Esther Vivas ׀ Público
“¿La independencia de Catalunya? Por encima de mi cadáver y el de
otros muchos militares”. Con estas palabras el teniente coronel de
infantería Francisco Alamán Castro se refería, el pasado 31 de agosto, a
una eventual independencia de Catalunya. Y añadía: “No lo tendrán
fácil. Aunque el león parezca dormido, que no provoquen demasiado al
león, porque ya ha dado pruebas sobradas de su ferocidad a lo largo de
los siglos. Esa gavilla es muy poca cosa si se le planta cara”.
Éstas no han sido las únicas declaraciones que, tomando la verborrea
actual a la que algunos políticos son tan aficionados, podríamos
calificar de “antidemócratas”, “golpistas” y “antisistema”. La portavoz
de UPyD, Rosa Díez, emplazaba al Gobierno, después de la manifestación
del 11 de septiembre, a suspender la autonomía de Catalunya si ésta
utilizaba el dinero del fondo de rescate autonómico “para financiar la
secesión”. El vice-presidente del Parlamento Europeu y eurodiputado del
PP, Alejo Vidal Quadras, tampoco se quedaba corto, y pedía a Mariano
Rajoy que un general de brigada, preferiblemente de la guardia civil,
tomase el control de los Mossos de Esquadra para frenar el proceso
independentista.
El periódico “El Mundo”, en su editorial del 27 de septiembre, exigía
al Gobierno “una respuesta penal al desafío de Artur Mas” de convocar
un referéndum de autodeterminación e instaba a modificar el código penal
y “castigar con pena de cárcel e inhabilitación la convocatoria de una
consulta ilegal”. Y para no ser menos, la plataforma ultra Reconversión,
con Alejo Vidal Quadras y José Antonio Ortega Lara a la cabeza, exigía
al Gobierno la intervención de Catalunya, apelando a los artículos 161.2
i 155.1 y 2 de la Constitución, si se convocaba dicho referéndum.
Pero la cosa no acaba aquí. La Asociación de Militares Españoles
(AME), integrada por antiguos miembros del Ejército, ha amenazado al
presidente Artur Mas con un consejo de guerra y ha advertido a los que
promuevan la “fractura de España” tendrán que responder ante un tribunal
militar acusados de “alta traición”. Toma ya. Cómo está el patio… para
que un político conservador, como Artur Mas, ligado hasta la médula al
poder financiero, La Caixa y Abertis en primera fila, y dirigente de una
formación tan poco subversiva como CiU, suscite dichas reacciones. ¿Qué
pasaría si fuera un tipo de izquierdas, opuesto a los intereses
empresariales y defensor sincero del derecho a la autoderminación?
Visto lo visto, yo me pregunto. Si esto pasara en un país, por
ejemplo, latinoamericano, ¿cómo lo calificaríamos? Incluso la BBC ha
publicado un extenso reportaje que vincula las amenazas contra Catalunya
al “pacto de silencio” instaurado en la Transición. Y así es. La Ley de
Amnistía de 1977 garantizó inmunidad a aquellos que cometieron delitos
contra la humanidad en el régimen franquista y la guerra civil, pero
dichos personajes siguen allí. Y hoy, otra vez sin tapujos, vuelven a
levantar la cabeza.
Ahora, cuando el Titánic hispánico hace aguas atenazado por una
crisis cada día mayor, cuando chirría todo el andamiaje, queda expuesta
la verdadera naturaleza del presente Régimen y los límites de una
Transición cuya sacralización beata durante décadas impidió ver la
realidad. De golpe, a toda una legión de “demócratas” se les ha caído la
careta. Ventajas de las crisis: clarifican las cosas.
La democracia para algunos está bien, siempre y cuando no se salga de
madre. Y si es así, aquellos que molestan, ya sean “malvados”
independentistas catalanes o bien “peligrosos” activistas del 25S, hay
que meterlos rápido en cintura. ¿Televisar en directo imágenes de cargas
policiales? ¡Menudo escándalo! La gente se indigna y aún se manifiesta
más. Solución: recortamos el derecho a manifestación e información y
listos. El presidente del Grupo Popular en el Parlamento Europeo Jaime
Mayor Oreja y la delegada del Gobierno en Madrid Cristina Cifuentes lo
tienen claro.
La crisis de hoy no es sólo una crisis económica y social sino una
crisis de régimen sin precedentes, donde se pone en cuestión el modelo
de Estado salido de la Transición, sus “pactos de silencio”… y el
maltrecho sistema democrático que tenemos.
Y es en medio de este marasmo que hay que apoyar todas las
reivindicaciones democráticas que choquen contra el corsé borbónico de
la Transición. Empezando por el derecho del pueblo catalán a decidir su
futuro. ¿Quién teme un referéndum en Catalunya? Quienes no están
dispuestos a aceptar su resultado. No conviene, sin embargo, que la
furia españolista contra Mas nos haga tomar a un político cuyo única
obra de gobierno ha sido recortar derechos y bajar impuestos a los ricos
como el adalid de la democracia y la libertad. Al contrario, los
catalanes sólo tendremos una vida mejor cuando nos liberemos de Mas, su
escudero Felip Puig y su tropa de las “tijeras”.
El teniente coronel de infantería Francisco Alamán Castro decía que
“la situación actual es muy parecida a la del 36”. Toda una declaración
de intenciones. Ahora, como entonces, nuestra democracia, nuestros
derechos, nuestro futuro están amenazados. Nos jugamos mucho. ¿Para
cuando tendremos los tanques en las calles de Barcelona? No sería la
primera vez. Y de una cosa estoy segura, el pueblo no se quedará
callado. Entonces lo importante será no confundirse de enemigo y
mientras combatimos a los franquistas mal reciclados habrá que recordar
que los intereses de la mayoría del pueblo catalán tienen muy poco que
ver con los del Mesías Artur.
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