Este
mes dedicamos nuestro dossier a la movilización contra la reforma
laboral llamada “Loi du travail” y conocida como Ley El Khomri
por el nombre de la ministra que la impulsa. El cierre de esta
revista se lleva a cabo antes de la huelga general del 31 de marzo.
Nos
paramos aquí para analizar este inicio de lucha contra esta reforma
laboral a la “española” que intenta imponer el gobierno social
liberal del presidente Hollande. Lo hacemos ya que existe la
posibilidad de un movimiento de conjunto en el que converjan
estudiantes y trabajadorxs como ya ocurriera durante el gran
movimiento contra el CPE (Contrato Primer Empleo) que tenga la fuerza
suficiente para obligar al gobierno del partido socialista francés a
dar marcha atrás. Para ello, contamos con un artículo elaborado por
un compañero de la corriente de Anticapitalisme & Révolution
del NPA en el que explica las potenicalidades de dicho movimiento y
qué persigue dicha reforma laboral. Y por último, una entrevista a
dos compañeros del NPA que recuerdan la lucha y la victoria contra
el CPE con el fin de sacar las enseñanzas para hoy. Para nosotr@s,
la lucha de la juventud y de la clase obrera en Francia es importante
ya que a parte de sus enseñanzas para nuestras luchas aquí, una
victoria allí puede dar ánimos para las luchas que nos esperan
aquí.
Movilizaciones
contra la Ley Trabajo: las posibilidades para un movimiento de
conjunto.
Porque
ha codificado los diferentes derechos conquistados por la clase
obrera durante décadas de lucha de clases, el Código del trabajo
(el estatuto de lxs trabajadorxs) siempre ha sido objeto del odio
particular de la burguesía francesa. Las declaraciones sobre su
supuesta “obesidad”, las diatribas sobre su carácter “obsoleta”
sólo reflejan una cosa: la voluntad de la patronal de acabar con ese
Código que les impide explotar como lo desearían a los y las
trabajadoras. Frente a la nueva crisis económica y financiera que se
avecina, se entiende las prisas de los burgueses para acabar con él.
El
gobierno responde a una reivindicación histórica de la patronal.
El
proyecto de la ley El Khomri se inscribe en una misma lógica de
ataques que vienen padeciendo lxs trabajadorxs en contra de sus
derechos. La primera brecha fue abierta por la ley Aubry en el aó
2000 que, a la vez que instauraba la jornada semanal de las 35 horas,
abría la posibilidad de anualizar el tiempo de trabajo. O lo que es
lo mismo, modular el tiempo de trabajo de lxs asalariadxs en función
de los deseos de la empresa. Por otro lado, esta ley debía
traducirse por una serie de acuerdos de empresas, a costa de los
acuerdos en el sector.
Los
ataques de la patronal se han en efecto concentrado particularmente
en un punto concreto, el “principio de favor”: hasta el día de
hoy, un acuerdo de empresa no podía, salvo algunas disposiciones
particulares, ser menos favorable para lxs asalariadxs que un acuerdo
del sector. Después de una década de ataques sobre esa cuestión
(ley Fillon en 2004, ley del 20 de agosto de 2008, ley Warszmann), el
ANI (Acuerdo Nacional Interprofesional de 2013 ha ido hasta el final
de esa lógica suprimiendo el principio de favor y facilitando la
puesta en marcha de los “acuerdos de competitividad”.
La
patronal del automóvil ha sido el primero en aplicar esa política.
El objetivo es en todos sitios el mismo: amplificar la flexibilidad y
reducir los costes de producción combinando congelación o bajada de
salarios con un aumento del tiempo de trabajo. El caso de los obreros
de Continental en Clairoix, a finales del 2007, es sintomático, con
una dirección que impuso pasar a 40 horas semanales pagando
solamente 37,5, supuestamente para salvar los empleos. Resultado: la
fábrica cerró a principio de 2010. Lo mismo pasa con el acuerdo de
Renault firmado el 13 de marzo de 2013 por sindicatos complacientes
que validaron la supresión de 8 560 puestos de trabajo, con el
aumento de la duración del trabajo tanto en lo que se refiere a
ritmo diario como a supresión de días de descanso, así como la
disminución del poder adquisitivo. Siempre que esos tipos de
acuerdos han sido aceptados por los sindicatos, el resultado ha sido
el mismo: nuevas supresiones de puestos de trabajo, con cada vez más
chantaje por parte de la patronal para bajar los salarios y aumentar
los ritmos…
La
ley El Khomri es el toque final de toda esa política, declarando de
forma explícita que lo que debe ser el centro del Código del
trabajo, es la “buena salud” de la empresa. Hablando claro, todas
las reivindicaciones de lxs trabajadorxs deben estar sujetas a los
beneficios de los capitalistas. El corazón de este proyecto de ley
es la atomización de la clase obrera: con la “Cuenta Personal de
Actividad”, la noción de “derechos individuales” substituye la
de los derechos colectivos. Uno de los objetivos más importante de
este gobierno con este proyecto es conseguir que los supuestos
“acuerdos de empresa”, al margen de los sindicatos, pasen a
sustituir los convenios colectivos. La empresa se convierte de ese
modo en la norma social. El objetivo es por tanto acabar con todo lo
que fundamenta al movimiento obrero. Eso es lo que permite llevar a
cabo las demás medidas anti obreras: el aumento del tiempo del
trabajo, fraccionamiento del descanso diario de 11h, ataque contra
los prud’hommmes (los tribunales especiales para resolver
cuestiones laborales con participación paritaria entre
trabajadores-empresarios)....
Este
proyecto no es por tanto ni enmendable, ni negociable. La
reivindicación de la retirada completa de la ley es un elemento
central; y debemos oponernos a cualquier intento de negociación del
texto.
Organizar
la movilización de la juventud y del mundo del trabajo: una tarea
inmediata.
Este
conjunto de medidas concentradas en un solo proyecto de ley ha
provocado inmediatamente una enorme indignación en la población.
Prueba de ello, el apoyo histórico conseguido por la petición “Ley
trabajo, no, gracias” que, en pocas semanas, ha alcanzado el millón
de firmas, lo nunca visto. 70% de los franceses afirman oponerse a la
ley, mientras que el 57% de los encuestados dicen “apoyar” las
movilizaciones previstas para la retirada de la ley.
El
llamamiento a la movilización del 9 de marzo por parte de las
organizaciones de la juventud ha abierto una brecha. Ha creado la
posibilidad de una movilización masiva de la juventud y, por
extensión, la posibilidad de un movimiento de conjunto, 10 años
después del CPE (Contrato Primer Empleo). La participación en las
manifestaciones (450 000 personas en toda Francia, varias decenas de
miles en París), la presencia masiva de la juventud (con Asambleas
Generales en la mayoría de las facultades, un centenar de institutos
bloqueados…) pero también de una franja significativa de
militantes sindicalistas, muestra que la reivindicación de la
retirada de la ley El Khomri está empezando a ser el catalizador del
enfado obrero y popular contra este gobierno. Con este principio de
movilización, se abre la posibilidad de derrotar a este gobierno.
Frente
a esa movilización masiva, el gobierno ha empezado una serie de
maniobras para que su proyecto siga adelante. El papel de la CFDT
(sindicato ligado al Partido Socialista francés), apoyado por
Martine Aubry, es central para el él. Es vital para Hollande y su
gobierno conseguir el apoyo de ese sector del PS para poder aprobar
su ley. Es en ese sentido que se enmarcan los anuncios hechos por
Valls (primer ministro) el pasado 14 de marzo, que le permitieron
ligarse a la CFDT. En realidad, esos anuncios no solucionan nada: al
contrario de lo que dice Laurent Berger (Secretario General de la
CFDT), el límite de las indemnizaciones de los tribunales especiales
antes mencionados no está suprimido pero se convierte en algo
“indicativo”. La definición del despido económico se mantiene
ampliado, aunque el perímetro haya sido un poco repasado. Pero
sobretodo, el alma de la ley subsiste: la inversión de la jerarquía
de las normas, es decir hacer que todas las negociaciones se lleven a
nivel local, en cada empresa.
La
mejor manera de poner en jaque esas maniobras es de desarrollar la
auto organización de los sectores movilizados, en primer lugar en la
juventud. Es importante construir Asambleas Generales, así como
contribuir en la construcción de una coordinación nacional
estudiantil, con el fin de emanciparse de los aparatos sindicales.
Debemos desarrollar nuestros argumentarios para que cada estudiante
esté en capacidad de contrarrestar esas maniobras. Para ello, la
cuestión de la huelga estudiantil es ya un elemento clave. Se trata,
en las Asambleas Generales más avanzadas, de convencer a los
estudiantes que es necesario dejar de ir a clase para poder utilizar
ese tiempo para hacer pasaclases, y para visitar centros de trabajo
de los alrededores con el fin de explicar su lucha.
En
2010, los sectores del asalariado más movilizados eran aquellos que
se movilizaban también sobre sus propias reivindicaciones. Hay que
combinar por tanto las reivindicaciones sectoriales con la de la
retirada de la ley. La lucha contra la reforma El Khomri puede de ese
modo convertirse en el catalizador de las movilizaciones existentes
en diferentes sectores. Por consiguiente, conviene darle una
importancia particular a la lucha de los ferroviarios contra el
“decreto-base”; el éxito de la huelga en la SNCF (RENFE) el 9 de
marzo y la perspectiva de una huelga reconductible en las semanas
venideras (a pesar de las dificultades) hacen de los ferroviarios un
sector puntal, al lado de la juventud. Pero los otros sectores que se
han movilizados estos últimos meses – los docentes contra la
reforma del “collège” y las supresiones de puestos de trabajo,
los carteros contra las reestructuraciones, etc – pueden también
jugar un papel. En todo sitios se lleva a cabo la misma política:
intentos por romper los marcos colectivos para atomizar las
resistencias, voluntad de reventar los derechos de lxs asalariadxs…
Es por tanto en una perspectiva de movilización de conjunto que
debemos abordar cada movilización sectorial.
Una
lucha política contra el gobierno y el capitalismo.
En
las discusiones sobre el proyecto de ley, un rechazo de toda una
política anti obrera y xenófoba es palpable en una parte de la
juventud y del mundo del trabajo. Un sentir de puesta en tela de
juicio más global de la política del gobierno e incluso de la
sociedad actual, que estaba presente de manera soterrada en toda una
serie de luchas. Nuestro papel, es dar una expresión a ese rechazo
más general. De ese modo, debemos combatir el discurso según el
cual sería necesario “hacer propuestas” para “mejorar” el
Código del trabajo. En efecto, explicar que hace falta hacer
propuestas a este gobierno, es hacer creer que sería posible, de una
manera o de otra, responder positivamente a las expectativas de lxs
trabajadorxs y de lxs jóvenes. Lejos de ser el amigo de lxs
trabajadorxs, es un gobierno de combate al servicio de la patronal.
Debemos decirlo claramente en nuestra propaganda: hay que acabar con
este gobierno.
Debemos
visibilizar nuestro programa de urgencia: la semana de 32 horas,
única medida que puede permitir solucionar el problema del paro; el
final de los contratos precarios; la apertura de los libros de
cuenta, con el fin de contrarrestar el discurso de los capitalistas
sobre la “competitividad”. Debemos ser capaces de explicar de
manera sencilla, con audiencia de masas, que medidas como éstas son
incompatibles con el mantenimiento del régimen capitalista. Lo cual
significa no solamente poner sobre la mesa la cuestión de la
convergencia y del “tous ensemble”, sino también la lucha contra
la política securitaria y racista de este gobierno. En efecto, con
el estado de urgencia, el gobierno tiene no solamente la posibilidad
de prohibir las manifestaciones, sino también de disolver a toda
organización que represente una “amenaza para la seguridad”.
La
lucha contra la ley es por tanto a la vez un combate contra el
gobierno y contra el régimen capitalista que gestiona de manera
leal. En las movilizaciones podemos defender abiertamente una
política anticapitalista. Es toda esta sociedad en crisis, con todos
sus horrores, que podemos denunciar a la vez que hay que expresar la
aspiración a una nueva sociedad.
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