François Sabado
Uno de los acontecimientos más importantes de la campaña presidencial
2012 ha sido la campaña del Frente de Izquierdas (FI) y de Jean-Luc
Mélenchon: decenas de miles de participantes en los mitines, un lugar
importante en el debate político, y el 11,01% de los votos, un resultado
notable.
Ciertamente, los dirigentes del Frente de Izquierdas esperaban
superar el 15% y, sobre todo, un tercer lugar por delante de Marine Le
Pen. Pero, pasando del 5% de los votos que les concedían los sondeos al
comienzo de la campaña al 11%, han logrado dominar el espacio de la
“izquierda radical” y marginar a la izquierda revolucionaria.
Una dinámica real
En el curso de esta campaña, se ha asistido a la reconstrucción de
una fuerza política reformista de izquierdas, con influencia de masas.
Ello resulta de varios factores:
a) Una situación marcada por derrotas sociales, que favorece la
aspiración y la ilusión de que “lo que está bloqueado por la lucha puede
desbloquearse por las elecciones”.
b) La removilización de las fuerzas de los partidos comunistas (igual
que en Portugal, en España o en Grecia), apoyándose en el hecho de que
no han formado parte de gobiernos desde hace algunos años y que han
preservado posiciones de aparato en las instituciones o las
organizaciones sindicales.
c) Una buena campaña del candidato Mélenchon. Defendiendo objetivos
radicales, como los 1700 euros de salario mínimo o la defensa de los
servicios públicos, enlaza en sus discursos con el imaginario
revolucionario de los textos de Victor Hugo y con las horas gloriosas
del movimiento obrero. Esta química ha provocado una dinámica política
más allá de los partidos del Frente de Izquierdas. Campaña tanto más
destacada en la medida que venía como contrapunto de la de François
Hollande particularmente apagada (es un eufemismo).
Ambigüedades y contradicciones
Esta buena campaña de Mélenchon, sin embargo, ha estado cargada de
ambigüedades y de contradicciones que han justificado una campaña
independiente del NPA.
En efecto, NPA y Frente de Izquierdas comparten posiciones comunes
sobre temas como las reivindicaciones sociales (salarios, empleo,
defensa de los servicios públicos), o democráticas (proporcionalidad o
defensa de los derechos de los inmigrantes). Las dos organizaciones se
han encontrado en su oposición al Frente Nacional. En cambio, otros
puntos les dividen profundamente: sobre lo nuclear, un desacuerdo
importante separa al NPA de la dirección del PCF, a la que numerosos
lazos unen a la industria nuclear francesa.
Compartimos, pues, globalmente objetivos comunes y la dinámica
alrededor de la campaña del Frente de Izquierdas abre nuevas
posibilidades políticas para su realización. Sin embargo, en cuanto se
trata de emprender una lucha seria y obtener la puesta en marcha de
nuestras reivindicaciones, la dirección del PCF y Jean Luc Mélenchon se
esfuerzan por esquivar la dificultad, por negarse a la confrontación con
el poder de los capitalistas. Denuncian a las finanzas, no la propiedad
capitalista. Exigen un polo bancario público pero se niegan a la
expropiación de los bancos y a su nacionalización bajo control social,
prefiriendo dejar actuar la competencia entre banca privada y sector
público. Denuncian el escándalo de la deuda pero rechazan su anulación.
Jean-Luc Mélenchon propone un pago de esa deuda a lo largo de muchos
años, equilibrando los sacrificios entre los capitalistas y las clases
populares. Ahí también, hay que ser consecuente. Si participamos en una
campaña por una auditoría ciudadana, es para preparar el terreno a la
anulación de la deuda, y no su devolución progresiva. El dirigente del
Frente de Izquierdas evoca la “planificación ecológica”, sin indicar los
medios estratégicos necesarios para esta planificación, en particular,
la socialización de los sectores clave de la economía, transportes,
energía.
En el plano político e histórico, la orientación reformista de la
dirección del Frente de Izquierdas va acompañada por las posiciones
“republicanas” de Mélenchon. No la de los communards, que oponían la
república social a las clases burguesas, sino la de los republicanos que
fusionan en su defensa de la república las palabras “nación”,
“república” y “estado”.
Esta concepción subordina la “revolución ciudadana” o “la revolución
por las urnas” al respeto de las instituciones del estado de las clases
dominantes. Mélenchon evoca fácilmente el imperialismo americano, pero
no el imperialismo francés. Durante la campaña presidencial, reafirma en
los Cuadernos de la revista de la Defensa Nacional que “en la situación
actual, la disuasión nuclear sigue siendo el elemento esencial de
nuestra estrategia de protección”.
Lejos de ser cuestiones de detalle, estas concepciones son piezas
clave de la política de J.L. Mélenchon que hará todo lo que pueda para
canalizar, subordinar, hacer compatibles los movimientos de masas con
las instituciones de la república. Estas cuestiones se vuelven incluso
decisivas cuando se trata de discutir sobre estrategia y partido o
movimiento político.
¿Qué política respecto del Frente de Izquierdas?
Para hacer política con el Frente de Izquierdas, hay que tener en
cuenta el conjunto de estos elementos: la dinámica, pero también el
proyecto; la movilización, pero también el programa político de
conjunto; la recuperación militante, pero también la política de los
dirigentes.
Decenas de miles de militantes, centenares de miles de electores han
cargado de un contenido radical, social, democrático, su voto o su
participación en las iniciativas del Frente de Izquierdas. Para ellos,
se trata así de rechazar la austeridad de derechas pero también la
austeridad de izquierdas movilizándose juntos por reivindicaciones
vitales, como los 1700 euros, la prohibición de los despidos, la defensa
de los servicios públicos, la titularización de los precarios en la
función pública, la defensa de los sin papeles. Por nuestra parte,
pensamos que hay que ir más allá de solo la unidad de acción puntual.
Frente a la austeridad que nos prepara un gobierno Hollande, proponemos
al Frente de Izquierdas, así como a otros (LO o los alternativos) la
construcción de una oposición unitaria al gobierno. El NPA está
dispuesto a ello. ¿Y el Frente de Izquierdas? Esta batalla es decisiva
para no dejar al Frente Nacional la bandera de la oposición. Es lo que
debe llevarnos al diálogo, a la acción común, con los militantes y los
simpatizantes del Frente de Izquierdas.
Al mismo tiempo, no tenemos que olvidar que el Frente de Izquierdas
es una construcción política, dirigida por el PCF y Mélenchon, y no un
simple frente único. No es un partido, pero es ya un movimiento
político.
Esto no significa que todo esté escrito. Hay temas que permanecen
abiertos. Parece que en esta etapa los dirigentes del Frente de
Izquierdas no desean participar en el gobierno. Planteándose “la toma
del poder, de todo el poder en diez años”, Mélenchon descarta la
participación en un gobierno que no dirigiría. Las presiones de la
crisis son de tal calibre que el PCF parece optar por una fórmula de
“apoyo sin participación”, ya utilizada en el pasado. Pueden surgir
tensiones entre la dirección del PCF y Mélenchon. Pierre Laurent,
secretario nacional del PCF, da como objetivo para las elecciones
legislativas el “hacer elegir una mayoría de izquierdas en la Asamblea
Nacional, con el máximo de diputados del Frente de Izquierdas”. ¿Una
mayoría de izquierdas con el PS? ¿Qué harán los diputados del Frente de
Izquierdas cuando haya que votar el presupuesto del gobierno Hollande?
¿Lo que los consejeros regionales del Frente de Izquierdas han hecho ya
en casi todas las regiones, alineándose con el PS? Muchas preguntas
permanecen abiertas. Para permitir acciones comunes, exigirán por
nuestra parte una táctica política apropiada.
Ninguna de las hipótesis contempladas por el Frente de Izquierdas en
esta etapa pone en cuestión su proyecto reformista. Por ello, ahora,
cuando se oyen llamamientos para sumarse al Frente de Izquierdas,
incluso en el seno del NPA, pensamos al contrario que el reagrupamiento
de los anticapitalistas no puede depender de los avatares tácticos de
las evoluciones del Frente de Izquierdas. Integrarse en el Frente de
Izquierdas, es aceptar la dirección del PCF y de Mélenchon. Influir en
la escena política, estimular la acción unitaria y conservar todas las
posibilidades de crítica, es algo que exige un NPA independiente del
Frente de Izquierdas. El reagrupamiento independiente de los
anticapitalistas no tiene que ver con decisiones tácticas. Se trata de
una opción estratégica que mantiene la continuidad histórica de la
corriente revolucionaria. Un doble desafío se plantea ya al NPA:
relanzar su construcción y desplegar una política unitaria, en
particular respecto al Frente de Izquierdas.
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