
Declaración de la IV Internacional
La onda de choque de las revoluciones tunecina y egipcia continua expandiéndose en todo el mundo árabe e incluso más allá. Desde hace varios días, Libia se halla en el ojo del huracán revolucionario. Los acontecimientos evolucionan de día en día, de hora en hora. En estos momentos, todo depende de la extraordinaria movilización del pueblo libio. Cientos de miles de libios se han lanzado, muchas veces con las manos desnudas, al asalto de la dictadura de Gaddafi. Ciudades y regiones enteras han caído en poder del pueblo insurgente. La respuesta de la dictadura ha sido despiadada: represión implacable, matanzas indiscriminadas, bombardeo de la población mediante artillería pesada y aviación de guerra. Se está librando una lucha a vida o muerte entre el pueblo y la dictadura.
Una de las particularidades de la revolución Libia en relación con las revoluciones de Túnez y Egipto consiste en el estallido del aparato policial y militar, en los enfrentamientos que se producen en el seno del ejército, en la división territorial de la confrontación entre las localidades y regiones controladas por los insurgentes y la región de Trípoli, donde se concentra la fuerza militar de la dictadura. La dictadura Libia encarna demasiadas injusticias sociales, demasiadas violaciones de la democracia, demasiada represión y atentados contra las libertades y derechos más elementales. Es necesario acabar con ella.
La revolución libia se integra en un proceso que engloba al conjunto del mundo árabe y se extiende hasta Irán o China. Los procesos revolucionarios abiertos en Túnez y Egipto se radicalizan. En Túnez, los gobiernos van cayendo uno tras otro. La juventud y el movimiento obrero empujan al movimiento cada vez más lejos. Todas las formas de continuidad del antiguo régimen son cuestionadas. La reivindicación de una asamblea constituyente, opuesta a todas las operaciones de preservación del régimen, gana cada vez mayor fuerza. En ambos países, en Túnez y en Egipto, el movimiento obrero se reorganiza al calor de una oleada de huelgas que exige la satisfacción de reivindicaciones sociales vitales. Este ascenso revolucionario adquiere formas particulares y desiguales según los países: confrontaciones violentas en Yemen, en Bahrein, manifestaciones en Jordania, Marruecos y Argelia. Una vez más, Irán se ve alcanzado por una llamarada de luchas y manifestaciones contra el régimen de Ahmadinejad y a favor de la democracia.
En ese contexto, la situación de Libia reviste una importancia estratégica. Este nuevo ascenso comporta ya cambios históricos, pero sus desarrollos pueden depender de la batalla de Libia. Si Gaddafi retomase el control de la situación al precio de millares de muertos, el proceso se vería frenado, contenido e incluso bloqueado. Si, por el contrario, Gaddafi es derrocado, todo el movimiento se verá estimulado y amplificado. He aquí porque todas las clases dominantes, todos los poderes, todos los regímenes reaccionarios del mundo árabe a poyan de un modo u otro a la dictadura libia.
En ese contexto también, el imperialismo norteamericano, la Unión europea y la OTAN multiplican sus maniobras para tratar de controlar el proceso en curso. Más allá de los discursos de unos y otros, lo cierto es que las revoluciones que se han puesto en marcha debilitan las posiciones de los imperialismos occidentales. Como en tantas otras ocasiones, el imperialismo esgrime el pretexto de una “situación caótica” o de una “catástrofe humanitaria” para preparar una intervención y recuperar el control de la situación. Nadie debe llamarse a engaño en cuanto a los objetivos de las potencias de la OTAN: pretenden confiscar las revoluciones en curso a los pueblos de la región, e incluso aprovecharse de la situación para ocupar nuevas posiciones, sobre todo haciéndose con el control de los yacimientos petrolíferos. Por esa razón fundamental hay que rechazar cualquier intervención militar del imperialismo norteamericano. Corresponde al pueblo libio, que ha empezado el trabajo, terminarlo con el apoyo de los pueblos de la región. Todas las fuerzas progresistas, a escala internacional, deben contribuir a ello con su solidaridad y con su ayuda.
Desde ese punto de vista, estamos en total desacuerdo con las tomas de posición de Hugo Chávez, Daniel Ortega y Fidel Castro. Fidel Castro ha denunciado el peligro de una intervención del imperialismo norteamericano en lugar de brindar su apoyo a la lucha del pueblo libio. Hugo Chávez, por su parte, ha reiterado su apoyo al dictador Gaddafi. Semejantes tomas de posición resultan inaceptables para las fuerzas revolucionarias, progresistas y antiimperialistas del mundo entero. No podemos oponernos al imperialismo apoyando a dictadores que masacran a sus pueblos en revolución. Tal apoyo a las dictaduras sólo puede fortalecer al imperialismo. La tarea fundamental del movimiento revolucionario, a escala internacional, consiste en defender esas revoluciones, oponiéndose al imperialismo mediante el apoyo a las revoluciones y no a los dictadores.
Estamos junto al pueblo libio y las revoluciones árabes en curso. Nuestra solidaridad internacional debe manifestarse a favor de los derechos civiles, democráticos y sociales que emergen de esas revoluciones. Una de las prioridades del momento consiste en apoyar todas las ayudas al pueblo libio – ayuda médica procedente de Egipto o Túnez, ayuda alimenticia necesaria -, exigiendo la ruptura de todos los contratos comerciales con Libia, así como el cese de cualquier envío de armas. Hay que impedir la masacre del pueblo libio.
¡Solidaridad con las revoluciones árabes!
¡Apoyo al pueblo libio!
¡Ninguna intervención imperialista en Libia! ¡Fuera vuestras manos de Libia!
2 de marzo de 2011
Buró Ejecutivo de la IV Internacional
Una de las particularidades de la revolución Libia en relación con las revoluciones de Túnez y Egipto consiste en el estallido del aparato policial y militar, en los enfrentamientos que se producen en el seno del ejército, en la división territorial de la confrontación entre las localidades y regiones controladas por los insurgentes y la región de Trípoli, donde se concentra la fuerza militar de la dictadura. La dictadura Libia encarna demasiadas injusticias sociales, demasiadas violaciones de la democracia, demasiada represión y atentados contra las libertades y derechos más elementales. Es necesario acabar con ella.
La revolución libia se integra en un proceso que engloba al conjunto del mundo árabe y se extiende hasta Irán o China. Los procesos revolucionarios abiertos en Túnez y Egipto se radicalizan. En Túnez, los gobiernos van cayendo uno tras otro. La juventud y el movimiento obrero empujan al movimiento cada vez más lejos. Todas las formas de continuidad del antiguo régimen son cuestionadas. La reivindicación de una asamblea constituyente, opuesta a todas las operaciones de preservación del régimen, gana cada vez mayor fuerza. En ambos países, en Túnez y en Egipto, el movimiento obrero se reorganiza al calor de una oleada de huelgas que exige la satisfacción de reivindicaciones sociales vitales. Este ascenso revolucionario adquiere formas particulares y desiguales según los países: confrontaciones violentas en Yemen, en Bahrein, manifestaciones en Jordania, Marruecos y Argelia. Una vez más, Irán se ve alcanzado por una llamarada de luchas y manifestaciones contra el régimen de Ahmadinejad y a favor de la democracia.
En ese contexto, la situación de Libia reviste una importancia estratégica. Este nuevo ascenso comporta ya cambios históricos, pero sus desarrollos pueden depender de la batalla de Libia. Si Gaddafi retomase el control de la situación al precio de millares de muertos, el proceso se vería frenado, contenido e incluso bloqueado. Si, por el contrario, Gaddafi es derrocado, todo el movimiento se verá estimulado y amplificado. He aquí porque todas las clases dominantes, todos los poderes, todos los regímenes reaccionarios del mundo árabe a poyan de un modo u otro a la dictadura libia.
En ese contexto también, el imperialismo norteamericano, la Unión europea y la OTAN multiplican sus maniobras para tratar de controlar el proceso en curso. Más allá de los discursos de unos y otros, lo cierto es que las revoluciones que se han puesto en marcha debilitan las posiciones de los imperialismos occidentales. Como en tantas otras ocasiones, el imperialismo esgrime el pretexto de una “situación caótica” o de una “catástrofe humanitaria” para preparar una intervención y recuperar el control de la situación. Nadie debe llamarse a engaño en cuanto a los objetivos de las potencias de la OTAN: pretenden confiscar las revoluciones en curso a los pueblos de la región, e incluso aprovecharse de la situación para ocupar nuevas posiciones, sobre todo haciéndose con el control de los yacimientos petrolíferos. Por esa razón fundamental hay que rechazar cualquier intervención militar del imperialismo norteamericano. Corresponde al pueblo libio, que ha empezado el trabajo, terminarlo con el apoyo de los pueblos de la región. Todas las fuerzas progresistas, a escala internacional, deben contribuir a ello con su solidaridad y con su ayuda.
Desde ese punto de vista, estamos en total desacuerdo con las tomas de posición de Hugo Chávez, Daniel Ortega y Fidel Castro. Fidel Castro ha denunciado el peligro de una intervención del imperialismo norteamericano en lugar de brindar su apoyo a la lucha del pueblo libio. Hugo Chávez, por su parte, ha reiterado su apoyo al dictador Gaddafi. Semejantes tomas de posición resultan inaceptables para las fuerzas revolucionarias, progresistas y antiimperialistas del mundo entero. No podemos oponernos al imperialismo apoyando a dictadores que masacran a sus pueblos en revolución. Tal apoyo a las dictaduras sólo puede fortalecer al imperialismo. La tarea fundamental del movimiento revolucionario, a escala internacional, consiste en defender esas revoluciones, oponiéndose al imperialismo mediante el apoyo a las revoluciones y no a los dictadores.
Estamos junto al pueblo libio y las revoluciones árabes en curso. Nuestra solidaridad internacional debe manifestarse a favor de los derechos civiles, democráticos y sociales que emergen de esas revoluciones. Una de las prioridades del momento consiste en apoyar todas las ayudas al pueblo libio – ayuda médica procedente de Egipto o Túnez, ayuda alimenticia necesaria -, exigiendo la ruptura de todos los contratos comerciales con Libia, así como el cese de cualquier envío de armas. Hay que impedir la masacre del pueblo libio.
¡Solidaridad con las revoluciones árabes!
¡Apoyo al pueblo libio!
¡Ninguna intervención imperialista en Libia! ¡Fuera vuestras manos de Libia!
2 de marzo de 2011
Buró Ejecutivo de la IV Internacional
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