La
última macrooperación llevada a cabo por la Fiscalía
Anticorrupción contra dirigentes del Partido Popular valenciano (la
Operación Taula) y las redadas en el ayuntamiento de Valencia y
otros organismos provinciales, han terminado con 24 arrestados y 29
imputados destapando nuevos casos de corrupción en el seno del
partido.
El
Partido “serio” y renovado, que apostaba por el cambio y la
estabilidad, del que hablaba Rajoy durante la última campaña
electoral, vuelve a mostrarnos su verdadera cara, desde luego alejada
de esa imagen “honrada y decente” que nos vendían en las
generales: una nueva trama de corrupción en la que se encuentran
implicados casi todos los miembros del PP valenciano que incluye,
entre otros delitos, una red ilegal de cobro de comisiones a cambio
de contratos públicos o financiación irregular del partido. En una
mañana, 24 detenidos, entre ellos el expresidente de la corporación
provincial, el exvicepresidente, secretarios, diputados y algunos
exalcades; y 29 imputados, investigados todos ellos por presuntos
delitos de prevaricación, malversación, tráfico de influencias,
cohecho y blanqueo de dinero.
Los
casos de corrupción destapados en los últimos años en el seno del
PP Valenciano nos sirven como ejemplo para poner sobre la mesa
algunas de las principales contradicciones de este sistema.
Desde
el comienzo de la crisis económica en 2007, las y los trabajadores
de este país no hemos dejado de sufrir sus efectos: despidos
masivos, recortes en los servicios públicos y en las ayudas
sociales, así como el empeoramiento continuo de nuestras condiciones
de trabajo y la disminución constante de los derechos. Al mismo
tiempo, las grandes empresas, como Telefónica o el Banco Santander,
han aumentado, en estos años, sus beneficios más que nunca.
Por
otro lado, miembros y dirigentes del Partido Popular (y
representantes de los ciudadanos en instituciones como el parlamento,
la diputación o el ayuntamiento), implicados en los numerosos casos
de corrupción masiva investigados en la última década (casos
Imelsa, Gürtel, Brugal, Rabassa, Cooperación, Emarsa, Nóos,
Fabra…), se han embolsado entre 2008 y 2013, por medio del robo y
el saqueo a los ciudadanos, 12.500 millones de euros. Los mismos que
permiten, con sus leyes y reformas, a las grandes empresas despedir
sin miramientos ni indemnizaciones a sus trabajadores y que aplican
las medidas de austeridad impuestas por la Troika escondiéndose tras
el argumento de la crisis, son los que utilizan el dinero público
para fines personales, no pagan sus impuestos o crean redes de
clientelismo y, todo ello, con el único propósito de mantener sus
privilegios.
Aquí
tenemos la otra cara de la misma moneda. La crisis que llevamos años
padeciendo y pagando los y las trabajadoras tiene unos culpables, y
son los mismos que están llenándose los bolsillos y multiplicando
sus beneficios y sus fortunas a nuestra costa. Tanto las grandes
empresas y multinacionales, por un lado, que están trasladando sus
plantas a otros países para reducir los costes de la producción
mientras aumentan aún más sus beneficios, cerrando por el camino
todas las fábricas locales y contribuyendo al desmantelamiento
industrial de las comarcas (como es el caso de Bosal, entre otras) y
a la precarización de los puestos de trabajo; como los gobiernos
neoliberales, antisociales y corruptos que llevan años saqueando el
País Valencià e imponiendo recortes y austeridad a los
trabajadores, tienen claro cuál es su papel en la lucha de clases y
seguirán haciendo lo necesario para no perder sus privilegios.
Por
ello es necesaria e imprescindible la organización consciente de los
y las trabajadoras, aquellos que luchamos día a día por sobrevivir
y llegar a fin de mes, para lograr revertir esta situación. La
solidaridad y el apoyo ante los despidos y los recortes, son nuestra
única arma para frenar sus ataques, así como exigir la detención y
el encarcelamiento de todos los implicados en casos de corrupción y
la devolución del dinero robado. No podemos seguir permitiendo que
nos roben con impunidad desde las instituciones, que empeoren aún
más nuestras condiciones de trabajo o que dificulten cada día el
acceso a servicios como la educación o la sanidad, mientras ellos
continúan libres, sin cargos y aumentando sus beneficios a nuestra
costa.
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