Pepe Gutiérrez-Álvarez
Acaba de fallecer uno de los mayores símbolos del tardofranquismo. Un señor cuyos éxitos como cantante y “actor de cine”, ponían en manifiesto el atraso de la parte más sometida de nuestro pueblo, la misma que disfruta con “Cine de barrio”.
Tengo la impresión que la biografía de Manolo Escobar, podía caber una sola página, otra cosa será la”sociología parda” que permita sus canciones y sus películas, unas y otras totalmente indisociable de la época.
En dicha página habría que señalar que su padre, Antonio García. Fue un campesino que, como tantos otros, montó un pequeño negocio propio. Pero lo mejor que hizo en su vida fue “adoptar” a Antonio Manzano, un maestro republicano a los que “esta gente”, le mataron la mujer y un hijo y no le dejaban practicar su profesión. Resultó que el tal Antonio era, además, un consumado amante de la música, y fue gracias a él que los niños de los García aprendieron y música. A los 14 años, Manolo emigró a Barcelona y fue allí donde comenzó su meteórica carrera, la misma que le llevó a vender 72 millones de discos, en especial de la más famosa, Y viva España, que casi se convirtió en un himno facha pachanguero y pegadizo.
Manolo Escobar, con su total sumisión y conformismo, se convirtió en la parte más populachera del franquismo turístico y machista. De naturalaza complaciente y anodina, el del poromponpero, jamás manifestó la menor inquietud moral o cultural. Cierto que lo hizo sin realizar declaraciones repulsivas como las que llegaron a realizar tantas veces Raphael o Julio Iglesias, y también otros que luego disimularon.
Es difícil que las nuevas generaciones se hagan una idea, sobre hasta donde llegó esto personaje con canciones como “Mi carro me lo robaron”, pero el autor de estas líneas recuerda que en el año militar 171-1972, que le tocó en Ceuta, una ciudad donde los “moros” eran tratados como parias, la canción se escuchaba por todas partes. Tanto era así, que uno, que andaba obsesionado por aprovechar el tiempo con sus novelas, llegó un momento que pudo pensar si no estaba padeciendo un complot y es que la canción se escuchaba hasta en los rincones más apartados del cuartel de Sanidad. Ese omnipresencia fue tal, que llevaron a Manolo Escobar al cine, en películas que, ¡Oh Dioses¡, eran éxitos de público en las barriadas proletarias y emigrantes de Barcelona.
Lo del cine queda ahí, y mientras que las películas de Berlanga, Bardem o Víctor Erice, son raras de ver en la TVE, las suyas siguen siendo éxitos de audiencia en “cine de barrio”, como también lo son las de Paco Martínez Soria (La ciudad no es para mí, sobre todo), o las de Alfredo Landa (¡Vente a Alemania, Pepe¡, idem). Y no la pasan y santas pascuas, es que además se escenifican evocaciones “inocentes” de aquellos tiempos, programas hecho a la medida de una cierta gente que renunció a tener vida y pensamiento propio.
Manolo Escobar protagonizó hasta 20 películas. Los productores no le pedían mucho, se trataba de hacer lo mismo que un par de décadas antes habían hecho con Antonio Molina, incluso con menos exigencias. Sí acaso, se inoculaba unas mayores dosis de picardía y destapes en consonancia con la época, y bajo la batuta de cineastas adictos como Ramón Torrado, Juan de Orduña, y sobre todo de José Luís Sáenz de Heredia, el flamante realizador de Raza y de Franco, ecce homo, si bien es verdad, autor de algunas obras memorables, de brillante ejecución como por ejemplo, Historias de la radio.
Pero la palma de su filmografía se encuentra en un título que por sí mismo ya lo dice todo, La mujer es un buen negocio, del que se podía decir que era neoliberal-franquista avant la lettre. Fue dirigida por ¡Valerio Lazarov!, el exiliado rumano de los zoom en TVE, y otro personaje de la España de entonces; no menos machistas zarrapastrosa era Préstemela esta noche, la mujer claro, todo un detalle que tenía sus partidarios e incluso partidarias.
No hay nada digno que recordar de aquellas películas como no sean estos detalles grotescos, ni tan siquiera aparecían aquellos secundarios (José Isbert, Guadalupe Muñoz Sanpedro, Manolo Morán, Julia Caba Alba, etc.), que introducían unos toques surrealistas tan involuntarios como acertados, en aquellas películas hoy olvidadas. A las parejas femeninas, les tocaba “profesionalmente”, hacer de “tías buenas”, quizás más bien tontas. Señoras de buen ver as que les caía la baba escuchando los cantares de Manolo, un tipo que jamás tuvo un gesto de conciencia.
Se podría decir que con Manolo Escobar muere toda una época, pero lamentablemente, no parece que vaya a ser así, no hay que enchufar la televisión y ver el paño.
Acaba de fallecer uno de los mayores símbolos del tardofranquismo. Un señor cuyos éxitos como cantante y “actor de cine”, ponían en manifiesto el atraso de la parte más sometida de nuestro pueblo, la misma que disfruta con “Cine de barrio”.
Tengo la impresión que la biografía de Manolo Escobar, podía caber una sola página, otra cosa será la”sociología parda” que permita sus canciones y sus películas, unas y otras totalmente indisociable de la época.
En dicha página habría que señalar que su padre, Antonio García. Fue un campesino que, como tantos otros, montó un pequeño negocio propio. Pero lo mejor que hizo en su vida fue “adoptar” a Antonio Manzano, un maestro republicano a los que “esta gente”, le mataron la mujer y un hijo y no le dejaban practicar su profesión. Resultó que el tal Antonio era, además, un consumado amante de la música, y fue gracias a él que los niños de los García aprendieron y música. A los 14 años, Manolo emigró a Barcelona y fue allí donde comenzó su meteórica carrera, la misma que le llevó a vender 72 millones de discos, en especial de la más famosa, Y viva España, que casi se convirtió en un himno facha pachanguero y pegadizo.
Manolo Escobar, con su total sumisión y conformismo, se convirtió en la parte más populachera del franquismo turístico y machista. De naturalaza complaciente y anodina, el del poromponpero, jamás manifestó la menor inquietud moral o cultural. Cierto que lo hizo sin realizar declaraciones repulsivas como las que llegaron a realizar tantas veces Raphael o Julio Iglesias, y también otros que luego disimularon.
Es difícil que las nuevas generaciones se hagan una idea, sobre hasta donde llegó esto personaje con canciones como “Mi carro me lo robaron”, pero el autor de estas líneas recuerda que en el año militar 171-1972, que le tocó en Ceuta, una ciudad donde los “moros” eran tratados como parias, la canción se escuchaba por todas partes. Tanto era así, que uno, que andaba obsesionado por aprovechar el tiempo con sus novelas, llegó un momento que pudo pensar si no estaba padeciendo un complot y es que la canción se escuchaba hasta en los rincones más apartados del cuartel de Sanidad. Ese omnipresencia fue tal, que llevaron a Manolo Escobar al cine, en películas que, ¡Oh Dioses¡, eran éxitos de público en las barriadas proletarias y emigrantes de Barcelona.
Lo del cine queda ahí, y mientras que las películas de Berlanga, Bardem o Víctor Erice, son raras de ver en la TVE, las suyas siguen siendo éxitos de audiencia en “cine de barrio”, como también lo son las de Paco Martínez Soria (La ciudad no es para mí, sobre todo), o las de Alfredo Landa (¡Vente a Alemania, Pepe¡, idem). Y no la pasan y santas pascuas, es que además se escenifican evocaciones “inocentes” de aquellos tiempos, programas hecho a la medida de una cierta gente que renunció a tener vida y pensamiento propio.
Manolo Escobar protagonizó hasta 20 películas. Los productores no le pedían mucho, se trataba de hacer lo mismo que un par de décadas antes habían hecho con Antonio Molina, incluso con menos exigencias. Sí acaso, se inoculaba unas mayores dosis de picardía y destapes en consonancia con la época, y bajo la batuta de cineastas adictos como Ramón Torrado, Juan de Orduña, y sobre todo de José Luís Sáenz de Heredia, el flamante realizador de Raza y de Franco, ecce homo, si bien es verdad, autor de algunas obras memorables, de brillante ejecución como por ejemplo, Historias de la radio.
Pero la palma de su filmografía se encuentra en un título que por sí mismo ya lo dice todo, La mujer es un buen negocio, del que se podía decir que era neoliberal-franquista avant la lettre. Fue dirigida por ¡Valerio Lazarov!, el exiliado rumano de los zoom en TVE, y otro personaje de la España de entonces; no menos machistas zarrapastrosa era Préstemela esta noche, la mujer claro, todo un detalle que tenía sus partidarios e incluso partidarias.
No hay nada digno que recordar de aquellas películas como no sean estos detalles grotescos, ni tan siquiera aparecían aquellos secundarios (José Isbert, Guadalupe Muñoz Sanpedro, Manolo Morán, Julia Caba Alba, etc.), que introducían unos toques surrealistas tan involuntarios como acertados, en aquellas películas hoy olvidadas. A las parejas femeninas, les tocaba “profesionalmente”, hacer de “tías buenas”, quizás más bien tontas. Señoras de buen ver as que les caía la baba escuchando los cantares de Manolo, un tipo que jamás tuvo un gesto de conciencia.
Se podría decir que con Manolo Escobar muere toda una época, pero lamentablemente, no parece que vaya a ser así, no hay que enchufar la televisión y ver el paño.
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