Teresa Rodríguez (@TeresaRodr_), Profesora de educación secundaria y candidata número
2 en la lista de Podemos al Parlamento Europeo

Resulta cómico que el PP y el PSOE coincidan en el eslogan "no somos
lo mismo". Algo no les funciona bien a ambos cuando se ven obligados a
realizar una campaña para las
elecciones europeas de campanario, en tono menor, poco motivadora de la
participación electoral y carente de propuestas para los problemas de fondo. Es evidente, no son exactamente lo mismo, pero la ciudadanía no puede distinguirlos en lo que actualmente es fundamental: la política económica. Los conservadores propugnan de forma
despiadada la austeridad para la mayoría como el único camino, los
socialdemócratas no pasan del piadoso e inocuo "austeridad sí, pero no
así". Ambas posturas se reproducen en cada país y a escala de la UE.
Resulta dramático que los socialdemócratas estén gobernando con los
conservadores en Alemania bajo la hegemonía de Merkel, cuyo partido ha
contado también con apoyos verdes en algunos länder, y que el tándem
Hollande-Valls, apoyado por la mayoría del grupo verde francés, aplique las políticas del austericidio.

Gobernar con los conservadores, o como los conservadores, está resultando tóxico tanto para
la socialdemocracia como para los verdes
que ven mermar sus expectativas electorales. La cadena de acuerdos que
configura la arquitectura económica de la UE con origen en Maastricht y
concreción en el Pacto Fiscal y en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento
determina a la baja las políticas sociales y ecológicas. Esos pactos
corresponden a la lógica neoliberal frente a la que la mayoría de los
grupos no presentan alternativas estratégicas.

Es ilustrativo escuchar a Enrique Barón y a Álvaro Gil Robles, que no
están en la refriega localista del "y tú más", defender con los mismos
argumentos y palabras las bondades de la actual UE como la Europa de los
ciudadanos. En ambos casos se silencian la ausencia de legitimidad
democrática de la Comisión, el Consejo, la Alta Representación de Política Exterior
y el BCE, las cortas competencias actuales del Parlamento y la
imposición autoritaria del núcleo duro de las decisiones económicas y
monetarias desde
Bruselas que constriñen las competencias de gasto de los Estados miembros en materias como sanidad, educación, cultura, medio ambiente, investigación, pensiones o política salarial.

Las cosas se están moviendo en el Estado
español y a escala europea. Están apareciendo nuevos fenómenos de gran
calado. Por un lado, el sistema bipartidista español, eje fundamental
del régimen político nacido de la Transición, da síntomas de agotamiento
lo que conlleva una pérdida creciente de apoyos de ambos partidos y de
legitimidad del mismo sistema. En el caso europeo se concreta en el desgaste del Partido
Popular Europeo y de la Alianza Progresista de Socialistas y
Demócratas. Por otro, se detecta un aumento de la desafección política
de amplias capas de la ciudadanía y de aumento del abstencionismo. Pero
también cabe señalar que por las grietas del descrédito de las opciones
mayoritarias y apoyándose en el descontento social empieza a colarse el
peligro de la extrema derecha, como el Gobierno húngaro de Orban o el
ascenso del Frente Nacional en Francia y de otras opciones en diversos
países que combinan temáticas sociales con el racismo y la xenofobia,
ataques nacionalistas a la idea misma de cooperación europea y que
económicamente defienden diferentes fórmulas de proteccionismo
nacionalista en el marco de la aceptación de la globalización
capitalista tal cual es. El riesgo del fascismo no se previene con "más
de lo mismo" de lo que lo ha generado, requiere alternativas que
conviertan en acción política la indignación social.

La buena noticia es que las encuestas
auguran un ascenso electoral en toda Europa de las opciones de
izquierda que defienden la democracia sin cortapisas y el derecho a
decidir de los pueblos sobre todos los
aspectos, incluida la economía. También en el Estado español donde,
junto a otras fuerzas en ascenso, resulta ilusionante la irrupción con fuerza creciente de Podemos. Una fuerza valiente frente a
la Troika, una fuerza heterogénea y plural que puede y debe llegar a
acuerdos para impulsar un cambio de rumbo –guiado por el sentido común
de la dignidad y la ruptura frente al abuso y la emergencia ecológica y
social– en tres ámbitos: en el modelo productivo existente para que sea
ambientalmente sostenible; en la política económica y social de la UE
para que sirva a los intereses de la mayoría frente los grupos
industriales y financieros; y en la refundación institucional sobre
bases radicalmente democráticas para que realmente la ciudadanía europea
sea soberana y dueña de su destino colectivo.

Acabar con la austeridad, controlar las finanzas, crear empleo
y dar marcha atrás en la divergencia económica, reducir la desigualdad y ampliar la democracia son los epígrafes de la hoja de ruta
que se nos propone desde el interesante Manifiesto Otro camino para
Europa impulsado por European Progressive Economist Network. Léanlo, es
corto, claro y va al grano. Vale la pena. Y no se olviden, voten porque
también podemos cambiar las cosas desbordando las instituciones con la
voz de la indignación y las alternativas que llevamos años construyendo
desde los movimientos sociales. Porque también podemos cambiar las cosas
convirtiendo en leyes las justas reivindicaciones de la calle. Pero
sobre todo: no dejen de luchar

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