viernes, 28 de julio de 2023

La huelga del 70: las balas de la vergüenza



El 21 de julio de 1970, una masiva jornada de huelga en el sector de la construcción en Granada con motivo de la negociación de un convenio terminaba el día con el asesinato de tres trabajadores a manos de la policía, sin que nunca se juzgara a los culpables. En tiempos en los que la paz social se reivindica como la única forma de poder arrancar migajas para las y los de abajo, conviene recordar que cada derecho se ha conquistado a fuerza de movilizaciones, huelgas y acciones colectivas.  

Los años finales del franquismo y el ascenso del movimiento de masas 


Los años finales del franquismo fueron testigos de un ascenso de las movilizaciones protagonizadas por miles de trabajador@s. Se trataba de una clase obrera joven que se había formado al ritmo de la liberalización y la “modernización” de la economía y que provenía de un éxodo del campo a la ciudad que transformó la periferia de las ciudades, la cual no había sufrido directamente la represión y la derrota tras la Guerra civil, lo que la hacía tremendamente combativa, a pesar de vivir bajo una dictadura de terror y represión como la franquista.  


Así, esta clase obrera generó sus propias fuerzas políticas y sindicales, al ritmo del aumento de su conciencia y creencia en su capacidad para transformar sus vidas: así nacieron organizaciones como las Comisiones Obreras, se extendieron partidos políticos desde la izquierda moderada hasta la revolucionaria, se multiplicaron las protestas en campus universitarios de todo el Estado y trabajador@s de todos los sectores experimentaron la autoorganización, las asambleas, las concentraciones y manifestaciones, la lucha política y sindical así como, en consecuencia, la persecución y la represión en sus propias carnes. Es en este contexto donde una huelga masiva de albañiles tendrá lugar en la ciudad de Granada.  


La huelga de la construcción 


En el año 70 un convenio de construcción se estaba negociando en Granada. Frente a las durísimas condiciones de trabajo a través de las cuales los patrones se aseguraban una alargada plusvalía y pingues beneficios, donde reinaban los bajos salarios o el trabajo a destajo, las organizaciones de base, con un trabajo desarrollado en los sindicatos verticales del franquismo, levantaron un conjunto de reivindicaciones tales como una subida de salarios (240 pesetas diarias), una jornada laboral de 45 horas semanales, pluses y la limitación de las horas extras, entre otras cosas. 


Con las negociaciones rotas, el 21 de julio fue convocada una jornada de huelga, en la que los propios trabajadores sobrepasaron las expectativas cuadros políticos y sindicales. Con la influencia de organizaciones como CCOO, el PCE o la HOAC, hasta 5000 trabajador@s se sumaron al paro. Frente a las movilizaciones, la dictadura hizo lo único que sabía hacer: reprimir. L@s trabajador@s sufrieron cargas en la sede los sindicatos verticales (hoy en día un hotel de la Avenida Constitución) que les obligaron a defenderse. En medio de las cargas, disparos que nunca fueron investigados mataron a tres trabajadores: Cristóbal Ibáñez Encinas (43 años), Manuel Sánchez Mesa (27 años), y Antonio Huertas Remigio (21 años).  


La solidaridad se extendió por otras partes del Estado español, como nos recodaba A. Segovia Ganivet al citar un boletín de CCOO de la SEAT de Barcelona de aquel año: “Tres trabajadores, tres compañeros nuestros, han caído, el día 21 de julio de 1970, muertos en Granada ante las balas de la policía. Cristóbal Ibáñez Encinas, Manuel Sánchez Mesa y Antonio Huertas Remigio eran sus nombres. Uno con un balazo en el pecho. Otro con un disparo cerca del ojo. El tercero con un tiro en el cuello. ¿Por qué?”1  El convenio se acabó firmando pero se cobraba la sangre y el despido de muchos trabajadores.  


Una escuela para la Transición 


La represión frente a las movilizaciones y el miedo a que el movimiento obrero sobrepasara las estructuras de la dictadura franquista tuvo en Granada uno de los ejemplos que se extenderán por toda península de la década de los 70, alcanzando su apogeo en los años centrales de la transición. Miles de trabajador@s ganaron conciencia de su poder al autoorganizarse y luchas, incluso cuando vivían episodios represivos. De ahí que años tras año se convocasen cada vez más huelgas, se perdieran más horas de trabajo y el nivel de combatividad fuera mayor.  


Las movilizaciones de finales del franquismo son la escuela para todos sus actores: el de aquellos y aquellas que se enfrentaron a los patrones y a la dictadura, y el de aquellos que comprendieron que para no ser barridos del mapa tendrían que llegar a algún tipo de compromiso, que no sería otro que una transición pactada y que dejara todo atado y bien atado. Por el camino, muchos trabajador@s dejaron sus mejores años luchando por un porvenir que al final, se terminó cerrando en los despachos.  

 

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