
Sin embargo, este último año, lejos
de suponer un repunte de la movilización social que refleje el
malestar de la mayoría trabajadora, dicha movilización ha dado
signos de debilitamiento. No es fácil analizar el origen de este
hecho, máxime cuando ocurre en un momento en que las condiciones
objetivas que empujan a las clases populares a la lucha social se
hacen aún más grandes. Las respuestas, por tanto, habrá que
buscarlas en las condiciones subjetivas. Por señalar algunas: este
ha sido y es un año eminentemente electoral y con algunos cambios en
el panorama político partidario. Podemos nació el año pasado y
este es el año en que concurre a las elecciones municipales,
autonómicas y estatales. Una dura prueba para una organización tan
joven. En Podemos ha cristalizado la esperanza de gran parte de
sectores populares, lo que ha hecho que muchos de los activistas
sociales que se habían curtido en el último periodo de movilización
se retiren de la calle para construir partido. Además, la propia
esperanza en la vía electoral-institucional de una parte de la
población, instigada también por miembros de la dirección de
Podemos, supone un freno en la movilización y auto-organización de
los propios movimientos que habían nacido de las clases populares
para dar respuesta a la situación de injusticia social y de abandono
que se estaba percibiendo. Paradójicamente, la aparición en
positivo de Podemos puede suponer un freno a la movilización, sin la
cual el propio Podemos no hubiera nacido. Desde el 2011, el ciclo de
agitación social hizo que el consenso de las clases populares se
situara en lugares donde consignas hasta ese momento marginales,
tales como prohibición de despidos en empresas con beneficios,
nacionalización de la banca y sectores estratégicos, aumento del
SMI, etc. fueran comprensibles por un audiencia cada vez mayor.
Además, dicho proceso hizo de la auto-organización de los y las de
abajo un procedimiento normal para hacer frente a las problemáticas
comunes: 15-M, stop desahucios, mareas, etc.
Es preciso, por tanto, seguir
trabajando en los sindicatos, en los movimientos anti-desahucios, en
las mareas, etc. y hacer de la movilización sostenida el lugar donde
además de virar las condiciones subjetivas de la mayoría social
hacia posiciones favorables para la clase trabajadora, seamos capaces
de aprender cómo peleamos conjuntamente contra el enemigo común, o
lo que es lo mismo: cómo somos nosotros y nosotras quienes ponemos
soluciones políticas que pongan en tela de juicio el actual reparto
de la riqueza. Ser protagonistas activos y no esperar pasivamente a
la llegada de un nuevo Mesías.
Se prevé una Huelga General para el
próximo otoño. Hacer de ella un éxito, y evitar que nuevamente ese
día se convierta en una fecha asilada con la que las burocracias
sindicales cubran expediente, es tarea de todos los trabajadores y
trabajadoras. Ello requiere: calentar la jornada de huelga aún antes
de la huelga misma, pugnar por comités de huelga abiertos en los que
sean los y las trabajadoras en asamblea quienes decidan sobre la
continuidad o no de la misma y que sea ahí donde se forje una
verdadera unidad sindical, planificar balances de continuidad tras la
jornada de huelga, … y sobre todo, que el día del paro sea todo un
éxito, y que demuestre que quienes producen no son quienes poseen
los medios para producir. Quienes produjeron todo lo que hoy nos
rodea, lo producimos y lo seguiremos produciendo fuimos y seguimos
siendo el pueblo trabajador: ¡Que viva el primero de mayo y que viva
la lucha de la clase obrera!
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