
14/04/2011
Al atacar a los manifestantes en la plaza Tahir, el poder militar ha abandonado su supuesta neutralidad.
El viernes 8 de abril, la manifestación en la plaza Tahir congregó a más de un millón de personas. Ha sido la manifestación más numerosa desde la caída de Hosni Mubarak. Las principales reivindicaciones eran la detención y el enjuiciamiento de Mubarak y de sus hijos, Alaa y Gamal y la denuncia de las complicidades de las que se sigue beneficiando en su lujosa residencia de Charm el-Cheikh. Los manifestantes también han reclamado la dimisión del mariscal Hussein Tantawi, jefe del Consejo supremo de las fuerzas armadas, el cual dirige el ejercito egipcio desde la caída de Mubarak. Tatawi fue ministro de Defensa con Mubarak durante 20 años y ha sido permaneciendo muy cerca de él.
Los manifestantes ya no soportan que sea un comité no elegido el que dirija al país durante un periodo de transición. La necesidad de elegir de inmediato un consejo constituido de civiles para asegurar esa transición formaba parte de las reivindicaciones de la manifestación.
A la mañana siguiente, sábado, durante el toque de queda, hacia las tres de la madrugada, decenas de vehículos blindados tomaron posición alrededor de la plaza Tahir y centenares de soldados acompañados de policías atacaron a los 1500 manifestantes que aún permanecían en la plaza. Utilizaron las pistolas Taser, granadas lacrimógenas pero también armas automáticas. Un manifestante ha muerto y hubo 71 heridos. Una treintena de soldados y oficiales que habían públicamente mostrado su apoyo a la revolución durante la manifestación del viernes han sido detenidos.
Mediante ese primer ataque físico contra los revolucionarios, el ejercito que se presenta siempre como garantía del proceso democrático, ha intentado intimidar al movimiento revolucionario. Ha sido puesto en tela de juicio por los manifestantes y ha querido mostrar que no lo soportaría. A la mañana siguiente a ese ataque, el Consejo supremo de las fuerzas armadas ha retrocedido, declarando que no abrió fuego y denunciando las provocaciones.
Los principales jefes militares actualmente en el poder formaban parte del sistema de corrupción organizado por Mubarak y su eslogan “el ejercito y el pueblo unidos como los dedos de una mano” no seguirá siendo creíble por mucho más reprimiendo a los manifestantes.
El camino es estrecho para el nuevo poder militar. Está bloqueado entre por un lado, su voluntad de mantener lo esencial de sus prerrogativas, de contestar a las conminaciones del FMI actualmente en visita en el país, y por otro lado, un movimiento revolucionario que no se debilita y que exige la destitución de todos los responsables corruptos aún en el poder.
El gobierno ha tenido que anunciar al final que Mubarak debería comparecer delante de un tribunal del Cairo por asesinatos y por malversación de fondos. Durante esos 30 años de reino, ha acumulado con su familia una fortuna personal considerable en cuentas secretas o en bienes inmobiliarios. Se estima unos 70 mil millones de dolares según el periódico The Guardian.
Jacques Radcliff
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