Carlos Cano Navarro tiene 25 años y ha terminado la carrera de Medicina. Carmen, que prefiere omitir sus apellidos, lleva dos años en el paro y no recibe ningún tipo
de ayuda. Tiene 56 años y un hijo de 18. Los dos participaron en un
piquete informativo del 15M durante la huelga general del 29 de marzo de
2012. Con ellos iban unas 200 personas más. Pero sólo tres terminaron
en el banquillo. Uno de los acusados fue absuelto tras el juicio. A
Carlos y a Carmen los condenaron a tres años y un día de prisión y al
pago de una multa de 3.655 euros, además de las costas del proceso. En
cualquier momento serán encarcelados.

La controvertida sentencia dictada por el Juzgado de lo Penal número
1 de Granada, que acaba de confirmar la Audiencia Provincial, “no
permite el ingreso voluntario en prisión”, explica Carlos. La condena no
sólo lo conduce a la cárcel sino que además trunca sus expectativas
profesionales. Los antecedentes penales, de entrada, lo inhabilitan para
acceder al MIR en los próximos años.


Él y Carmen han sido considerados delincuentes en una sentencia que los condena por un delito contra el derecho
de los trabajadores cuando lo que defendían precisamente eran los
derechos de los trabajadores. “Es una condena desmesurada”, dice el
Movimiento 15-M, que reclama un trato justo para ambos.
Los hechos se remontan al 29 de marzo de 2012, cuando el piquete informativo organizado por el 15M entró en un bar de copas situado en una céntrica calle de Granada. “Chapa y se acaba”, cuenta
Carlos que dijo. Era la frase que gritaban los miembros del piquete que recorrían las calles en protesta por la reforma laboral del Gobierno. “Al local entraron unas cuarenta personas. Hubo momentos de tensión, pero no intimidación ni destrozos”, como
aseguró en su denuncia la dueña del establecimiento, relata el joven.


Carlos y Carmen, junto a un hombre de unos sesenta años fueron identificados “aleatoriamente” por la Policía a la salida del
bar. “Fuimos los tres últimos que salimos”, precisa. Un año después,
los tres fueron enjuiciados por coacciones y amenazas. El tercer acusado
fue absuelto después de que la propietaria del bar no pudiera
identificarlo como integrante del piquete. Carmen y Carlos fueron
condenados a 3 años y un día de reclusión. La Fiscalía había pedido un
año de prisión. La única prueba presentada contra ellos en la vista oral fue el testimonio de la dueña del local. La Policía emitió un informe sobre supuestas actitudes violentas, pero luego no se
personó en el juicio ni ratificó su versión. Tampoco acudieron los
clientes del bar que testificarían contra los acusados ni se admitió el
peritaje de daños del local por “irregular”. Los acusados admitieron que
formaron parte
del piquete, pero negaron que amenazaran a la dueña del local, que
realizaran pintadas o causaran daños en el establecimiento, como decía
la dueña.

“Es una sentencia desproporcionada, con la que se criminaliza el derecho a la huelga”, afirma Carlos, quien insiste en que el 15M es un “movimiento pacífico” y que la intimidación y los destrozos “no está en su línea de trabajo”. Carmen va un poco más allá: “Se ha pervertido la Constitución”. “Se ataca el derecho al trabajo
, a la manifestación y a la huelga”, señala.

CONCENTRACIÓN
Para
el 15M, Carlos y Carmen son víctimas de un juicio político. El Grupo
Stop Represión del 15M ha convocado una concentración este viernes ante
la Subdelegación del Gobierno para denunciar la “estrategia de represión
y criminalización de la protesta social” y exigir la absolución de los
condenados. Recuerdan, además, que este año se han abierto más de 40
procesos penales contra personas por participar en huelgas y afirman que
“estamos asistiendo a una persecución contra las movilizaciones y
luchas sociales propia de regímenes autoritarios”.

También los sindicatos UGT y CCOO rechazan la condena de los dos activistas del 15M y consideran que esta
sentencia “política y de carácter ideológico” no constituye “un caso
aislado”, sino que forman parte de “una estrategia para criminalizar a
los movimientos sociales y sindicales”, y advierten que, “por mucho que
quieran, la sociedad civil organizada no se va a amedrentar”.

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