escocia, ya ha regalado los oídos de las multinacionales y grandes empresas prometiendo una Escocia independiente con una fiscalidad más baja que Reino Unido.

Tras la derrota, el primer ministro británico David Cameron ya se ha comprometido a iniciar un plan de reformas constitucionales para conceder mayor autonomía no sólo a Escocia sino al resto de naciones que integran el Reino Unido, incluida Inglaterra, la única de las cuatro que carece de parlamento y gobierno autónomo. Este referéndum tras el no, desde mi punto de vista, queda como paradigma del "cambiar todo para que nada cambie". Tanto es así que Salmond, decepcionado, ha anunciado su dimisión como líder de gobierno, cargo que ocupa desde 2007, y como líder de partido para Noviembre de este año. Resumen el clima de estancamiento las irónicas declaraciones del viceministro principal norirlandés Martin McGuinness, del Sinn Féin, quien ha dicho que "Ya nada será lo mismo para Escocia ni para ningún lugar" y ha exigido un referéndum por la unificación de la Irlanda ocupada a la República de Irlanda.

Este interminable conflicto dentro de las Islas Británicas, referéndum que, sin embargo, puede ser convocado en cualquier momento por la/el Secretaria/o de Estado de Irlanda del Norte, designada/o por el Primer Ministro británico, tras el Acuerdo del Viernes Santo. Pero, ¿qué habría cambiado en Escocia si hubiera ganado el sí?

El primer ministro David Cameron, amenazando que una victoria del sí "le partiría el corazón", estaba arropado por su socio de gobierno, el viceprimer ministro demo-liberal Nick Clegg, y el líder de la oposición, el laborista Ed Miliband; la reina Isabel II, sin embargo, no quiso pronunciarse sobre una "decisión del pueblo escocés": es natural que el secesionismo escocés del SNP no le quitara el sueño. La consulta del SNP no planteaba la cuestión republicana y hay una facción de los nacionalistas escoceses que apuestan por que la jefatura del nuevo Estado escocés continúe siendo ostentada por el/la monarca británica/o, como ya ocurre en otros países de la Commonwealth. Los tronos de Inglaterra y Escocia se unificaron de facto en 1603 con la proclamación de Jacobo VI de Escocia, de la casa Estuardo, como rey de Inglaterra, siendo el legítimo heredero a la Corona inglesa tras la muerte sin descendencia de Isabel I de Tudor; la unión de iure nació en 1707 con la primera Union Act, inspirada más bien por intereses imperialistas de ultramar que por vínculos de sentimiento nacional.

El independentismo escocés, por muy nacionalista que se diga el SNP, no es nacionalista. La mayoría de sus símbolos nacionales (sí, esos que Hollywood ha explotado) nacen en el romanticismo, con autores literarios como Walter Scott. Escocia carece de lengua propia, de una tradición religiosa en los últimos dos siglos que la distancie de Inglaterra y, lo más importante, de un pasado histórico de opresión nacional y cultural como pueblo. Es más, junto a sus vecinos del sur, enarbolaron la bandera imperial británica por todo el globo del durante siglos.
El nacionalismo del SNP se asienta sobre los vastos yacimientos petróleo descubiertos en el Mar del Norte a finales de la década de los 60 y principios de la década de los 70, cuya gestión y tributación desde entonces ha servido para los nacionalistas escoceses como argumento principal para la secesión y el mantenimiento del Estado independiente, que se tradujo en elevados réditos electorales para un partido entonces minoritario. Los millones de dólares generados de las tasas sobre los ingresos del crudo acaban en las arcas de Londres.

Si el sí ganase hoy, Escocia pasaría a recaudar el 91% de la tasa. El proyecto nacional del SNP es la creación de un petro-estado proteccionista que garantice el bienestar social. El ensañamiento de los gobiernos de Margaret Thatcher con las trabajadoras y trabajadores de la industria y la minería escocesas hicieron virar el voto de la población hacia la socialdemocracia, representada entonces por los laboristas, y el nacionalismo populista del SNP; con la Tercera Vía de Tony Blair, la reconfiguración del proyecto socialdemócrata escocés recayó en el SNP.

Comparemos las condiciones materiales de dos concejos que han votado antagónicamente: por un lado, Glasgow (53,5% sí; 46,5% no; participación: 75%) y, por otro lado, el concejo (también llamado "reino", ’Kingdom’) de Fife (45,00% sí; 55,00% no; participación: 84%). A partir de la década de los 80 Glasgow sufrió una desindustrialización que la ha tornado en una economía fundamentalmente del sector terciario, dominada por la Administración pública, sanidad, venta al por menor, y negocios y finanzas.

Glasgow, que celebró por todo lo alto la muerte de Thatcher, cuya capital ha sido históricamente la avanzadilla del sindicalismo escocés contra las políticas de la Dama de Hierro, presumió de ser el área metropolitana que más desempleo tuvo en el Reino Unido en 2013 según la Oficina de Estadísticas Nacionales: 30,2% de hogares sin personas adultas empleadas entre 16 y 64 años ha sido el dato sin gran variación en los últimos ocho años. Salarios bajos, jornada laboral muy reducida, contratos eventuales, infraempleo. El nivel de empleo en Glasgow estaba ocho puntos por debajo de la media escocesa en 2013: una situación que contrasta mucho con la de Fife.

En esta última región, comunicada con Edimburgo a través de un colosal puente que facilita el transporte de mercancías, se encuentran implantados el mayor centro de distribución que Amazon tiene en Reino Unido, la mayor grúa pórtico de Reino Unido, una multinacional noruega de procesado de pescado, una embotelladora de espirituosos Diageo, industria multinacional de telefonía móvil e informática, industria de fabricación e instalación de energías renovables, industria siderúrgica enfocada a las petrolíferas y las renovables… y el nivel de empleo a sólo un punto por debajo de la media de Escocia y de Reino Unido según los datos de julio de 2014 de la institución Fife Economy Partnership.

Las campañas de la prensa británica y de los grandes partidos unionistas (especialmente la del "Better Together" de los laboristas, que ha sido apodada "del miedo") han sido verdaderas filmografías de terror apocalíptico y catastrofista. El Sunday Post llegó a escribir que el SNP financiaría al nuevo Estado Islámico de Siria e Irak por apoyar éstos supuestamente la independencia escocesa.

Escribía arriba que el independentismo escocés no es un movimiento genuinamente nacionalista, aunque haya sido secuestrado por dicha tradición. El SNP ha sabido cómo reconducir las aspiraciones del movimiento obrero escocés, en sus distintas expresiones sindicales y sociales, hacia su propio proyecto político burgués. Por ejemplo, en el siglo XIX en Edimburgo nacieron las primeras universidades obreras por iniciativa de la Asociación Internacional de Trabajadorxs, con una gran cuota de matriculadas y matriculados, gratuitas y universales.

El movimiento obrero llegó a construir tal hegemonía cultural que hoy la educación en Escocia es gratuita, pública y universal desde párvulos hasta el posgrado; el sistema de las universidades de la Internacional obrera llegó a contagiarse incluso a las universidades estatales (véase la de St Andrews o la de Edimburgo, de las más antiguas de Europa).

El referéndum escocés, aunque pactado bilateralmente entre los gobiernos políticos de Edimburgo y Londres, surge del impulso de décadas de movilización social y sindical del movimiento obrero en Escocia contra la ofensiva neoliberal. En Londres ha localizado la clase obrera escocesa "el comité de administración de los negocios de la burguesía". La expresión democrática del pueblo escocés sobre la autodeterminación nacional, en Cataluña el 9 de Noviembre mediante la desobediencia civil, es ejercicio de un derecho fundamental que nos conduce a considerar inevitablemente también el derecho de un pueblo a decidir la gestión de la propiedad y los recursos naturales.

Por eso, en mi opinión, el resultado del referéndum es quizá un fracaso táctico de la clase obrera escocesa por la vía independentista, pero no estratégico, puesto que la cuestión nacional, bajo mi criterio, no es elemento inseparable de la emancipación obrera escocesa. No perdamos la esperanza de ver desestabilizarse el Reino Unido y la Europa de la Troika como en el periodo de 1916-17 los pueblos obreros y campesinos de Irlanda y Rusia resquebrajaron los dos imperios más vastos del mundo.

Por supuesto, digamos sí a una Escocia independiente, pero delimitemos, bajo la bandera del internacionalismo obrero, unas fronteras para el nuevo Estado que no puedan sobrepasar los viejos poderes que sojuzgan y explotan a nuestra clase. ¿Qué independencia queremos? ¿Sobre qué queremos decidir? Parafraseando al líder socialista obrero irlandés James Connolly, nacido y criado en los suburbios industriales de la capital escocesa: si mañana echáis al ejército inglés, desterráis la Union Jack e izáis la Cruz de San Andrés solitaria sobre el Castillo de Edimburgo; a menos que emprendáis la organización de una república socialista todos vuestros esfuerzos habrán sido en vano.

Inglaterra todavía os dominará. Lo hará a través de sus capitalistas, sus terratenientes, a través de todo el conjunto de instituciones comerciales e individuales que ha implantado en este país y que están regadas con las lágrimas de nuestras madres y la sangre de nuestros mártires.

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