Hasta hace unos pocos meses
mucha gente de fuera de Catalunya no había oído hablar de las CUP,
la Candidatura d'Unitat Popular, ahora en el centro del debate, la
organización política anticapitalista y netamente independentista
que nació de los municipios y entró en el Parlament apostando por
la ruptura con el Estado español y con un programa de clase con el
que también se quieren romper los vínculos con la Troika y por
supuesto con esta Unión Europea. En su interior confluyen
experiencias de luchas sociales, obreras, por la vivienda, feministas
y por la defensa de la tierra.
La rica, multiforme y viva
arquitectura política catalana, con el eje nacional muy bien
asentado y en movimiento desde la Transición, ha hecho posible
romper en el plano institucional la rara excepción de la izquierda
abertzale en Euskal Herria. Ya en los años 80 y 90 habían crecido
en el ámbito municipal, pero en las elecciones de octubre de 2012
dieron el salto autonómico con 3 diputados en una etapa acelerada
del proceso soberanista nacido del fracaso del Estatut.
Su llegada contó con el apoyo
de la izquierda anticapitalista catalana y estatal con la bienvenida
y aplauso del independentismo vasco muy en particular. El eslogan fue
“Ho volem tot” ('Lo queremos todo'): iban en serio. El periodista
David Fernández debutó en las televisiones de todo el estado
levantando la sandalia al gánster de Rodrigo Rato cuando la crisis
golpeaba fuerte y su imagen puso nervioso hasta a Cayo Lara. Desde
entonces hasta ahora han desbordado por la izquierda a ICV-EuiA y se
han convertido en pieza clave para la mayoría independentista.
La izquierda anticapitalista y
revolucionaria vemos con satisfacción cómo una fuerza radical y tan
antagonista al régimen del 78 ha contribuido a agitar el
rompecabezas del largo ciclo electoral sin renunciar a un discurso
desobediente a las oligarquías políticas y económicas y con un
programa rupturista y de clase a la vez que nacional. Bien vale el
gesto como la cesión del espacio electoral a la huelga de Movistar o
las muchas intervenciones en el Parlament apoyando luchas.
El terremoto del 27-S: la
CUP en la encrucijada
La estrategia de las CUP -
Crida Constituent siempre ha sido clara: romper con el estado español
y sus políticas económicas, cerrar la etapa autonomista y avanzar
en la República socialista catalana. El complejo escenario abierto
de la última cita electoral del 27 de septiembre, jugada como
plebiscito por un muy tocado president Mas en huída hacia adelante
en la coalición Junts pel Sí, resituó a sus 10 diputados como
determinantes para la gobernabilidad en un espacio binario: partes de
una mayoría independentista y a la vez de izquierdas.
Sus votos son decisivos en el
Parlament pero a la vez lo que allí ocurra determinará el mayor o
menor protagonismo del proceso de emancipación nacional en el
derribo del statu quo estatal, pues el derecho a decidir que defiende
Catalunya Sí Que Es Pot, la confluencia de ICV-EuiA y Podem, se ha
visto multiplicado electoralmente con la exigencia de Ada Colau a un
referéndum de autodeterminación el pasado 20 de diciembre en unas
urnas en que la papeleta de las CUP, que pedía la abstención, no
estaba presente.
Los anticapitalistas
independentistas tienen aparentemente una correlación de fuerzas más
favorable en el parlamento pero un nudo gordiano en casa. Veamos
ahora si es cierto. Mas y su conglomerado, toda la burguesía
catalana y ERC de la mano, se han puesto de rodillas para recabar sus
votos, pidiendo a las CUP que contradigan la palabra dada en campaña
de que no investirían de ninguna forma al responsable de las
políticas neoliberales y la corrupción del régimen catalán del
que es heredero.
El martes 22 de diciembre
terminaron las negociaciones entre JxSí y la CUP. JxSí presentó
una propuesta de acuerdo que la Asamblea Nacional de la CUP habría
de votar el domingo 27 de diciembre. El preacuerdo presentado por
JxSí proponía medidas para la estructuración del nuevo Estado
independiente (gobierno de concentración, nuevas elecciones, proceso
constituyente y referéndum para aprobar la constitución de una
nueva República catalana), pero siempre a través de la negociación
con el Estado español.
Al mismo tiempo, JxSí propuso
un plan de choque con medidas contra los desahucios, la pobreza
energética y la pobreza infantil, y un renta mínima de inserción,
ayudas a la dependencia y mejoras en sanidad y educación. La
coalición de CDC y ERC promete hacerlo efectivo en un plazo de 18
meses. El gasto de estas medidas se valora un 96% menor del que la
CUP propuso en su programa electoral. Además, JxSí propone la
moratoria de la privatización de la empresa Aigües Ter de Llobregat
hasta el proceso constituyente, pero manteniendo todas las demás. Un
plan de choque paupérrimo, nada creíble y que no soluciona los
problemas de las clases populares, que no hace más que demostrar que
la élite social de Catalunya no está dispuesta a renunciar a ningún
punto de su programa económico.
Por último, JxSí propuso un
gobierno coral con una Presidencia formada Mas y 3 presidentes de
comisiones delegadas sobre economía (Junqueras, de ERC), políticas
sociales (Munté, de CDC) y relaciones internacionales (Romeva).
La propuesta de JxSí se
presentó en la Asamblea Nacional de la CUP en la forma de 4 opciones
de voto de acuerdo con distintos escenarios. Ante el empate en la
votación final de la Asamblea Nacional del 27 de diciembre, el
debate se trasladó a las asambleas territoriales, que, a través de
delegados, transmitirán sus posicionamientos a la reunión del día
3 de enero en la que el Consejo Político de la CUP y el Grupo de
Acción Parlamentaria decidirán si apuestan por investir a Artur Mas
Presidente de la Generalitat o si, por el contrario, lo rechazan, lo
que obligaría a celebrar nuevas elecciones en primavera.
Independencia para
cambiarlo todo
La izquierda de todo el estado
español está pendiente de la resolución de la CUP, porque lo que
está sobre la mesa de debate, con todas las peculiaridades de la
cuestión catalana, es la disyuntiva de "reforma o revolución"
que está sacudiendo a toda la izquierda europea desde el inicio de
la crisis. La CUP se debate entre dos maneras de entender el proceso
de emancipación nacional: o una estrategia etapista que confía en
una alianza táctica con la burguesía catalana, o una estrategia de
ruptura en las calles con las instituciones políticas del sistema
capitalista.
La vía etapista, representada
en el concepto de "mano tendida en lo nacional y puño cerrado
en lo social", impide ligar la emancipación nacional a la
transformación social y entrega la dirección del movimiento por la
independencia a los partidos de la burguesía catalana a favor de su
propio proyecto de clase; proyecto que no pasa necesariamente por la
soberanía del Estado catalán y en el que la confrontación con el
Estado español es tan válida como la negociación, como ilustran el
adaptacionismo y las constantes claudicaciones de Mas y CDC ante las
presiones de Madrid.
Las instituciones políticas
burguesas no permiten el derecho a decidir de ninguna manera. La
autodeterminación no será posible sin una ruptura clara con el
Estado, a través de la movilización social, la desobediencia civil
y la construcción de nuevas instituciones en las calles que desafíen
lo establecido. El caso de Grecia ejemplifica la necesidad de romper
también con las instituciones de la Unión Europea para revertir de
verdad las políticas de austeridad. No hay reforma posible de las
instituciones que posibilite una ruptura "democrática" en
el sentido estricto de la expresión, ni con el neoliberalismo ni con
la opresión nacional.
Es por eso que la izquierda
independentista tampoco debe dejarse engañar por cantos de sirena
como los del líder de Podemos. Cuando Pablo Iglesias utiliza el
derecho a referéndum de autodeterminación como condición para
pactar, lo hace con la única razón de arrinconar al PSOE a la
derecha y obligarlo a aliarse con PP y Ciudadanos, y a sabiendas de
la imposibilidad de la reforma constitucional que promete y de que,
en cualquier caso, el derecho a decidir es inasumible para una
burguesía cuyo régimen político tiene la unidad territorial como
uno de los pilares básicos.
Por todo ello, la emancipación
nacional de Catalunya necesita de un movimiento anticapitalista que
desenmascare a los representantes de la burguesía catalana y los
muestre como obstáculos en el proceso, mantenga un programa con
independencia de clase, basado en la movilización social y que no
ceda el más mínimo terreno a los representantes de la burguesía
catalana, dispuestos a dinamitar el proceso si se consiguieran a
acuerdos satisfactorios con el Estado español para sus intereses
como clase. Ahora toca que la izquierda independentista haga
pedagogía y explique a la mayoría social catalana por qué no hay
que investir a Mas y por qué no hay que avalar la gestión de la
miseria, y cuál es la única vía para la independencia, una
independencia que desemboque en una nueva sociedad.
Estamos en un punto de
inflexión histórico en la lucha de clases en Catalunya que puede
ralentizarse o acelerarse con una simple votación parlamentaria. La
CUP no puede capitular ante quienes gestionan la crisis de los
capitalistas con privatizaciones y recortes en los servicios
públicos. La capitulación de la CUP supondría una derrota no solo
para Catalunya sino para la clase trabajadora y para toda la
izquierda del estado español y de Europa.
Tomás
Martínez y Alberto Lozano, militantes de Izquierda Anticapitalista
Revolucionaria IZAR
No hay comentarios:
Publicar un comentario