jueves, 3 de marzo de 2011

¿Porqué ha dimitido Ghanuchi?


Fathi Chamki, Desde Túnez /(CADTM)

Ghanuchi, actual primer ministro y ex primer ministro de Ben Ali, acaba de anunciar su dimisión. Es una nueva victoria para la revolución tunecina. El hombre que ha sido el artesano del capitalismo neoliberal en Túnez acaba de ser expulsado del poder, bajo la presión popular. Así, en un poco más de dos meses, las masas populares han dado un gran paso hacia la liberación de Túnez del poder dictatorial; al dictador, a su gobierno y a su partido se les ha puesto fuera de combate.

Esta dimisión abre la puerta, en el plano político, a todas las reorganizaciones posibles e imaginables. En primer lugar, todas las alianzas y todos los reagrupamientos políticos están bajo una fuerte presión; es muy probable que un buen número vaya a estallar, si no lo han hecho aún.

Ghanuchi ha dado el tono. Ha dicho preferir como perspectiva política un proceso que lleve directamente a una asamblea constituyente y a una nueva constitución. Las cosas están claras. Se trata ahora, de aquí a mediados de julio, de preparar, en particular, una nueva ley electoral que sea el marco de las próximas elecciones legislativas.

Así pues, está planteada la cuestión del nuevo gobierno. En primer lugar, ¿quién va a permanecer y quien se va a ir del actual gobierno? En mi opinión, el trío Chebbi, Brahim (ex-oposición) y Baccuche (independiente) van a mantenerse en el próximo gobierno. ¿Quién va a entrar en este nuevo gobierno? Esta cuestión es más importante que el nombre del futuro primer ministro.

Pienso que la casi totalidad de los partidos, in y extra ex-gobierno Ghanuchi, estarán de acuerdo en integrar el futuro gobierno, si no están ya dentro, pues no hay duda de que antes de anunciar su dimisión, Ghanuchi ha asegurado su sucesión. Esta cuestión va pues a poner en cuestión a todo el tablero político post-14 de enero.

¿Porqué ha dimitido Ghanuchi? ¡En primer lugar porque ya no tenía otra opción! Desde el viernes, en particular, la movilización popular no ha aflojado, y la sentada en la plaza del gobierno proseguía desde hace 10 días. Además, el gobierno Ghanuchi se ha partido los dientes en la cuestión social.

Pienso, en efecto, que es la cuestión social, esencialmente, la que ha precipitado la caída de Ghanuchi. Más de medio millón de parados (paro según los estándares internacionales, y cifra oficial) de ellos más de 200.000 diplomados de universidad, y, en fin, ¡el 75% de los parados son jóvenes de menos de 34 años! Por otra parte, la pobreza ha alcanzado proporciones importantes bajo el reino del liberalismo económico. Ben Ali no reconocía más que 100.000 familias que vivieran por debajo del umbral de la pobreza; hace algunos días, el portavoz del gobierno había reconocido 180.000 y hoy Ghanuchi ha hablado ¡de 200.000 familias!

La caída del dictador ha liberado una palabra durante mucho tiempo confiscada por la dictadura pero ha liberado, también, las reivindicaciones sociales, particularmente las más insostenibles de ellas. Tras el 14 de enero ningún pobre, ningún parado, está dispuesto ya a tomarse su situación con paciencia, a esperar a futuros esplendorosos, y es completamente legítimo.

Ghanuchi, que pensaba que aceptando casi todas las reivindicaciones sobre las libertades individuales y colectivas podía salvar lo esencial, es decir, el régimen económico y social, se ha rendido a la evidencia. Túnez ha estado socialmente exsangüe a lo largo de estos 23 años de reino del capitalismo neoliberal. La austeridad social, el deterioro del empleo, la mercantilización de los servicios públicos fundamentales, a los que se añaden una política fiscal depredadora y las prácticas mafiosas de los clanes de Ben Alí han desangrado al país.

Los pobres y los parados, muy en particular, han comprendido, con razón, que la revolución ha significado para ellos el momento del abandono de la miseria, la hora de la reconquista de la dignidad confiscada. El gobierno de Ghanuchi, manteniéndose en la lógica económica y social de antes del 14 de enero, no podía, de ninguna forma, darles satisfacción. ¡No está pues excluido que la salida de Ghanuchi se inscriba en la perspectiva de la salvaguarda del régimen! Mantenerse más tiempo en el poder habría contribuido a alimentar el descontento y a alimentar el proceso revolucionario y a hacerle entrar en una dinámica de ruptura con el orden establecido. Abandonar el gobierno e implicar en él al mismo tiempo a representantes de la oposición que se han beneficiado políticamente de esta posición, puede tener un doble objetivo. De un aparte dividir el campo adversario y, de otra parte, implicar a estos partidos en la gestión cotidiana de la crisis social, lo que no dejará de debilitarles a su vez, salvo por supuesto, que emprendan una perspectiva de ruptura con el orden establecido, por ejemplo anunciando la suspensión de la devolución de la deuda pública externa y reorientando el dinero así liberado hacia la disminución del peso de la pobreza y la indemnización de los parados.

Por el momento, una cuestión preocupa, con razón a muchos tunecinos y tunecinas: la cuestión de la seguridad. Tanto más en la medida en que el antiguo poder no ha dejado de jugar con los nervios de los tunecinos, y de utilizar sus milicias armadas a fin de sembrar el miedo y el desorden en el país. Pienso que las tunecinas y los tunecinos han probado hasta ahora que tienen una madurez y una inteligencia política que ha sorprendido a más de uno. Los garantes de la estabilidad y del orden en Túnez son los propios tunecinos. Ben Ali, su gobierno, su estado y su partido no eran sino los garantes de un orden injusto y opresor. Las masas populares, los trabajadores y la juventud han hecho esta magnífica revolución sin disparar un solo tiro, y garantizando la electricidad, el agua, el teléfono, la prensa, el pan, etc… son capaces, nadie lo duda, de preservar su revolución y de mantenerla en el camino que lleva a la libertad, la justicia social y la igualdad en un estado popular y democrático soberano, liberado de toda tutela y de toda injerencia.

Lo que, además, facilita este proceso es la revolución árabe que avanza con determinación y que ha logrado numerosas victorias y espera realizar aún más.

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