
Jueves 17 de noviembre de 2011,
Esther Vivas. Cabeza de lista por Anticapitalistes en el Congreso de los Diputados/El Triangle
¿Por qué decidís presentaros a las elecciones del 20 de noviembre?
Queremos ofrecer una alternativa que se sitúe a la izquierda de la izquierda gestionaria, para la que integramos sindicalistas, activistas de los movimientos sociales, líderes vecinales y dirigentes campesinos, así como inmigrantes, jóvenes estudiantes y otros sectores afectados por la precariedad. Pero no sólo defendemos una política vinculada a las luchas anticapitalistas. A pesar de ser conscientes de que el sistema sólo puede cambiarse desde la movilización en la calle, queremos trasladar a las instituciones una manera diferente de ejercer la política y alternativas al modelo socioeconómico vigente.
¿En qué resumiríais el programa?
Planteamos poner fin a un sistema capitalista incompatible con la cobertura de las necesidades de las personas y con el respeto al ecosistema. Quién se tiene que justificar no somos los anticapitalistas, sino los responsables de políticas que hacen pagar el coste de la crisis a los sectores populares mientras subvencionan a los responsables de la quiebra, que no es otro que el sector financiero.
¿Qué medidas de choque adoptarían?
Primero, una reforma fiscal para que quien más tiene, más pague, además de perseguir el fraude, abolir las SICAV e invertir en servicios básicos. Con la excusa del déficit público, se nos ha vendido como imprescindible un conjunto de recortes que atentan contra los derechos democráticos, pero salidas de la crisis, hay muchas. Antes de desmantelar el Estado del bienestar, se pueden crear puestos de trabajo a partir de la reducción de la jornada laboral y medidas ecológicas para que el mercado sea cuidadoso con el medio ambiente.
¿Este nuevo paradigma no obliga a cambios estructurales?
Sin duda. Debemos romper con una Constitución que niega el derecho a la autodeterminación, que instaura una monarquía que nadie ha votado y que, a raíz de un acuerdo entre las grandes fuerzas parlamentarias, fija un límite en el gasto público. Esto es inadmisible. Se dice que la Constitución es intocable, pero luego se abre para adecuarla a los intereses de las élites financieras. Pero, mientras no lleguemos a este cambio de modelo, abogamos por medidas que superen desde ahora mismo algunos de sus déficits. En materia de vivienda, por ejemplo, establecer una moratoria para que se acaben los desahucios e implementar un parque público de viviendas de alquiler social.
¿Y, en cuanto al sistema de financiación de Cataluña, estaríais por el concierto económico?
Estamos para tasar las grandes fortunas, haciendo revertir estos ingresos en servicios públicos de calidad. Cuando se plantea el concierto económico, sobre todo por parte de Convergència i Unió, se hace para beneficiar unos intereses determinados, no en clave solidaria ni de justicia social. La alternativa debe plantearse en esta lógica.
¿Asistimos al inicio de una segunda transición en el Estado, tanto respecto a la necesidad de un nuevo modelo socioeconómico como respecto a su organización? ¿Qué piensa?
Los movimientos sociales hace tiempo que manifiestan este doble fracaso. Lo hace el 15-M cuando cuestiona el sistema surgido de la Transición, y también diferentes espacios en Cataluña y en Euskadi que reclaman el derecho a decidir. El mismo comunicado de ETA debería implicar un cambio de políticas por parte del Estado, que sólo serán posibles si hay una fuerte presión popular que lo empuje en esta dirección.
¿En tanto que depositarios de las reivindicaciones del 15-M, como plantea la candidatura sabiendo que el movimiento es reticente a las ofertas políticas?
En el seno del 15-M conviven sensibilidades de todo tipo. Hay quien apuesta por la abstención activa, y otros por el voto en blanco o por el nulo. Nadie puede otorgarse la representación del movimiento. Por eso planteamos una campaña basada en la crítica a un sistema que sólo tiene en cuenta a la población cada cuatro años y la priva de participar en los asuntos colectivos. Ante esta práctica burocratizada, no podemos quedarnos en la simple movilización social. Hay que abrir una brecha en las instituciones para visibilizar este cambio radical de modelo que se plantea desde la sociedad. Dentro del 15-M hay sectores que también lo ven así.
¿Cómo pensáis atraer a esa masa crítica que discrepa del juego electoral?
Reivindicamos que la regeneración del sistema debe basarse en la autoorganización de los sectores populares. Es decir, que la gente tome conciencia para poder decidir sobre lo que más le afecta, lo que exige medidas de democracia directa, además de la rotación de cargos, la limitación de mandatos o un límite en los salarios y en los gastos de protocolo. No puede ser que los políticos se enriquezcan en una dinámica de puertas giratorias que les lleva primero a gobernar y luego a presidir una gran empresa privada. Esto es lo que puso de manifiesto el bloqueo al Parlamento. La revisión del sistema, pues, debe ser profunda y radical.
El sentimiento anticapitalista crece, pero las fuerzas que se reclaman de él no tienen peso institucional. ¿A qué lo atribuye?
La indignación en la calle no tiene una traslación mecánica a las instituciones, es cierto. Pero, si no existe, es porque, por un lado, el movimiento es muy diverso ideológicamente y su proceso de politización aún es bajo, y por otro, porque el sistema electoral es restrictivo. Para presentarse, se necesita ser avalados por el 0,1% del censo y los grandes partidos salen muy beneficiados gracias a préstamos que obtienen de la banca, lo que hace que se perpetúen en el poder y se repartan los bloques informativos.
¿Si Anticapitalistes hubiera tenido diputados el día que los indignados bloquearon el Parlamento, qué habría hecho?
Habríamos estado en la calle con ellos criticando las carencias democráticas del sistema y el secuestro del Parlamento en manos del establishment económico. Nuestra razón de ser es la lealtad a las luchas sociales, no al lado de quienes en las elecciones critican los recortes pero cuando gobiernan se someten a los intereses empresariales.
¿En qué os diferenciáis respecto a Equo, la candidatura surgida del entorno de Greenpeace, que también se postula como transmisora de los ideales del 15-M?
Su referente en Cataluña es Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) y en el ámbito europeo el Partido Verde Europeo. Esto lo dice todo. Se define como alternativa, pero no plantea una ruptura con el sistema, sino llenar el espacio electoral verde sin romper con las políticas de fondo, como ha ocurrido con Los Verdes alemanes. Si el PSOE les pidiera pactar, ellos estarían de acuerdo, no tengo ninguna duda.
¿Qué haría Anticapitalistes?
Nunca entraría en un Gobierno de fuerzas socio liberales, del mismo modo que no aceptamos prácticas políticas que no contemplen medidas de regeneración democrática. Nuestras actuaciones serían fieles al cambio de sistema que propugnamos. Tenemos que ser coherentes.
¿Este cambio de modelo que plantea también tiene que ver con la forma de funcionar de los partidos?
Exacto. No tendría sentido defender la democracia directa sin practicarla. Nuestra candidatura es fruto de un proceso en el que participan sectores del campesinado combativo, sindicalistas, gente de la comunicación alternativa y otras personas comprometidas en la transformación social y política del país. El programa lo construimos a partir de este amplio tejido.
¿Como veis la abstención activa como forma de cuestionar el sistema?
Se acaba disolviendo en la más pasiva, al margen de que el Estado puede aguantar porcentajes de abstención como los actuales, superiores al 40%. En cambio, no podría hacerlo con un 50% de votos anticapitalistas.
¿Como hacer compatible el discurso global con la creación de alternativas concretas?
Para cambiar el mundo, hay que incidir en la movilización en la calle y en el hecho de crear alternativas. Esto quiere decir apostar por experiencias que aporten coherencia, empoderamiento y formación a los activistas, como las redes de economía social, las cooperativas y otras prácticas cotidianas. Pero no es suficiente: también hay que plantear alternativas políticas integrales, y Anticapitalistes es una.
¿Por qué no ha habido hasta ahora referentes de este espacio en el Estado español?
En el inicio de la Transición hubo un derrumbe general de la izquierda radical, sobre todo los años ochenta, lo que ha obligado a un trabajo de fondo. Esto, sumado a que la socialdemocracia europea se ha convertido al socio liberalismo y las formaciones que estaban a la izquierda han acabado haciéndole el juego, ha abierto un espacio para las nuevas formaciones anticapitalistas. En todo caso, las concesiones sólo llegarán por el desafío que se plantee desde la calle. Como decía Daniel Bensaïd, hoy no sabemos cómo cambiar el sistema, pero es evidente que la lucha en la calle es tan importante como plantear alternativas políticas.
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