martes, 2 de julio de 2013

Nos toca a nosotros meter algunos goles

Llegó el mes de Junio y empezaron los minutos de un partido que no había sido anunciado previamente, tampoco comprado por ninguna cadena, sin patrocinadores ni jugadores oficiales. El vestuario se “autoseleccionó” sin poner cupo, salió al campo sin colores establecidos, la afición entonó himnos no grabados y en el palco de invitados estaba, entre otros, la mujer de rojo que se enfrentó al chorro de agua en Turquía, a la que, por cierto, nadie abucheó.

Sin que el árbitro se diera cuenta y pillando a todos los espectadores desprevenidos saltó al terreno de juego la juventud turca y el estadio, diseñado para la construcción de unos grandes centros comerciales, se convirtió en el parque Gezi y la acampada y murales reivindicativos lo rebautizaron como plaza Taksim. Una estrategia de juego desconcertante despertó al somnoliento portero Erdogan y su megalómano sueño, y nadie supo por qué el balón ya no estaba plácidamente de su lado.

Cuando la segunda parte del partido iba perdiendo interés, desde el otro lado del charco nos sorprendió el inesperado y cálido penalti de la selección brasileña, pidiendo en bloque transportes públicos para todos y aumento del gasto educativo, boicoteando la Copa del mundo. A Dilma Rousseff, la entronizada heredera de Lula, el susto en el cuerpo se lo han metido también sus propios hinchas, hartos de ser escaparate de una izquierda vendida y corrompida en el poder.

En los últimos días, cuando el terreno de juego iba a ser despejado, la afición del país del Nilo ha vuelto a saltar al centro del campo y a recuperar la emblemática plaza Tahrir secuestrada por el neoliberalismo de los Hermanos Musulmanes, rescatando el “Pan, libertad y justicia” que aplastó a Mubarak en 2011. Los árbitros europeos y estadounidense encuentran reabierta la caja de Pandora y su peón Morsi está cerca de ser expulsado al banquillo con resultado incierto.

En débil portería, guarnecida con la fornida defensa de gases lacrimógenos, cañones de agua y pelotas de goma, se han situado los desconcertados y asustadizos Tayyip Erdogan, Dilma Rousseff y Morsi, incapaces de dar respuesta a los abucheos, seguir el rumbo del balón que inmisericorde apunta directo a ellos, aturdidos con una ensordecedora afición que ya no aplaude el fantasmagórico crecimiento económico que todos han vendido hacia dentro y fuera.

Las hasta ahora ordenadas gradas han pitado el final y bajan a tomar las calles y plazas, sin atender ni conceder tiempo a los “calmantes” en forma desde referéndums, mesas de diálogo y reformas constitucionales que se sacan de la manga esperando que se acuda a ellos como palomas de la plaza tras las migas de pan. Parecen querer cumplir la característica intempestiva que señaló Bensaïd.

Mientras la “fiebre rojigualda” disputaba el partido con la selección “canarinha”, el verdadero Brasil asediaba el estadio empuñando las armas de la educación y los transportes públicos, hasta tal punto que los ruidosos goles del interior no pudieron con el atronador gol de dignidad. Fuera del campo, y a la vez en plaza Tahrir como días atrás en las calles del estado de Atatürk, se jugaba un partido más importante: el de la lucha de clases.

A nosotros, antes en el banquillo, nos toca ahora meter algunos goles. Hay que jugar en más sitios el partido y sudar la camiseta. Quién hubiera pensado que este Junio los mejores entrenadores los encontraríamos, como antes en Túnez y Grecia, en nuestros hermanos turcos, brasileños y egipcios, ninguno en esta Europa en coma inducido.

Pues bien, el equipo de los de abajo está a punto de sacar la tarjeta roja en este derby, así que seguiremos atentos a la prórroga. Y por supuesto calentando, siempre calentando.

Tomás Martínez, militante de Izquierda Anticapitalista-Granada

No hay comentarios:

Publicar un comentario