¡No
a las violencias machistas!
Son ya muchos los ejemplos que muestran a las claras que el
capitalismo y el patriarcado son sistemas que producen miseria y
violencia. El paro, la precariedad, los desahucios son muchos
ejemplos de violencia que afectan siempre a l@s mism@s: a la clase
trabajadora en general y a la mujer trabajadora en particular. A eso
hay que añadirle también la violencia machista intrínseca a este
sistema injusto. En efecto, el aumento de los feminicidios en los
últimos tiempos vuelve a poner la violencia machista en el centro
del debate político y sociaL. Sin embargo no se profundiza en la
magnitud del problema y sus raíces, que no son otras que el sistema
capitalista y patriarcal en el que vivimos.
No solucionará nada tratar de paliar los síntomas a base de leyes o
medidas desde las instituciones. La violencia machista es
estructural. Para acabar con ella es necesario un cambio más
profundo que acabe con un sistema que busca el máximo beneficio en
manos de unos pocos y se mantiene en base a todo tipo de opresión
entre la que destaca la violencia machista. Esto sólo se lograra
mediante la movilización sostenida en las calles, en los barrios y
centros de trabajo. Sólo de esta forma se podrá aumentar el nivel
de conciencia de la mujer trabajadora con el fin de erradicar la
enfermedad real del patriarcado. Los asesinatos y la violencia física
son quizás las formas más llamativas y visibles de las violencias
que se ejercen contra nosotras, pero hay muchos otros tipos que todas
sufrimos a diario: en casa, en la universidad, en el trabajo, en las
calles, a través de los medios...
Sufrimos la violencia de este sistema capitalista y patriarcal en
numerosos aspectos. Desde las cuestiones más simbólicas que
sufrimos desde el momento en que nacemos y nos encorseta en roles de
género que nos dictan cómo ser “buenas mujeres” y es ejercida a
diario desde los medios, la publicidad, y la estructura social misma
impuesta por el sistema, hasta la violencia que sufrimos en
diferentes ámbitos que nos impide decidir sobre nuestro propio
cuerpo y sobre nuestra propia vida como puede ser la cuestión del
aborto libre pero también nuestra sexualidad.
Pero esto no se queda ahí. Las mujeres también sufrimos una
violencia a nivel laboral, cuando nuestros puestos suelen ser
inferiores a los de los hombres e incluso peor pagados (las mujeres
cobramos un 22% menos que los hombres), cuando sufrimos con mayor
crudeza la precariedad de los contratos temporales (un 74,35% de
estos contratos son destinados a mujeres). También en el núcleo
familiar padecemos a diario una violencia que nos recluye al hogar
sin poder participar de las decisiones y la marcha de nuestra
sociedad, la sociedad en la que también vivimos y que nos maltrata.
¿No cambiaría todo esto si la mayoría de nosotras (las
trabajadoras, en casa o en la calle) pudiésemos formar parte activa
de la política, la educación y la economía? Para esto es
fundamental que los movimientos sociales, sindicales, políticos y
demás organizaciones que luchan por cambiar la lógica social se
llenen de voces de mujeres. Es una tarea central que las mujeres
planten cara al capitalismo y al patriarcado desde todos los frentes.
Esto para nosotras no es una tarea sencilla, más difícil aún ahora
que los agudos recortes en servicios públicos como en ayuda a la
dependencia, nos afectan más a las mujeres, pues somos nosotras
normalmente las trabajadoras de este servicio, y en las que
finalmente cae este trabajo de cuidados, cargando gran parte del peso
de la crisis sobre nuestras espaldas. Por no hablar de los sujetos
más vulnerables como son las mujeres inmigrantes, expuestas a sufrir
explotación laboral, discriminación por ser mujer y en muchos casos
actitudes xenófobas.
Por último tenemos la violencia directa, la que golpea y asesina, la
más feroz. Después de analizar cómo se estructuran los sistemas
capitalista y patriarcal, y su alianza mortal para las mujeres, no es
difícil entender que la violencia directa es consecuencia de toda
una estructuración errónea de nuestra sociedad que debemos
solucionar luchando fieramente por cambiar estos sistemas que van de
la mano y que nos aniquilan poco a poco.
Todo esto nos hace reflexionar que la ley actualmente en vigor (Ley
Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección
Integral contra la Violencia de Género), es un completo lavado de
cara por parte del Gobierno y que no se va a solventar este gran
problema político-social. Las respuestas que han dado tanto el PSOE
como el PP respecto a esto han sido totalmente insuficientes. Por
mucho que hagan medidas estéticas contra la violencia de género, la
realidad es que los recortes, las reformas laborales, las
dificultades para acceder a una vivienda, etc. agravan la situación
de las mujeres y dificultan su autonomía económica y personal, lo
cual supone un elemento central para el empoderamiento de las mujeres
de clase trabajadora.
Es una cuestión de suma importancia que nos organicemos y
encontremos la manera de dar la batalla contra este sistema
capitalista y patriarcal que genera miseria y violencia hacia la
clase trabajadora en general y a la mujer trabajadora en particular.,
y que tantas vidas está costando cada día en el mundo entero.
Es por eso que hoy en día se hace cada vez más necesario que el
feminismo combativo y de clase alce la voz y se una para conseguir
acabar con el machismo y toda la explotación que sufrimos la clase
obrera en su conjunto, en confrontación directa contra el
capitalismo y el patriarcado como estrategia a seguir.
NOS QUEREMOS VIVAS Y LIBRES
¡SEGUIMOS EN LUCHA!
¡ABAJO EL CAPITALISMO Y EL PATRIARCADO!
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