
Estaba contratado a media jornada, pero según cuenta trabajaba “más de 60 horas semanales”. En su rutina laboral los festivos y horas extra no entraban en el vocabulario y mucho menos en las cuentas de su nómina, recrimina. La historia de Miguel Castillo, joven dependiente de una frutería del Centro, es la de “otros muchos trabajadores del sector del comercio o la hostelería”, para los que “los convenios parecen no existir y se vulneran con frecuencia las condiciones del contrato”. En su caso, tratar de luchar por sus derechos con la constitución de una sección sindical le ha costado “el puesto”, según ha denunciado ante la justicia.
Castillo comenzó a trabajar en la frutería Gonzalo en octubre de 2013. Los propietarios del negocio, con dos establecimientos entonces, planeaban inaugurar un tercero en Ancha de Capuchinos para el que necesitarían ayuda. “La idea era empezar por un contrato de 20 horas y ampliarlo a 30 si les gustaba”, detalla. La realidad, como comprobó posteriormente, se mantuvo en las antípodas de lo pactado: “Echaba más de 20 horas por encima de la jornada completa a la semana. Si descansaba un día, me restaban la parte proporcional y el sueldo de 900 euros se quedaba en 735, aunque seguía trabajando 50 horas o más”, relata. Con el tiempo firmó un contrato de 30 horas, pero comprobó en la Seguridad Social que “no las estaba cotizando porque habían prorrogado el anterior”.
El joven, afiliado a CCOO, se planteaba la posibilidad de denunciar el “incumplimiento” del contrato cuando la inspección se presentó de oficio en la frutería. “Los obligaron a hacerme indefinido y a reconocerme la jornada completa. A raíz de ahí la tensión fue máxima”, por lo que decidió crear la sección sindical de la frutería, de la que fue nombrado delegado al ser el único empleado afiliado.
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