lunes, 2 de mayo de 2011

Izquierda Anticapitalista Granada presente en el 1º de mayo.


Granada hoy. Guilleromo Ortega.


Una manifestación desangelada

Menos de mil personas secundan la tradicional marcha del 1 de Mayo, en la que los principales líderes sindicales acusan al Gobierno, los bancos y las grandes empresas de agravar cada vez más la crisis.


Esta vez, la celebración del Día del Trabajo llegaba marcada por dos circunstancias: por un lado, la publicación, sólo unos días antes, de la Encuesta de Población Activa, que arrojaba unas cifras de paro escalofriantes, de casi cinco millones de personas sin trabajo en el país. Por otro, unas elecciones municipales a la vuelta de la esquina que, según todos los indicios, van a llevar al Partido Popular al gobierno en muchísimas ciudades donde hasta ahora han sido oposición.

La primera de las cosas no sacó a la gente en masa a la calle, y eso que aunque el cielo estaba encampotado, no rompía a llover. Si la gente estaba frita por exteriorizar sus sentimientos, no lo hizo sumándose a la marcha, que según los organizadores congregó a unas tres mil personas, una cifra demasiado optimista que la Policía Nacional rebajó hasta los 700. Como mucho habría mil, concedió uno de los agentes consultados por este periódico.

En cuanto a la segunda circunstancia, la de la inminencia de unos comicios, tampoco se tradujo en una manifestación más politizada que las anteriores, aunque es cierto que no era el mejor escenario para que el PP sacara pecho y exhibiera a sus candidatos. Los populares no acuden nunca a este tipo de citas y si ayer hubieran hecho una excepción, habrían quedado fatal.

A eso de las once y media de la mañana el grupo, más o menos compacto, avanzaba por la Gran Vía. En cabeza, líderes de Comisiones Obreras y UGT tras una gran pancarta con el lema de la marcha: "Primero de mayo, empleo con derechos. Contra los recortes sociales".

Nadie corea consignas en las primeras filas y de haberlo hecho nadie las habría escuchado, porque unos metros más atrás atronaba la batucada (la peor enemiga de la resaca, si hay que decirlo todo) y el sonido de los tambores lo tapaba absolutamente todo. Al que le fuera posible sustraerse del ruidazo y concentrarse en el ritmo, seguro que los samberos les parecieron lo más colorido y lo más simpático de una manifestación que en general estuvo desangelada.

Tampoco gritaban los trabajadores de Dhul que, un poco más atrás, se parapetaban tras un cartel que pedía "el mantenimiento del empleo y el pago de nuestros salarios". La suya era una protesta silenciosa, triste a su modo, como triste es sin duda todo lo que ha pasado con las empresas del reincidente Ruiz Mateos.

El paseo hasta la cola de la marcha depara pocas sorpresas más. Llaman la atención, pero tampoco hacen un show como para tirar cohetes, unos jóvenes vestidos con trajes y con caretas de Rajoy y Rodríguez Zapatero, grupo que lidera una chica con la cara pintada y una especie de bata negra de la que cuelgan muchos billetes de 500 euros. Falsos, por supuesto. Se supone que simbolizan la supremacía del dinero sobre todas las cosas, pero el mensaje se limita a eso.

Cerca de la sede de la Subdelegación del Gobierno, y aprovechando que allí la batucada es ya sólo un ruido lejano, algunos se atreven a gritar a pleno pulmón. Son diez o doce componentes de Izquierda Anticapitalista, que corean lemas contra la "burocracia sindical" y otro, en forma de pregunta, que es un poco soez pero al menos rima: "¿Cómo esperas que me pueda jubilar con tu mierda de reforma laboral?" No muy lejos de ellos hay otro grupo de apoyo a los empleos de Dhul -su pancarta dice: "Con Ruiz Mateos no cobro. Con el juez al paro. No al despido de 121 trabajadores", y, casi al final del pelotón, alguna bandera tricolor, dos o tres con los colores del arco iris y un par de decenas de Izquierda Unida, que desfila, con el candidato Paco Puentedura bien visible -aunque en su caso quizás no quepa hablar de electoralismo, porque es un habitual en estas manifestaciones- y sosteniendo su mensaje sobre un papel: "El capitalismo es el problema. Hay una salida por la izquierda".

Poco después de las doce, cuando la cabecera ya ha doblado por Reyes Católicos para dirigirse a Plaza Nueva, destino final, empieza a chispear, lo que obliga a tapar la mesa de sonido dispuesta para los discursos pero no impide que se dirijan a los presentes los secretarios generales de UGT y Comisiones, Manuela Martínez y Ricardo Flores, respectivamente.

En la plaza terminan por reunirse todos, y eso incluye a algunos dirigentes socialistas, como Teresa Jiménez, María José Sánchez o Manuel Pezzi, que tampoco están haciendo campaña (cosa que ahí, además, no tendría mucho sentido, porque buena parte del mensaje va contra ellos) porque lo cierto es que siempre han ido. Su premisa, ayer, era ser discretos.

Manuela Martínez se acerca al micro y empieza a hablar de antiguas batallas sindicales. Se remonta nada menos que a 1978, lo que provoca no pocas burlas entre los de Izquierda Anticapitalista, que a diferencia de los del PSOE no quieren ser nada discretos sino todo lo contrario: llamar la atención en la medida de lo posible. Al fin y al cabo, son pocas las ocasiones que tienen para estar en primera línea de una manifestación sonada.

La sindicalista continúa su discurso, recuerda a los que sufren en Japón y termina enlazando unas cosas con otras hasta llegar a España, a Granada y al paro. El cielo sigue amenazando lluvia y abundan las miradas desconfiadas al cielo. La batucada ha cesado por fin y lo que ahora llama la atención es que por aquí y por allá empiezan a repartirse habas y salaíllas, lo que termina por recordar que, al cabo, lo de ayer era una fiesta.

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